22

10.7K 839 59
                                    

Sabía que debía estar al menos molesto porque ella hubiera entrado en su habitación y estuviera tan enojada con él, pero no podía evitar sonreír al verla. Además, el comentario venenoso que había lanzado sólo podía ser causa de los celos. Tenía una vergüenza incomparable y quería que lo abdujeran alienígenas porque ella hubiera visto a Lana escabulléndose de la casa. La realidad era que no había podido hacer mucho con ella, había dado un cincuenta por ciento de su capacidad, pero resultaba que se había encontrado muy distraído durante toda la noche.

No había esperado encontrarse con la raíz de sus distracciones en su habitación, estando él desnudo, tampoco; y sólo le surgía reírse en la cara de su desgracia. Que mala suerte tenía. Cualquier avance que podía haber logrado con Joy, probablemente acababa de esfumarse. Pero teniéndola ahí en frente de él, a un paso de estar acorralada por su cuerpo, lo único en lo que podía pensar era en besarla. No lo haría, por supuesto. Sabía que eso significaría que ella lo odiara de por vida. Había aprendido que no podía forzarla a nada, que ella tenía que dar el primer paso, aunque se arrepintiera en el camino.

Como bien había dicho ella, Lana era puro hueso y mientras la había acariciado la noche anterior, no había podido dejar de pensar en lo mucho que quería —aún en ese momento— acariciar las curvas marcadas del cuerpo de mujer de Joy.

Ésta lo miraba con una expresión de odio tan profunda que sólo lo hizo sonreír más. Realmente le había molestado ver a Lana salir de su habitación. Se sentía como en la secundaria, deseado y conquistador. Mas al ver los ojos de la muchacha frente a él enrojecerse y empañarse, su sonrisa se borró por completo, para dejar ver una expresión de preocupación.

—¿Qué sucede? —preguntó, extendiendo la mano para acariciarle la mejilla, pero ella le golpeó la muñeca para alejarla.

—No me toques. —Sebastian podía ver que quería mantener el rostro de furia, pero la vulnerabilidad se le escapaba por cada facción del bello rostro.

—¿Qué hice? —suspiró, cruzándose de brazos.

—Nada. Fui yo la que pensó que no eras un idiota superficial, pero me equivoqué. Resultas ser exactamente como se te ve a primera vista. —Aquellas palabras lo interrumpieron de imaginar las mil formas de destrozar el overol de mezclilla.

Le habían dicho millones de veces lo mismo, millones de voces femeninas diferentes, pero nunca le había dolido. Quizás la primera vez, pero no era comparable. ¿Acaso no podía él tener una vida sexual activa? ¿Por qué? ¿Porque ella así deseaba? No eran nada, habían compartido dos besos y Joy había negado sentir cualquier cosa en ambos casos. Había escapado como rata por tirante. Por más que le doliera en el orgullo admitirlo, él quería que ella supiera que no era un aprovechador, un frívolo. Más que con ella, estaba enojado con él por necesitar la aprobación de una chica que no demostraba ni un ápice de lo que sentía.

—Lo siento, pero ¿en calidad de qué vienes a criticarme? —mantenía la voz suave y grave, no quería gritarle, pero su ceño ya se había fruncido en anticipo.

—No es una crítica, la verdad es simplemente la verdad. Duela o no.

—¿Quieres que digamos verdades, duelan o no? —En los ojos oscuros brilló el pánico y de nuevo quiso consolarla, pues se veía débil controlando el llanto. Se quería golpear por hacerla llorar—. Mírate —comenzó, a lo que los ojos de Joy amenazaron con explotar en lágrimas—, eres hermosa, pero te ocultas detrás de toda esa ropa gigante. Si te vistieras menos como un hombre y actuaras menos como una inadaptada social, quizás... —se detuvo.

Por lo menos había logrado que dejara de temblar ese labio inferior que moría por morder. Ahora la muchacha lo miraba completamente desconcertada. Había tratado de hacerle un cumplido y le había salido mal, había sonado como algo sin sentido, contradictorio. No había podido pensar claramente, sólo quería gritarle que, si ella se lo hubiera permitido, habría sido con quien hubiera compartido la noche, gustoso. Porque sólo en ella podía pensar, y se odiaba por ello.

Pariente LegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora