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Los dos hombres interceptaron mi camino con la rapidez de un auto deportivo, lanzándome miradas estoicas.
Me detuve en medio de la acera y agarré con fuerza el aza de mi mochila que colgaba de uno solo de mis hombros.

¿Qué planeaban hacer? ¿Qué le había dicho Illya que hicieran?

Esa interrogante me mantenía nervioso. Illya podía llegar a ser muy inmaduro cuando se trataba de vengarse de alguien que había herido su orgullo y en verdad temía por lo que esos dos tipos con aspectos amenazantes pretendían hacerme.

¿Que cómo estaba tan seguro de que esos dos gorilas eran secuaces de Illya? Pues realmente no era difícil deducirlo al ver cómo me miraban y cómo habían salido justo para cruzarse en mi camino. Todo así, súper premeditado.

Y ahí entraba mi nerviosismo una vez más.

Cargaba con un apellido importante pero vano, así que no tenía escudo ninguno para defenderme de ellos. Solo me quedaba usar mis feromonas, pero eso era arriesgarme a que mi familia descubriera mi segundo género y debía evitar que eso pasara por el mayor tiempo posible.

Entonces, ¿qué me quedaba?

Echarse a correr sería algo tonto y solo terminaría haciendo que pasara lo mismo que con el padre de Noah, osea, terminaría recibiendo buenos puñetazos, y era igual de tonto esperar que Aran se apareciera de la nada y volviera a salvarme.

Esperar por ayuda ajena era casi lo mismo que esperar por la ayuda de un Aran ausente. Las personas usualmente se hacen las ciegas antes situaciones que no las favorecen.

Entonces, de nuevo, ¿qué me quedaba?

Di un brinco cuando los dos hombres empezaron a caminar hacia mi sin apartar su mirada. Retrocedí por instinto. Y por la misma razón me fue imposible no echar a andar en la dirección opuesta como huyendo de un fantasma. Casi corriendo.
Me había dicho que sería tonto correr, pero era más tonto quedarse parado en el mismo lugar esperando el golpe. Además, los humanos estamos hechos de impulsos. Éramos seres primitivos que se guiaban por sus instintos y el mío ahora mismo me gritaba que corriera como si no hubiera mañana, sin mirar atrás. 
Y sin pensarlo más, me lancé a correr. Mi impulso ni siquiera fue detenido cuando uno de mis dos perseguidores me dio alcance y agarró mi brazo intentando frenarme. Yo solo me volteé con agilidad y le lancé un mochilazo por la cara que hizo que me soltara y luego, con la misma fuerza, le propiné una bonita y fuertísima patada a sus bolas. El hombre se desestabilizó por completo y yo volví a mi intento de fuga.

Al parecer el segundo de mis perseguidores se quedó atendiendo la lastimosa incomodidad de su compañero el tiempo suficiente para que yo pudiera huir, por lo que sin mirar atrás le di la vuelta al vecindario de Noah, sin cruzarme por su casa, y decidí tomar un camino más largo hacia la mía.
Esta vez no recé por nada. Dios no parecía querer complacerme nunca, siempre mandándome lo contrario por lo que rogaba, así que bien lo iba a mandar a la mierda a él también por lo que, sacando mi dedo del medio, lo dirigí al cielo con un gruñido.

—Bien, así está mejor...—susurré para mí mismo, satisfecho con mis acciones y continué mi camino a través de toda el área comercial.

Llegué a casa más tarde de lo que esperaba y sin hacer estancia en el salón, ocupado por mi padre y algunos de sus socios de negocios, fui directo hacia la habitación de mi madre con el pensamiento de que esa sala olía a corrupción.

—Selín —sentí la voz animada de mi madre al atravesar el umbral de la puerta.

—Mamá, ¿cuándo despertaste? —le pregunté, acercándome a ella y dejando un suave beso en su mejilla.

—Hace algunas horas —me respondió.

—¿Cómo te sientes? —preguntaba mientras arrastraba una silla cerca de la cama y me sentaba cerca de mi madre.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora