Todas sus cavilaciones habían muerto en una hora. Joy había querido levantarse e irse a dormir a su cama, para no levantar sospechas, pero él se negaba a comportarse como un delincuente. Estaba perfectamente cómodo con su realidad y su relación. Estaba orgulloso de ella, que había enfrentado sus peores temores, y de él mismo, que se sentía más maduro que hacía un año. Además, no podía permitir que durmiera sola, después de haberse entregado a él como lo había hecho. ¿Qué clase de caballero habría sido, sino?
El sol apenas comenzaba a asomarse y la luz era fría y grisácea. Había dormido de forma intermitente, abriendo los ojos a cada hora y mirando a su derecha, para verla descansando profundamente.
Si ella tenía miedo, se dijo, él sería corajudo por los dos. No había vuelta atrás, no importaba si en dos meses estuvieran quitándose los ojos, en medio de discusiones horribles.
La presionó contra su pecho, buscando en ese abrazo transmitirle a Joy toda la determinación que él sentía. Faltaba menos para el casamiento con cada segundo que pasaba y no podía tirarle la bomba a su padre un día antes de contraer éste matrimonio. Se lo diría al día siguiente y, si era necesario, se hospedaría en la casa de Ger hasta que se acostumbraran a verlos juntos.
No podía ser tan terrible, no entendía por qué Joy creía que el mundo se vendría abajo. Estaría en su poder demostrarle que no era el fin del mundo que ellos se quisieran.
Se levantó a las cuatro y media de la mañana, con el sueño completamente fuera de su sistema. Tapó a Joy hasta la barbilla y rebuscó su placar en busca de ropa que ponerse. Como era de esperar, no se oía sonido alguno en la casa. Estaba vagamente iluminada por el sol naciente y fría, por la falta de movimiento. Encendió la ducha con una mezcla de ansiedad e ira, siendo esta última una respuesta inexplicable e inesperada, incluso para él mismo.
Logró entender que lo enfurecía haber llegado a una situación tan ridícula, en la que debía esconderse para darle un beso a Joy, hasta para mirarla embelesado.
Se duchó sin apuro, tratando de que su cuerpo se relajara. Hacía alrededor de dos semanas que no hacía ejercicio y comenzaba a notarlo en cada músculo. Aunque asumía que parte de la tensión en la línea de sus hombros se debía al estrés que le producía todo el circo que estaba viviendo.
Una vez cambiado, bajó las escaleras. Eran ya pasadas las cinco. No sabía qué hacer con todo ese tiempo libre, estaba desesperado por hablar con su padre y quitarse toda la charla de encima, porque no hablaría con Mel, eso lo haría el futuro marido o quizás Joy, pero no tenía tanta confianza aún como para ocuparse él mismo.
Se dedicó a preparar un desayuno clásico, para ocupar las manos, con cereales, yogur y fruta. Cortar, mezclar y armar la mesa le daría un buen descanso de pensar. También dejó la cafetera funcionando, tanto porque a su padre le encantaba el café, como para que sintiera el olor y apurara el proceso de levantarse de la cama.
León daba vueltas por la cocina y lo observaba como lo que parecía: loco. Lavó todo lo que había ensuciado para preparar lo que, más tarde, desayunaría toda la familia.
Le sirvió un platito con leche al minino y se sentó a aguardar que bajara alguien o que pasara un tornado. Cualquiera era una buena opción.
Al cabo de unos minutos, se cansó de esperar y decidió tomar su taza de la mesa y servirse, al menos, el café. Cuando estaba sirviendo, escuchó los pies pesados de su padre caminando hacia el baño. Suspiró, aliviado por no tener que aguardar durante mucho más. Dave no hacía demasiado por las mañanas sin su dosis de cafeína, así que las pisadas en la escalera concluyeron, antes de que Bastian pudiera terminar de prepararle su taza.
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Pariente Legal
Teen FictionNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...