< 36 >

117 22 10
                                    

«POV SELIN»

Al día siguiente, me encontré con una extraña situación al llegar a la escuela.

—¿Podemos hablar? —fueron las palabras de aquel omega con inclinación al acoso.

Lo encontré esperándome a la entrada del edificio con una expresión más amarga de la que le recordaba y, sin siquiera dudarlo, corrió a acercarse a mí en cuanto sus ojos me divisaron, sorprendiéndome al no ver en su mirada los usuales deseos de pasarme por aceite hirviendo.
No lo creí capaz de decirme algo más que un insulto, pero de todos modos lo seguí hasta una esquina algo apartada del reflujo de estudiantes, cuando, contrario a toda expectativa, escuché salir de sus labios una frase que en verdad no esperé escuchar jamás.

—Gracias por ayudarme —soltó sin una pizca de reserva.

Tan directo que casi me hace ahogarme con mi propia saliva del pasmo.

—Illya... ¿estás enfermo? —no quise sonar grosero ni mucho menos, pero en verdad que aquello me pareció ridículo.

—No estoy enfermo —me miró con mala cara—. Solo te estoy agradeciendo por no haberme dejado tirado en la calle durante mi celo —aclaró—. Podría haberme pasado cualquier cosa si no hubiese sido por ti.

Ok. Entendía muy bien todo... pero...

—Te pregunto de nuevo ¿seguro que no estás enfermo? —fruncí el ceño—. No te creí capaz de darle las gracias a nadie —solté, siendo sincero.

Illya chasqueó la lengua con molestia.

—¡No soy tan mal agradecido! —espetó— ¡Se decir «gracias» cuando debo!

Levanté una ceja con la desconfianza pintada en cada milímetro de mi expresión.

—¿En serio? —inquirí aguzando la mirada.

Illya bufó con impaciencia. Al parecer, estaba exprimiendo todo su autocontrol para evitar decir ninguna maldición y no mandarme a la mierda. De alguna extraña manera, parecía que Illya le daba mucha importancia a este tema en particular.

—En cualquier caso... te debo una... —y se dio media vuelta para marcharse.

—Recuerda tus palabras, Illya —advertí antes de que se fuera más lejos.

Iba a aprovechar ese sentido de deuda. Se me ocurrían varias maneras de cobrarle el agradecimiento, aunque aún era demasiado pronto para ello.

Sonreí para mí mismo y me apresuré a llegar al aula, si me demoraba un poco más llegaría tarde a la primera clase.

Al entrar por la puerta, fue literalmente inevitable que me diera cuenta de la cercanía inusual entre el alfa y el omega protagonistas de mi misión de vida. No estaban haciendo nada espectacular, pero hasta por encima de la ropa se notaba que se habían acercado. Sus movimientos, miradas, expresiones, incluso la poca atención que prestaban a aquello que los rodeaba.

Me les acerqué y fue entonces cuando finalmente repararon en mi presencia.

—Oh, hola, Selín —saludó Noah.

Yo los miré sin decir una palabra por un instante y luego me incliné como si tuviese la intención de compartirles un secreto.

—¿Finalmente están juntos? —pregunté sin tapujos.

Las mejillas de ambos se tiñeron de rojo como acto reflejo y sentí innecesario que respondieran.
Sonreí ante la maravillosa noticia.
Habían avanzado sin mi intervención hacia un punto diferente de la novela original, aunque aún tenían un largo camino por recorrer.

—Me alegro mucho por ustedes —les dediqué una gran sonrisa.

Me sentí susodicho, pero verlos me hizo pensar en ese... policía de cabello negro. Sin entender muy bien por qué, solo me hizo recordarlo.

Suspiré.

El tiempo pasó demasiado rápido para mí gusto desde que no ocurrió nada interesante o intenso como los días anteriores. Agradecí por fin algo de paz a pesar de todo.
El fin de semana seguí las palabras de Aaron y visité su clínica para un par de exámenes más y para obtener un paquete completo de supresores especializados que me servirían para no ir por ahí con un cartel de "viólenme" colgando de mi cuello.

Las semanas siguientes seguí diligentemente la receta de dos pastillas diarias y fui capaz de esconder hasta el más mínimo indicio de aroma hasta mientras dormía.
Por suerte, Matías había salido a un viaje de negocios para la segunda semana llevándose a Cedrick y mis encuentros con mis otros dos hermanos habían sido prácticamente escasos, reduciendo la necesidad de estresarme por cruzarme con alguno de los Blake.

Gracias a eso, pasó un tranquilo mes donde no ocurrió absolutamente nada que valiera la pena destacar y, por supuesto, tampoco me había vuelto a encontrar con Aran.
Por alguna razón era como si hubiese desaparecido.
Me pregunté cómo era posible que antes me lo encontrara con tanta frecuencia cuando ahora... literalmente, fuera a dónde fuera, no me lo cruzaba ni por casualidad.

Quizás... él me estuviese evitando...

Chasqueé la lengua con fastidio.

—A la mierda —dije y tomé la mochila de encima de la mesa y caminé hasta Ian, Noah y Alex.

Ya era hora de salir de la escuela.

—Selín, ¿tienes algo que hacer hoy? —preguntó Alex.

—No, ¿qué se te ocurre? —pregunté de vuelta.

En las últimas semanas, Alex se había vuelto un amigo bastante más cercano que antes, siendo que había empezado a pasar más tiempo con nosotros. Era un chico amigable así que no supuso ningún problema.

—Abrieron una nueva cafetería cerca de casa de Ian, ¿qué tal si pasamos por ahí?

—¿Por mi casa? —preguntó Ian— ¿Cómo es que tú sabes eso y yo no? —arrugó el entrecejo.

—Vives del despiste, ¿cómo sabrías? —se burló el pequeño omega, quién agarraba la mano de su alfa con dulzura.

—No soy tan despistado como tú, así que... —se defendió mirando a Noah a los ojos.

Y cuando vi que estaba a punto de presenciar otra escena de coqueteo y/o besuqueo, interpuse una de mis manos entre sus caras.

—No coman delante de los pobres, malditos babosos —gruñí medio en broma medio en serio.

Siempre pensaba en otro cierto alfa que no veía hace mucho cada vez que esos dos demostraban que su relación estaba avanzando sin problemas, al menos por ahora.
No me molestaba, claro que no, pero era innecesario que se devoraran la boca a cada jodido instante.

¿No?

Ian y Noah solo sonrieron con diversión y continuaron caminando junto a Alex y a mí.

Cuando llegamos fuera del edificio, había un gran bullicio y mucha gente reunida en un solo lugar. Era como si una celebridad hubiese visitado el centro.
Nos acercamos con algo de curiosidad y divisamos enseguida al hombre de cabello teñido de azul claro y que destacaba con una hermosa cara y, por encima de eso, por sus ropas de cuero y por estar sentado encima de una jodida e impresionante moto deportiva.

Fue imposible contener las expresiones de asombro en nuestros semblantes.
Pero algo me supo mal cuando ese chico me miró y se bajó de la moto para acercárseme. Retrocedí un paso cuando el peliazul se detuvo a un centímetro de mí, por instinto.
Entonces él sonrió con gran efusividad y tomó mi mano sin permiso para antes de que yo pudiera reaccionar, susurrar en mi oído.

—Te encontré, mi omega destinado.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora