Definitivamente, no estaba hecha para pasarse de las once de la noche. Despertó gracias a que el sol insistía en iluminar su cara con la mayor de las intensidades, porque si no, probablemente no habría despertado jamás.
Sentía la boca pastosa, los ojos hinchados y la cabeza abombada. Si bien no estaba acostumbrada a estos síntomas, algunas pocas veces en su vida los había experimentado. La única fórmula para quitarse la pesadez era, primero, una buena ducha, y segundo, ocuparse físicamente de algo.
Se limpió la saliva seca de la barbilla y comprobó con asco que la sábana tenía un charco de humedad. No se atrevía a mirar el reloj, ya sentía que había perdido valioso tiempo de la mañana del domingo, la cual trataba de usar para pasar tiempo de calidad con su madre o para estudiar —aunque siempre que empezaba a hacer esto último, terminaba garabateando ideas que escribir en una hoja que luego almacenaba—.
Bostezó hasta sentir que lo más profundo de sus pulmones se llenaba de aire y tomó coraje para quitarse kilos de frazadas de encima. Apoyar los pies en el suelo, aunque este fuera de madera, era una tortura. Había olvidado ponerse medias la noche anterior. Quizás, se dijo, había pescado una gripe, y por eso se sentía así.
Se cruzó con su reflejo, de camino a la puerta, y se sintió más vieja y horrible que nunca. Tenía el maquillaje aún puesto y, aunque en la fiesta se había visto natural, ahora la hacía sentir como un mapache. En cuanto puso un pie afuera de su habitación, sintió el aroma de guiso de lentejas de su madre. Un clásico de invierno que conquistaba hasta al más frío de los seres humanos.
Se cepilló los dientes en la ducha, mientras dejaba que el agua le cayera encima a ojos cerrados. Le encantaban las duchas calientes por la mañana en invierno. Había que ser valiente, pero una vez allí, el cuerpo volvía a su temperatura natural.
Tomó la crema removedora de maquillaje de su madre y se la untó en la cara, tratando de que el agua sólo mojara su cuerpo. Luego, enfrentó la lluvia cálida, para sentir como la piel dejaba de ser cuero seco y se volvía suave otra vez.
Fue en ese momento, en medio de una sonrisa de placer, que recordó lo que había hecho la noche anterior. Hasta ese momento, su mente se había encontrado en blanco, pero ahora la memoria volvía como un duro y cruel bumerang.
Sabía que no la había escuchado, pero… ¿cómo iba a verlo a la cara? Se sentiría desnuda, un blanco fácil.
Salió del baño hecha un manojo de nervios, algo molesta también por el ruido constante de su estómago. Quería ver a Sebastian, aunque terminara luego temblando por el efecto que le producía su perfume. Volvió a su habitación para vestirse rápido, tomó el libro que tenía en la mesa de noche y se peinó.
Mirándose en el espejo, se preguntó cómo hacían las mujeres de su edad para verse frescas después de salir toda la noche. Merecían algún tipo de premio, se dijo. En el rostro de Joy se podía ver cada una de las horas que no había dormido.
Caminó despacio delante de la puerta de Bastian. Temía encontrarlo con una chica en la cama, aunque sabía que no había nadie más que él. Era una visión que se le hacía horrorosa y que no podía quitarse de la mente cada vez que pasaba por su habitación. Tomó aire y empujó la puerta. El cuarto estaba vacío; la cama tendida, el escritorio ordenado, la ropa de la noche anterior estaba en el canasto de ropa sucia.
Bufó. Claramente no estaba durmiendo. Él estaba acostumbrado a estar fuera de casa toda la noche, probablemente se encontrara sacándole ingredientes a su madre en la cocina.
Joy se había levantado el cabello en una cola de caballo; más que nada porque estaba húmedo y le daría frío. Sentía los hombros a la intemperie, la nuca viva. Se preguntó qué comentario le haría Bastian al verla así, con la camiseta grande que dejaba asomarse la clavícula y un hombro casi completo.

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Pariente Legal
Dla nastolatkówNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...