16

14.4K 846 55
                                    

Después de que Joy se alejara por el pasillo, Sebastian volvió a sentarse en el suelo, con la espalda contra la pared. El corazón le palpitaba fuertemente y el calor en las mejillas era insoportable. Se sentía sumamente avergonzado, se había lanzado sobre ella. Había visto que la había asustado y se le había arrojado de todas formas. Se había comportado como un animal. Todo por culpa de Ann reapareciendo de la nada, sorprendiéndolo y no dándole tiempo para procesar el hecho de que, aunque para él estuviese muerta, estaba más que viva. Una amargura se había apoderado de su estómago y la base de su lengua, quería que lo abdujeran los alienígenas. Lo peor era que no podría dejar de ver y rever la escena en su mente durante un mes, y cada vez que lo hiciera, volvería a sentirse de la misma manera. Sabía cómo funcionaba, no era la primera vez que le pasaba. Para colmo, la había invitado a pasar la tarde con él al día siguiente, ¿con qué cara iba a mirarla? Y ese tal Juls casi lo había ahorcado, pero lo tenía merecido, así que no estaba molesto.

Había mucho allí que no entendía. ¿Por qué Joy se había aovillado en el suelo, actuando como una loca? Y la actitud de su amigo había dejado en claro que había un historial interesante. Había sido un circo, y ahora sólo quedaba el arrepentimiento para consolarlo. Parecía que ella lo había perdonado, pese a todo, pero seguía molestándole el estómago. Odiaba sentirse así, en falta. Odiaba que las mujeres lo hicieran sentir de esa forma, pero no podía odiar a Joy. Después de todo, había sido culpa de él. Ahora tenía otra cosa que añadir a su lista de problemas, no podría olvidar que había algo de Joy que ignoraba y aquello se lo comería por dentro. Estaba seguro de que era algo grande y quería saber. Simple y humana curiosidad.

Miró su reloj y supo que no le quedaba más que hacer que intentar estudiar algo, aunque ya sabía todo. Era lo único que quizás podía distraerlo de la horrenda sensación que tenía en el cuerpo y de la reacción de Joy. Con un suspiro cansado, se puso de pie y salió a paso lento y calmado de la biblioteca. Pese a que a la muchacha le había importado más la salud de los libros que el hecho de que Juls prácticamente había intentado matarlo, el tacto de ella en su cuello había funcionado como un bálsamo y en ese momento se sentía mucho más tranquilo. Aún estaba inquieto y tenía ganas golpear algo, pero la vergüenza superaba aquello y el roce suave que le había proporcionado le había hecho creer por un instante que la mujer era el ser más bello y benévolo de la Tierra. Había caído en esa farsa con Ann antes, tenía que tener cuidado, estaba jugando con fuego y tenía más experiencia de la que quería en ese arma de doble filo que era estar con cualquier fémina.

Mientras caminaba hasta el auto, se dijo que no pararía hasta conocer aquello que había hecho que Joy reaccionara como lo había hecho, pero que no se involucraría. Que no caería por un par de caricias medidas y calculadas. Así eran ellas, les gustaba probarse que podían manipular hasta al más difícil de alcanzar de los hombres. Como él. No era un secreto por qué tantas mujeres se le arrojaban a la yugular, por qué todas querían monopolizarlo. Eventualmente, terminaban mandándolo al demonio. No volvería a pasar por esa patética etapa del corazón roto, no tenía ganas de depender de alguien más. Él era una persona independiente, no necesitaba de nadie más… pero a veces quería compañía. Y la conseguía sin problema. Él tenía el control, no las mujeres, que eran todas serpientes sin excepción. Si se mordían la lengua, morían envenenadas.

Se sonó el cuello y aflojó los hombros, antes de meterse al coche. Manejó hasta su casa con las últimas luces brillantes del atardecer y la admiró desde el asiento del conductor una vez que hubo estacionado. Todo dentro de él se revolvía y lo hacía sentir extraño e incómodo. Su teléfono sonó y buscó en su bolsillo para tomarlo y ver que en la pantalla estaba la foto de Ger. No tenía ganas de hablar con él, lisa y llanamente. Lo había traicionado al quedarse charlando tan animadamente con Ann, así que no quería verlo ni hablarle. En ese momento podía mandarlo al infierno, por la confusión que le convulsionaba las tripas.

Pariente LegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora