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—No... no-no... vas a dejar... —Seokjin intentó entrar de nuevo en esa puerta, pero el alfa lo jaló a un lado.

—¡Aléjate! Si no quieres que me olvide de la tontería que hiciste, e ignore la promesa de llevarte con tu padre. Él va a pagar por esto, no te mueves, o tendrás la misma suerte.

Tomó su brazo y lo llevó por el pasillo, sus piernas tropezaron por la velocidad, mientras sus ojos seguían en esa puerta. Volteó unas cuantas veces, mirando la única madera en el fondo del edificio, en el mismo que estaba Taehyung. Tragó saliva, sintiendo ese nudo traicionero de dejar atrás a su amigo, él mismo lo había entregado a este hombre. Fue su culpa; había sido un cobarde. Lo menos que podía hacer era mirar. ¿Por qué tenía que pasar esto? ¿Por qué a ellos? En silencio rezó a la Diosa de la luna por algún milagro.

Condujeron por casi una hora por un túnel, este no era el mismo del que habían entrado. El sudor estaba derramándose en su espalda y las lágrimas silenciosas no dejaban de fluir; estaba temblando a morir, con un frío intenso al saber que estaba a solas, sin que nadie lo viera y ayudara de este hombre que podría golpearlo o peor. Quizás este viaje era su último destino, su muerte estaba próxima. Solo por una vez deseó ver a sus padres, ir a la universidad de nuevo, volver a ese bar que le encantaba, bailar como un loco sin que le importara comportarse como un buen omega, y ser besado por esos labios, tomado por esos fuertes brazos y amado en cada uno de sus sentidos. Quería volver ahí, en la habitación de Jungkook, en ese día cuanto descubrió a quién le pertenecía su corazón; había sido el más feliz de la tierra.

Ahora, solo era una ilusión, que se escapaba y desvanecía.

—Sígueme.

Llegaron a un campo abierto en medio de un bosque, nadie podría decir que estaba muy lejana de las montañas y muy dentro de la naturaleza. Mordiéndose los labios, salió rápidamente del auto, no quería molestar a ese alfa, ni menos a la enorme cantidad de hombres armados que lo veían como un trozo de carne. Estos no serían amables, ni se tomarían un momento para mirarle el rostro antes de atacarlo. Pararon cuando un enorme portón se mostró, abriéndose en par. Había una serie de cañones militares, artefactos metálicos, alambres de púas y más hombres armados hasta los pies. Los dejaron entrar por medio de un código, a través de una puerta escondida detrás de una pared, para ser conducidos a un jardín que daba a una mansión enorme. Caminaron por los muebles y pisos elegantes, subieron las escaleras, llegando a una sala con una larga mesa y sillas de madera, una chimenea y cuadros de arte. Se quedó a un lado, sus ojos observando a los hombres que entraban para sentarse en cada una de las sillas.

—¿Quién es él, tu nueva zorra? —preguntó un repugnante hombre alto con tatuajes y ojos verdes.

—Es mi tarjeta de presentación. Lindo ¿no? —se tomó la copa servida, volviendo sus ojos a cada uno de sus cómplices—, sé que quieren un pedazo de la dulzura, pero no servirá por mucho tiempo, hoy dejará de cumplir con su misión. Esos ineptos están cerca, les llevó ¿qué? ¿dos meses? —se carcajeó—, ni siquiera supieron leer las pistas, pero lo que no saben, es la sorpresa que les espera en este lugar —jugó con el vidrio de la bebida y volvió a ver al rubio. Le indicó con un dedo que se acercara y se sentara sobre sus piernas, el chico lo hizo con su cuerpo temblando—. Sé que quieren un poco de esto —acarició las piernas del omega que se tensó por su toque—, pero les prometo que tengo algo mejor, cada uno de ustedes tendrá la dicha de probarlo. Mi omega estará encantado de complacerlos —su risa es escuchó por todo el lugar.

—¿Tu omega? ¿Estás hablando de ese niño? ¡Dijiste que matarías si alguien se atreviera a joderlo! —la risa escandalosa en la sala se hizo escuchar, con burlas y silbidos. Cuando el Choi aporreó la mesa con sus botas, todos se quedaron en silencio.

Mi Dulce Omega  (HopeV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora