—Mi padre debe de estar buscándome por mar y tierra. Lo repudiara en la cárcel cuando sepan qué ha estado haciendo y quién en verdad es usted —mencionó con calma. Sus ojos valientes puestos en el hombre que estaba parado en un rincón de la habitación con los brazos cruzados. Este hombre alargó sus labios con una sonrisa ladina, acercándose lentamente, examinándolo de pies a cabeza con esas penetrantes pupilas que daban miedo, hasta detenerse en sus labios, el escalofrío le llenó. Ahora esa intensidad cobraba sentido, porque parecían igual a una serpiente enrollada lista para atacar. Él reprimió el impulso de retroceder y esconderse debajo de esa cama cuando ese alfa estuvo a centímetros de su cuerpo—. Si se atreve a tocarme, no me quedaré callado... lo diré todo...
—Tienes mucho valor para amenazarme, pero no creo que te sirva dada tu posición justo ahora —agarró con fuerza esa mandíbula, apretando esos bonitos labios—. Te recuerdo que no eres un invitado aquí, eres solo una pieza que puedo romper, usar y destruir a mi antojo si yo quiero —puntuó cada palabra empujando ese rostro, antes de soltarlo—, pero no soy un bárbaro, cariño. Tengo otros juguetitos con quienes divertirme, mis planes contigo son diferentes si te portas bien. Solo debes de obedecerme ¡Ahora quítate la ropa!
—No, por favor... no —se atrevió a decir, negó moviendo la cabeza, estrujando sus dedos en su camisa para que nadie pudiera quitársela. Sus dedos se estaban volviéndose fríos al tiempo que sus labios temblaron, el ardor en sus mejillas y mandíbula expandiéndose. Esos ojos se fijaron de nuevo, avanzaron hasta su posición, un fuerte dolor azotó su mejilla, su cuerpo fue empujada en la cama.
—Es una orden, no rompas el hilo de mi paciencia. Desvístete.
No era la gran cosa; no era la gran cosa; se repitió a sí mismo al tiempo que sus ropas resbalaban de su piel hasta llegar a la última prenda que protegía su dignidad. Respiró entrecortadamente varias veces cuando levantó la vista, su mirada puesta en ese hombre que tiró su cigarro fumando a un lado. Unas luces se encendieron en su dirección, cegándolo.
—Saluda a papá, primor.
De sus mejillas sintió algo caliente derramarse, las dejó salir como si estás no existieran. Como si no fueran el símbolo de su debilidad y que se estaba muriendo de miedo. En algún punto esto le rompería el alma, pero no en este momento.
—Ho-hola papá, soy yo, tu hijo...
*
Las peonias lucían muy suaves y hermosas debajo de su balcón, sin que le quitara el protagónico al dócil viento que acariciaba sus rosadas mejillas. Con las manos apoyadas en el barandal de lo que era su habitación, el omega azabache continuó admirando al sol esconderse sobre el horizonte y a las estrellas brillar, quitándole el espacio que al sol le pertenecía de por vida. Sintiéndose despavorido e impotente por lo que le pasaba al sol, soltó otro llanto silencioso, sus lágrimas derramándose sobre su lisa piel como un mar en picada.
Todo se veía hermoso desde su posición, por eso no sabía por qué se sentía como un pobre helado de fresa tirado sobre el pavimento. Ignoró su rostro transformado en un desagradable rojo y a sus ojos hinchados por haber llorado por horas. Él no estaba llorando, solo estaba siendo literario respecto al atardecer.
No obstante.
Se sentía realmente solo.
No le había molestado esta soledad cuando sus padres murieron, quedando únicamente con su hermano; ni cuando se mudaron a un pequeño poblado donde apenas habían socializado con niños, criándose entre animales y señoras de edad; ni cuando se trasladaron a la enorme ciudad después del fallecimiento de su abuela y Bogum se convirtiera en un hermano casi ausente.
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Mi Dulce Omega (HopeV)
FanfictionJung Hoseok es un agente capaz y con el mejor entrenamiento, pero no lleva una vida llena de genialidad como todos piensan, porque tiene consigo varias deudas y no encuentra un sentido a la vida que lo motive. Mismo que le lleva a buscar un buen emp...