58 - FIN

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Estaba tan enojado con Joy que no podía pensar. Tirado en el sillón de Ger, dio una décima vuelta a su lista de contactos. Se paró en la A y releyó los nombres. Cuando alcanzó a "Ann", se detuvo varios segundos, antes de decidir lo obvio.

Eliminar contacto. Aceptar.

Y esa era la última cualquiera en su teléfono. No le quedaban demasiadas personas allí y aquello era algo triste, pero sabía que las que estaban eran valiosas. El tráfico de mensajes, tanto escritos como de voz, y de llamadas era nulo. No recordaba en qué momento había dejado de atender a aquellas cosas, ni tampoco cuándo habían dejado de convocarlo.

En ese instante, se sentía desamparado. Que había dejado todo por una chica que había acabado por no quererlo. Un viaje al pasado, se dijo. Un horrible deja vu. Y además de todo aquello, extrañaba a su gato, lo quería ronroneando sobre su pecho, quitándole las malas energías.

Los ojos le escocían, pese a que se negaba a hacer de todo aquello un drama y llorar como un hipersensible. Se volteó en el sillón, enfrentando el respaldo y acomodándose en posición fetal. Su mejor amigo lo había hospedado sin preguntar qué estaba pasando, pero Bastian sabía que en algún momento tendría que contarle. Era consciente también de lo que le iba a contestar y no estaba de humor como para oír el discurso de "las mujeres son descartables".

Se odiaba por no haber aprendido la lección. Lo que más le molestaba era que se moría de vergüenza. Le había dicho a su padre que quería estar con Joy, que nada los detendría, y ahora volvería rechazado a intentar remover el anterior discurso. Hasta ese momento, había dado por hecho que ella era simplemente difícil, que tenía miedo y por eso boicoteaba cualquier intento de relación. A él mismo le había sucedido, en un principio. Le había costado aceptar que realmente la quería. Se había permitido enamorarse y dolía como la primera vez.

No dejaba de decirse a sí mismo que era un idiota, un imberbe y que definitivamente iba morir soltero con mucho dinero y un gran convertible que llamara la atención de todas las estúpidas de las cuales no se enamoraría jamás, pero con las cuales pasaría buenos ratos. Adoptaría niños, porque quería ser padre, pero lo sería soltero.

Su plan, se dijo, era un asco. Lo repensaría más adelante.

Le quedaba una materia por rendir para recibirse de arquitecto y ese día tenía clase, pero no iría. Quería quedarse aovillado y quizás mirar unas cuantas películas de acción.

Los padres de su mejor amigo lo conocían lo suficiente como para no hacer ningún comentario, cuando lo veían apesadumbrado por los rincones. No era que Sebastian fuera callado ni que se guardara sus emociones, pero siempre, desde niño, había necesitado tiempo para procesar el dolor y armarse de nuevo. Luego, era todo sonrisas.

Le resultaba extraño, sí, que su padre no lo hubiera llamado. Pero, como lo conocía, lo más probable era que entendiera todo sin siquiera intercambiar palabras. Sentía el cuerpo tan pesado como el más denso de los metales. Después de todo lo que habían pasado juntos, no entendía cómo podía dejarlo sólo.

Lidia se había mudado con la novia del amigo de Joy, así que ese problema había salido de su mente. Aún quedaba Tita, pero la mayor le había dicho que tenía todo controlado y planeado. La niña estaría viviendo con ella en un abrir y cerrar de ojos. Aún no podía creer cómo habían salido tan buenas personas de un golpeador y una borracha. Cerró los ojos, decidido a no pensar más ello, ya tenía bastante agotamiento emocional para un año.

Se dispuso a dormir, ya que estando inconsciente, se evitaba hasta la tentación de reproducir en su mente todo el drama idiota que estaba viviendo. Pasó unos minutos intentando conciliar el sueño sin éxito, cuando sonó el timbre de manera insistente.

Pariente LegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora