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Yoongi entró a su hogar casi tirando sus cosas el mueble. Dirigiéndose en el baño cercano, donde abrió la llave limpiándose la boca, llenándola de agua para escupirla y después frotar sus labios fuertemente para quitar esa sensación.

—Eres un imbécil... —le dijo al reflejo en el espejo, y es que, aunque esa sensación no se quedara, el acto ya había sido cometido; había besado a ese omega.

Era un imbécil al dejar que sus feromonas influyan en el omega, casi seduciéndolo para que acabara en su boca. Resultó de esa manera cuando se perdió en esa vista que le daba, y vaya que la sensación en sus labios estalló y perduró más de lo que imaginó, aún se percibían después de limpiarse. Cerró la llave caminando a su habitación, observó las compras en el mueble tomándolas para acomodarlas en la estantería de la cocina, fue a llenarla de víveres, primero de manera normal, pero después un cierto enojo le hizo desquitarse y arrojar con fuerza los objetos en ese lugar, llevó sus manos en su rostro, arrastró una silla cerca para sentarse junto a una mesa.

—Lo siento, lo siento... —sus manos temblaron para después recargarse en la mesa —No sé qué está pasando JiWoo, se supone que tú eres mi destinada, entonces... por qué él—sus lágrimas cayeron de sus orbes arrimándose en sus mejillas pálidas, teniendo recuerdos dolorosos en su mente, que creía superados —¿Es una prueba? ¿Una señal para que reinicie mi vida? Sabes que solo te amé a ti y a nadie más... Lo siento, pero no lo haré.

Se levantó de la silla subiendo a su habitación, se despojó de sus ropas y prendió la regadera para quitarse todo el cansancio de todo el día, el agua se llevó cada práctica que tuvo en el cuartel, el enojo que le hizo pasar el alfa menor, y un poco de felicidad que logró acumular sintiéndose vacío de repente.

Debía ser una broma, todo estaba bien.

Enrolló una toalla alrededor de su cintura caminando descalzo hacia la ventana, en ella visualizó una lamparilla prendida, el viento movió las cortinas dejando ver a un azabache durmiendo plácidamente en su escritorio, sus cabellos tapaban sus ojos, pero podían dejar a la vista esos labios esponjosos y nariz pequeña.

—Cierra la ventana o te enfermarás, omega.

Olvidó esa vista para ir a su armario y sacar sus prendas.

Justo cuando su espalda tocó la cama los recuerdos vinieron como luces.




JiWoo estaba recargada en la ventana de su departamento observando la lluvia caer, él se acercó a su lado sintiendo ese olor peculiar a uvas fuertes, dulce y acogedor.

—Yoon ¿Tú crees en los destinados? —no dejó de ver la ventana emitiendo una leve sonrisa. Observó al pelinegro a su lado, aquel hombre que le dejó quedarse en su departamento después de realizar un cansado viaje desde Europa.

—No lo sé... —observó el cielo caer mientras se recargaba en esa misma ventana. Había conocido a la alfa cuando fueron reclutados y entrenaban como aprendices. Su primer acercamiento había sido en un combate de rifles a distancia, se supone que eran los más prodigios de esa generación tocándole enfrentarse por primera vez desde que se habían conocido, las miradas discretas existieron desde el primer avistamiento que tuvieron.

Y esa vez una extraña fuerza les hizo sonreírse sin parar.

Fue una dura competencia en la que ganó la chica alfa Jung, lejos de una rivalidad crearon un lazo único que les hacía mirarse, buscarse, cuidarse y competir a su manera; básicamente esos fueron sus años de aprendices antes que los dos fueran asignados en el cuartel especial. Aquello se volvió más fuerte existiendo la gran amistad, el cuidado y un amor secreto. Y es que a pesar todo el tiempo juntos sabiendo lo qué eran, aún no habían abierto complemente sus sentimientos, quizás lo era la responsabilidad a su trabajo o el poco interés en un complicado romance cimentado. Sin embargo, esa noche los ojos de JiWoo lucían diferentes, algo solitarios y melancólicos —¿Tu no, JiWoo?

Mi Dulce Omega  (HopeV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora