Sus delgadas patas caminaron sobre el húmedo bosque, pisando las hojas secas y las ramas caídas que empezaban a degradarse, no resistiendo el paso del tiempo. Mientras avanzaba, los granitos de tierra se pegaban a él, manchando su hermoso pelaje blanco que resaltaba dentro de la nocturna obscuridad, brillando por la luz lunar que atravesaba el espacio entre las copas de los árboles.
Subió su mirada, observando las místicas luciérnagas que volaban siguiendo esa luz, no obstante, su atención fue desviada cuando escuchó un crujido, no tuvo miedo, porque sabía que se trataba de él. El olor familiar mezclado con tierra, ozono y hierba empalmó sus fosas nasales, provocando que sus curiosas orejas se movieran, irguiéndose al ver al lobo negro enfrente. Se quejó emocionado al tiempo que sus patas delanteras se movían entre la tierra y su hocico se abriera, intentando comunicarse. El lobo negro solo estaba ahí, sentado, hasta que se echó a correr de la nada, mordiendo suavemente la oreja del lobo blanco, causando que la bola de nieve corriera detrás de lo que era su presa ahora. Pareciera que el animal negro no podría verse entre la obscuridad, pero el lobo blanco solo tenía ojos para él, no importándole el cansancio, su hermoso pelaje enlodado, y menos cazarlo entre ramas; aquel otro lobezno era más ágil, grande y valiente, subiéndose en los árboles o las altas rocas, escondiéndose de su cazador. Sin embargo, al poco tiempo, la bola blanca encontró la manera de abalanzarse y cazar por fin a su lobo negro. El juego no terminó allí, porque pronto la caza se volvió una serie de mordidas, jaladas de orejas, cacería de colas, culminando con lentas lamidas cuando ya no pudieron jugar más.
El animal negro lamió el hocico de su amante, las orejas, mordiéndolas un poco, antes que ambos se acostaran con los hocicos juntos y se quedaran descansando sobre la hierba mojada. Dentro de poco, el lobo blanco, ya no era un lobo. Sino ahora tenía largas piernas y dos brazos que abrazaban una almohada humana, se sentía somnoliento y cálido. El olor se hizo más presente y sus ojos brillantes vieron a esa persona que su corazón extrañaba, la sonrisa era grande, no quería perderla de vista.
—Te extrañé mucho, amor —el alfa dijo abrazando ese cuerpo, oliendo sus cabellos con avidez.
El omega quiso decir que también lo extrañaba, pero era como si no pudiera pensar, solo queriendo esos brazos rodearle y esos besos húmedos encima de sus mejillas y cabellos.
—Te necesito... —se escuchó decir—, por favor, Hoseok... —las rojas mejillas del omega brillaron con lágrimas—. Quédate, por favor... no me dejes... solo por esta noche...
—Falta poco... —acarició la larga espalda desnuda, mientras veía esas pupilas avellanas cristalizadas. Besó suavemente esos labios, el tiempo que el cuerpo del omega se extendía sobre la lisa cama de hojas colocando su cuerpo encima. Sus piernas deslizándose contra piel y sus pechos acariciarse mientras se unían.
El omega dejó que el alfa le hiciera el amor en ese bosque, porque fue la única manera de sentirse uno, antes que todo desapareciera de nuevo.
CUATRO AÑOS DESPUÉS...
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Mi Dulce Omega (HopeV)
FanfictionJung Hoseok es un agente capaz y con el mejor entrenamiento, pero no lleva una vida llena de genialidad como todos piensan, porque tiene consigo varias deudas y no encuentra un sentido a la vida que lo motive. Mismo que le lleva a buscar un buen emp...