Querido Sebastian:
¿Cómo estás? Mamá está de nuevo en el hospital. Esta vez, le fracturó una costilla o dos. No estoy muy segura aún. Yo salí rápido, porque ella lo encerró en la habitación, antes de que pudiera hacerme más daño. No entiende que yo tengo más fuerza y que soy más rápida. Sólo me llevé unos cuantos cortes en el brazo. Luego se tropezó y se golpeó la cabeza contra el suelo. Despertó sobrio en el hospital, no que me importe.
Ya dejé de creer que vas a contestarme, alguna vez. A estas alturas, te escribo como si fuera un diario íntimo, porque tampoco creo que leas estas cartas. Aunque no lo hagas, te amo, porque eres mi hermano mayor. O algo así. Y sé que eres otra víctima de una excelente mujer con muchos problemas.
Ella hace lo que puede, Bastian; está enferma. No sé si salga completamente consciente de quién es o quienes somos del hospital. Deberías ir a verla, te llama en la noche.
Bien. Te envío una foto de Tita. Cumplió dos el domingo. Le puse una vela en una galleta rellena, no pude conseguir nada mejor en el hospital, pero la foto salió divina, ¿no?
Espero que disfrutes el verano, y felices dieciocho.
Con amor,
Lidia
.
Cuando entregó el bolso al personal del micro, se preguntó por qué no había preferido manejar hasta donde su madre. No había sido una mala idea, pues no tenía ni un gramo de energía para concentrarse en la ruta y las autopistas. Además, se sentía sobrecogido por un letargo profundo, a nivel físico y emocional, que no le permitía hacer nada que implicara más de una o dos acciones automáticas.
Subió al autobús y se acomodó en un asiento contra la ventana. El día auguraba sólo cosas buenas, con su sol radiante y un lienzo de limpio celeste. Sin embargo, sentía que la buena fortuna de aquella mañana lo había dejado fuera de su radio de alcance.
Aunque estaba sentado en un micro hacia un pueblito que no conocía, y para ver a la madre que lo había abandonado, sólo podía pensar en que se perdería el examen para el cual se había preparado con muchísimo ahínco. No podía dejar de plantearse si estaba haciendo bien las cosas, en si valía la pena.
Se preguntaba constantemente si su madre quería verlo de verdad o sólo lo había dicho en sus cartas por el qué dirán.
Se fregó la cara con las manos y miró por la ventana a la gente haciendo fila para subirse y acomodarse. Una conocida melena castaña le daba problemas a su dueña, del otro lado del vidrio. Era evidente que había dormido con el cabello mojado, tras haberse duchado después de él. Era una adorable versión femenina del rey león. Trataba de atarlo, sin demasiado éxito, mientras lidiaba con un enterito de mezclilla que le quedaba enorme.
Tras una batalla de poderes, Joy terminó por hacerse un rodete y bufar de cansancio, como quien acaba de correr una maratón.
Llevaba una mochila pesada en la espalda, cuyo contenido era un misterio para Sebastian. Éste la observó subir los escalones del micro y caminar, buscándolo con la mirada y encontrándolo con una sonrisa.
Se quitó la carga de los hombros y la arrojó a los pies del asiento contiguo al de Bastian, quien observaba el bolso de apariencia aún más pesada, estando cerca. Joy se acomodó en su asiento y le sonrió, mientras se abrochaba el cinturón.

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Pariente Legal
Novela JuvenilNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...