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Habían pasado dos días desde mi reencuentro con Aran. Durante ese tiempo, el número de veces que miré mi teléfono en marcación con el número de ese alfa en la pantalla no fueron pocas, pero la misma cantidad de veces apagaba el jodido artefacto tras no atreverme a dar en el botón de "llamar".

Es que, ¿qué le diría?

Podría preguntarle por su condición, pero... habían pasado menos de 48 horas, ¿qué de nuevo podría contarme?
Además, me negaba a actuar como si me preocupara. Lo hacía, pero eso él no tenía por qué saberlo. Sobre todo, él tampoco me había llamado, y eso, en especial, me daba muchas cosas que pensar.

Miré mi celular una vez más, mordí mi labio inferior y me decanté por un simple y frío mensaje. Rápido lo tecleé y guardé el aparato en el bolsillo de mi pantalón cuando Noah se acercó a mí.
Estábamos en hora libre.

—Selín —me llamó—. ¿Te puedo preguntar una cosa? —dijo mirándome con esos ojitos de cachorro.

—Claro —acepté enseguida y Noah tomó la silla libre de la mesa frente a mí y la volteó para sentarnos cara a cara.

—¿Es normal que Ian y yo no hayamos tenido sexo aún? —soltó.

Amaba el hecho de que el pequeño omega me tuviera tanta confianza, pero... este tipo de preguntas, además de brutalmente directa, era un poco inadecuada para hacerla en medio de un aula repleta de chismosos.
No me resultaba incómoda ya que después de leer tantos encuentros sexuales de ellos dos en la novela, no quedaba algo más que descubrir que no fuesen las imágenes exactas de sus partes íntimas.

Y seamos sinceros, me interesaba, pero al tener a estos chicos frente mío como seres humanos reales, no ficticios, dicho interés me hacía quedar como un pervertido, así que mejor desistir de él.

Rasqué mi cabeza, pensando en qué demonios podría decirle al castaño.
Era normal, pero al mismo tiempo no, todo dependía de la pareja.
En el caso de Ian y Noah... era difícil saber bien qué decir al respecto. Eran del tipo de personas que bien podían devorarse con frenesí un día y al siguiente solo darse caricias inocentes mientras se regalan flores. En adición, en la novela ellos no lograron tener un inicio tan... saludable, como ahora, así que nunca atravesaron un problema como este donde el omega quería sexo y el alfa parecía no captar la idea.

Suspiré.

La costumbre de Ian de cuidar sus cosas no es como que fuera mala, era solo que a veces las cuidaba demasiado.

¡Demasiado!

—A ver —empecé, masajeando mi entrecejo—. No es algo tan raro, llevan solo un mes saliendo —planteé muy suavemente—. ¿No crees que es mejor tener un chico que te cuide en lugar de uno que solo te quiera follar?

Noah pareció pensárselo.

—Sí, yo entiendo eso, pero... es que —el chico parecía medio que muy frustrado—... Selín, yo quiero que lleguemos más lejos —confesó— Pero... lo que pasa es que Ian no parece reaccionar a mis insinuaciones, ni siquiera se inmuta, en realidad —se quejó.

—¿Qué clase de insinuaciones? —pregunté, esperando no estar metiendo mucho la nariz.

Noah miró hacia todas las direcciones posibles, luciendo apenado y con un muy sutil sonrojo para luego susurrar:

—Con mis feromonas.

Fatal. Venía a insinuársele de la única manera que el alfa no sería capaz de captar nunca.
Me sentí tan tentado a decirle la condición de Ian... pero es que no me correspondía, por algún motivo no quería que esa información saliera de mi boca.

Me sentí tan frustrado por mi propia decisión...

Ahora sí que no sabía qué maldito consejo podría darle al omega, y menos sin soltar de por medio el secreto de mi mejor amigo.
Deslicé mi mano por mi cuello mientras luchaba por no cambiar mi expresión y delatar mi gran conflicto interno.

—Bueno, si no capta tus feromonas, cambia de táctica entonces —aconsejé, teniendo por fin una idea decente.

—¿Cambiar de táctica? —se interesó.

—Sí, osea, ¿por qué depender de un componente químico que no es realmente fiable? —Noah ladeó la cabeza sin entenderme muy bien—. Lo que te quiero decir es que quizás debas ser un poco más directo con tu alfa —planteé—. Sé que puede que te dé vergüenza, pero si tienes ganas, no deberías reprimirlas.

—¿Y si Ian se niega? —señaló cabizbajo.

Bufé.

—¿Negarse? No digas tonterías, ese tipo es muy capaz de saltarte encima y comerte de pies a cabeza en el mismo momento que le digas que le traes ganas —bromeé, aunque no estaba mintiendo.

La imagen de Noah poniéndose rojo hasta las orejas fue muy grata de ver, aunque no entendía por qué se ponía tímido si había sido él quien había comenzado con el temita. Me encogí de hombros, sin reparar mucho en ello y seguí charlando con el omega, al menos hasta que mi teléfono vibró en mi bolsillo y yo me tensé. Me fue imposible no tener la vaga esperanza de que fuera cierto alfa al que le había escrito diciéndole:

[¿Todavía no te has muerto, estúpido policía?]

Tragué en seco con una ignota sensación de expectativa y saqué el trasto tecnológico y al encender la pantalla... ahí estaba.

Su respuesta.

[Tan encantador, como de costumbre, ¿por qué no vienes a verme y lo compruebas?]

Releí el mensaje como siete veces bajo la atenta mirada de Noah, la cual ignoré con todo mi ser, no me importaba para nada la curiosidad que brillaba en sus orbes. Lo importante ahora era que ese tipo me estaba invitando a visitarlo...

¿Qué hacer?

Relamí mis labios como un minino y pensé.
Había un par de cosas que debía hacer... ¿era posible ir a ver a Aran?
Aunque...
Para empezar, ¿por qué rayos me estaba planteando verlo con tanta urgencia y necesidad? No es como si... como si...

—Mierda —musité y el omega frente a mí me miró levantando una ceja.

Una vez más lo ignoré... y también a esa parte consciente de mí que me hacía pensar demasiado en los «si», los «no» y los «¿qué mierda crees que haces, yo?».
Solo tomé mi teléfono y tecleé un mensaje de vuelta.

[Prefiero ahorrarme el dolor de verte la cara una vez más, gracias]

Lo había decidido.

Iría.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora