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Era media noche cuando su celular empezó a vibrar sobre el lujoso mueble de su habitación. Con los parpados caerse en sueño se obligó a abrirlos, gruñendo ante el sonido y maldiciendo internamente a cualquier de sus amigos de la universidad que solían molestarlo en sus preciadas horas de sueño. O posiblemente se trataban de propuestas en la cama. En el pasado había concedido algunas de esas, no por querer una relación, sino con el fin de sacarse esa tensión sexual que no podía apagar por culpa de un omega rubio. Ahora, no existía esa tensión, deseando que esos omegas se apartaran y dejaran de conseguir más que una cita. Cavar un hoyo en el suelo y cubrirse con la tierra parecía una muy buena opción ante su humor subir por los cielos en las últimas semanas, a punto de iniciar una pelea con cualquiera para quitarse esa ácida actitud. Diablos, la gota de su paciencia estaba a punto de derramarse.

La vibración no cesó, teniendo ganas de arrojar el maldito aparato en la pared. Con un enorme gruñido y una maldición fuerte de sus labios, tomó la cosa y contestó.

—¿Quién...? —su voz parecía comerse vidrios.

—Jungkook ¿puedes venir por mí?

Su alma se heló al escuchar esa fina voz casi suspirar esas palabras, reconociéndola perfectamente bien, pero más de la impresión de reconocer esa voz, se debía al tono en cómo las palabras fueron pronunciadas. Sonaban como si estuvieran reteniendo un enorme dolor.

No necesitaba alterarse por ello, y querer empujar a ese chico que lo llamaba para que le dijera qué demonios estaba pasando y porqué lo estaba llamando a mitad de la noche después de semanas enteras de ignorarlo, luego de esa fatal pelea.

—Seguro. Dime la dirección y voy por ti —la llamada terminó y un mensaje llegó.

Quería mantenerse cuerdo y calmado, él iría, lo buscaría y hablarían sobre lo que había pasado en ese día, se disculparía y haría miles de cosas para volver a ver esa sonrisa juguetona, necesitando que lo perdonara por ser un imbécil. Si fuera posible lo dejaría andar con ese estúpido alfa de cabellos castaño. Exhaló cansado, sabiendo que no iba a dormir esa noche de nuevo. Jaló sus pantalones y una camisa, colocándose unas botas para posterior mirar el mensaje que brillaba en la pantalla. Maldita sea que estaba odiando su vida en ese momento al ver que esa dirección se trataba de un hotel conocido de la ciudad.

Salió como si le llevara el demonio y sí, este no era su día. Algo en su interior crujió, diciendo que algo andaba mal y que Seokjin no habría hecho esa llamada si algo grave estaría sucediendo. Por dios, no quería pensarlo y menos armar escenarios por lo que solo esa dirección le indicaba. Manejó con velocidad, le importó de menos volarse algunos semáforos y estacionarse como un loco en ese lugar. No pidió referencias e ignoró al sujeto que le mencionó que no podía pasar. Subió por el ascensor, picándole a los botones que fueran más rápido y justo cuando aquello se abrió, corrió como si su vida dependiera de eso.

Llegó a la habitación que decía 401 y tocó la puerta con un enorme ritmo. Intentaría forzarla y golpearla si nadie contestaba en los siguientes minutos; sin embargo, esta se abrió mientras él retenía su aliento, pensando en lo peor. Empujó la puerta buscando un peligro, un indicio que le dijera que debía de llamar a la policía o le rompería la cara a alguien, pero no había nada, solo el omega rubio parado en medio de la habitación con una pequeña mochila en manos, listo para irse.

—¿Qué sucede? —apretó los dientes al no querer reconocer lo evidente. Las sábanas estaban revueltas, el aroma de su rubio omega estaba en el aire con el otro más que se estaba alejando. Golpeó su cerebro, una y otra vez, desquitándose por lo se estaba formando en su cabeza.

—¿Podemos irnos? Por favor...

El omega no lo miró en ningún momento desde que había entrado, teniendo su mirada en el suelo, con esa mochila sujeta en sus brazos con fuerza. Sus dedos temblaban levemente. Y eso lo llevó a la locura, buscando respuestas, una palabra que le dijera qué había ocurrido, pero nada salió cuando Seokjin avanzó a su lado y abandonó el cuarto. No podía cagarla una segunda vez, aunque esto lo llevando en una espiral de angustia, tristeza e ira. No lo hostigaría y esperaría con paciencia.

Mi Dulce Omega  (HopeV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora