< 27 >

166 34 35
                                    

«POV ARAN»

🔞🔞🔞

¿Que si lo deseaba? Nunca antes en mis 26 años me había encontrado deseando tanto a una persona y eso me jodía un poco ya que ese rubio demasiado delgado para ser humano era aún un niño de instituto mientras yo estaba alcanzando la cúspide de mi carrera. Sin embargo, era difícil mantenerme demasiado lejos de él.

En todo caso, jamás quise que esto pasara. No era algo que planeara. La fecha de mi rut se suponía estaba bastante lejos, más aún aquí estaba yo, con un calor infernal carcomiendo mi interior y un omega que de la nada se había vuelto sumiso entre mis brazos.

Debí haberle dicho que no podía quedarse. No, debí haberme ido yo de la casa. Tal vez no hubiese estado mal pasar la noche en la estación o aparecerme por casa de mi hermano para joderlo mientras el calor pasaba y no tenía a ningún omega altera-hormonas a mi alrededor para sofocarme hasta límites demasiados inmorales.

Como me encontraba ahora.

Debí de hacerle caso a mi hermano cuando me dijo que me encerrara en mi habitación y botara la llave por la ventana cuando lo llamé para pedirle consejo y solo me dijo que el rut era imposible de detener una vez empezaba. Debí haberle hecho caso a ese fugaz pensamiento que me había aconsejado volcar en mi estómago todo el blíster de supresores.
Al menos había hecho caso al consejo de Aaron de rociarme ese extraño perfume que una vez había dejado olvidado en mis gavetas y que borraba casi todo rastro de olor de mi cuerpo. Iba a servir para no enloquecer a Selín, pero de todos modos no servía para controlar mi apetito sexual, ese aún continuaba creciendo dentro de mi estómago y desviando toda la sangre de mi sistema hacia una parte especial de mi anatomía a la que prefería no prestarle atención.

Casi enloquecí en la madrugada cuando mi cuerpo empezó a sudar y mis ojos empezaron a arder como señal de que pronto la razón perdería la batalla contra el deseo. Casi enloquecí. Y la mayor prueba de ello fue cuando salí de mi habitación y me acerqué al omega en mi sala.

Me pareció encantador verlo ahí, tendido, ignorante a todo. Y me sentí demasiado bien cuando lo hice temblar con solo algunas caricias. Pero me detuve ante el vago vestigio de control que me quedaba. Gruñí, me culpé, y salí de la casa buscando huir de aquel tenue olor agridulce, característico de las moras, que brotaba desde el pequeño cuerpo de ese niño.

¿Sirvió de algo huir de ahí?
Claro que no, ¿a quién intentaba engañar?

Ni siquiera recuerdo cuándo regresé a casa, pero para cuando lo noté, yo solo me encontraba sentado frente a Selín, en silencio y con las manos entrelazadas en un fuerte nudo que apreté más al notar como el rubio comenzaba a despertar.

Estaba tenso. Muy tenso. Los ojos me ardían y los huevos... bueno, esos eran un tema que prefería no tocar. Pasar toda la noche excitado no era algo precisamente muy bonito. Menos cuando nada hacía que la excitación bajara.

Selín me habló y vi en su semblante como se alarmaba por mis ojos, por mi mirada, y atribuí su sorpresa a algo normal. Cualquiera que viera a un alfa con ojos brillantes sabría de inmediato que se debe a su celo.
Al fin y al cabo, era conocimiento general.
Pero por cada palabra que decía el rubio más entendí que él no tenía ni idea de por qué yo intentaba no dirigirle la palabra, ya que no saldría nada más que un gruñido cargado de deseo.
Selín parecía no saber nada y yo... inconscientemente solo me aproveché de su ignorancia para acercarme, para oler su adictiva fragancia.

Joder. Él tenía algo que me llamaba tanto la atención.
Y creí que era el único que se sentía así, pero cuando el omega empezó a derretirse en mis brazos, supe que no era algo unilateral.

El corazón casi me atraviesa el pecho cuando lo sentí tocándome. La apetencia me dominó y aunque con dulzura, mordí ese pálido cuello en el que tenía enterrada mi cara. No lo había hecho con el propósito de marcarlo, la mordida había sido demasiado superficial para ello, lo había hecho con la intención de desatar todo el salvaje instinto de ese omega dominante.

Fue fácil hacerlo entrar en celo. El reluciente azul eléctrico que parpadeó en sus orbes fue la muestra.

La explosión de feromonas al momento siguiente fue colosal. La hermosa composición de incontrolables jadeos que dejaron los labios de Selín solo supieron excitarme más, si es que eso era posible.

Noté como sus piernas empezaban a flaquear y como sus ojos se abrían con sorpresa y quizá, algo de miedo ante la repentina oleada de deseo que empezaba a extenderse por todo su cuerpo.
Y yo... me encontré sintiendo una irremediable felicidad al saber que estaba pasando su primer celo serio conmigo... aunque en el fondo no sabía por qué me sentía así, pero todo rastro de pensamiento racional definitivamente abandonó mi caliente cerebro cuando él, envuelto en unas ganas asfixiantes y feromonas que se intensificaban por segundo, se lanzó a besarme sin reserva.

Era más que obvio el que yo le haya devuelto el beso.
Sus labios, tibios y suaves, chocaron contra los míos, fundiéndonos en una codiciosa necesidad de devorar al otro.

Si debía describir aquella situación, la mejor palabra sería sucia.
Nuestras lenguas se entrelazaban entre chasquidos y los sonidos húmedos de la saliva mezclándose.
Queriendo más, envolví su cintura con ambos brazos y ceñí su delgadez a mi cuerpo.

Él era pequeño, y aquello me fascinó.

De un pequeño salto, fue sencillo para Salín envolver sus piernas en mi torso y dibujar sensuales movimientos de cadera sobre mi erecto miembro.
Un gruñido gutural se escapó de mi garganta como respuesta.

Si él estaba intentando provocarme, con todas las de la ley lo estaba consiguiendo.

Llevé mi mano hacia su trasero y lo apreté posesivo, recargando más mi cuerpo contra el de él. El bajo jadeo salido como un suspiro de la garganta del rubio fue como música para mis oídos.
Ya no podía aguantar más. Quería estar dentro de él. Embestir fuertemente contra su entrada, volvernos unos solo, por lo que no dudé de irme de la sala y caminar hacia mi habitación con el apuro quemándome.

Aquello fue un espectáculo, conmigo azotando la pieza de madera con fuerza, lanzando a Selín al colchón mientras aprovechaba el respiro para quitarme la camisa y desabrochar los broches del pantalón, con Selín gateando sobre la cama hacia mí y acariciando mi cadera con ojos anhelantes...
Pero lo que más me sorprendió fue cuando él abrió y bajó un poco la tela que cubría toda la extensión de mi pene para tenerlo frente a su cara, tomándolo entre sus manos y empezando un rápido bombeo que me pareció demasiado bueno para venir de un chico de 17 años.

Se sentía demasiado bien y la situación además de todo, era visualmente peligrosa, y se volvió aún más candente cuando lo vi remojar sus labios y abrir la boca para proceder a devorar mi erección. Gruñí y un cosquilleo intenso se asentó en mi estómago.
Moviéndose a un ritmo constante, lamiendo en ocasiones y haciendo soniditos húmedos y fogosos, tragó mi falo hasta su garganta, tal cual un experto, controlando la cadencia del vaivén dentro de su cavidad. Control que a los pocos segundos le arrebaté con un anhelo casi doloroso. Quería más, más fuerte, más profundo.

Joder, quería follarlo como un animal.

Y acaté la orden de mi deseo para repentinamente sacar mi pene de su boca y voltear su cuerpo con facilidad, dejando su trasero perfectamente inclinado hacia mí.
Acerqué mi cara y lamí alrededor de su entrada, arrancándole una exclamación. El rosado botón estaba lubricado insanamente por el líquido natural de los omegas. Sonreí y, junto a mi lengua, introduje uno de mis dedos por la estrecha cavidad.

Fue en ese momento cuando escuché el primer grito de placer de Selín.
Sonido al que, próximamente, me volvería adicto.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora