< 49 >

68 16 1
                                    

«POV ARAN»

¿Estaba borracho? No, no realmente, no lo suficiente. Ciertamente tuve la intención inicial de emborracharme hasta caer inconsciente para entumecer un poco el dolor que, tras una mala visita a la estación de policía, un agresivo sospechoso siendo investigado por quién sabe qué delito y un inoportuno y áspero golpe de su parte justo en el maldito balazo, había terminado intentando volverme loco. Sin embargo, al final, me había decantado por no empeorar mi proceso de recuperación y aguantar como sabía que era capaz.

Selín jamás entró en mis planes para el día de hoy. Nunca abandonó mis pensamientos pero tampoco quería seguir acercándome a ese niño diez años menor que yo.

O mejor, no debía.

La lucha entre la moral y el deseo se me hizo catastrófica durante ese fin de semana en que aguantarme las ganas de escribirle había sido todo un hallazgo. Y es que Selín tenía algo que me hacía actuar como un niño que no sabe negarse a lo que quiere.

Irónico.

Decidir escribirle tomó toda mi capacidad electiva, y redujo la cantidad de cervezas en mi nevera en alrededor de seis... de algún lado tenía que apoyarme para decidir, ¿no?

Jamás esperé que el omega aceptara todo el desfile de babosadas que la cerveza me ayudó a escribir y se presentara en mi casa en tiempo récord. Mucho menos esperé la reacción que tuvo cuando vio mi semblante.

¿A dónde había ido el Selín que yo conocía?

Pero sobre todo, ojalá siempre fuese así de honesto y dulce. Aunque su personalidad usual era parte de su atractivo encanto, y no era algo que pudiera negar, no después de que fuese esa personalidad la que estuviese causando estragos en mi cabeza.

Y en mi corazón.

—Emm... ¿has comido algo? —preguntó una vez llegamos a la sala y me ayudó a sentarme en el sofá sin recurrir yo a lanzarme como balón de fútbol hacia una portería.

En momentos así realmente me sentía un anciano.

Yo parpadeé ante su pregunta. Había salido totalmente de la nada. Pero igualmente le respondí con una ligera negación de cabeza.

—¿Te molesta que use tu cocina? —pidió.

—¿Cocinarás para mí? —cuestioné atontado.

Lo que menos me imaginé en toda mi existencia fue una situación como esta. Diría que hasta la esperaba menos que el que aceptara quedarse conmigo.

Selín solo se sonrojó muy tenuemente y asintió. No puedo explicar la emoción que se intensificó dentro de mí por algo tan pequeño como eso. Así que, sin dudarlo, le permití usar lo que quisiera de mi casa.
Observarlo en la cocina fue otro tipo de experiencia, totalmente nueva para mi que jamás había traído a ninguna de mis parejas o amantes a mi zona de confort, donde dejaba de ser el policía alfa y era solamente Aran. Mirarlo caminar de un lado a otro, volteando a verme de vez en cuando, dándose cuenta de que no era capaz de apartar mi vista de él y sonrojándose en consecuencia solo para volver a apartar la mirada de golpe, hacia que algún tipo de sensación aplastante revoloteara en mi interior.

Y lejos de resultar desagradable, solo quise sentirla más.

Un rato después, ya Selín estaba acomodando los platos de la comida que había preparado en la discreta mesa de la cocina. Me tomó cerca de 30 segundos recorrer el camino hasta la silla y observar aquello que desde hacía mucho me estaba volviendo loco con el aroma.

Si sabía tan bien como olía, consideraría rogarle a Selín por más ocasiones como esta.

Dos segundos después, fui convencido de que rogarle sería lo mejor que podría hacer.

—¿Qué tal está? —cuestionó, sentado frente a mi con los codos sobre la mesa, luego de que diera mi primer bocado.

Sinceramente, la sola duda era ridícula.

—¿Lo preguntas en serio? —dije—. Cocinas delicioso, pequeño —contesté.

Y fue impactante, porque del pequeño número de cosas de las que jamás creí capaz al rubio, cocinar estaba entre las más improbables. Pero ahí estaba yo, devorando con indiscreta avidez aquel armónico conjunto se guarniciones preparado por el omega.

Selín sonrió con alivio ante mi respuesta y sentí como un sutil hilo de feromonas se deslizaba desde su piel y acababa en mi nariz, volviendo a agitar esas sensaciones que no había sido capaz de controlar desde la llegada del chico.

¿Qué rayos estaba pasando conmigo?

Estaba enloqueciendo, podía jurarlo.

No tardé nada en terminar la cena no premeditada y apoyarme en el espaldar de la silla totalmente satisfecho.

—Deberías venir más seguido a cocinarme, te lo digo en serio —solté—. Sería el hombre más feliz del planeta si lo hicieras.

Selin parpadeó y luego soltó una suave carcajada.

Era raro verlo sonreír, al menos para mí, por lo que disfruté cada segundo en que su felicidad era exteriorizada con tanta honestidad.

—¿Enloqueciste? —cuestionó, sin dejar de reir—. Esto es un servicio especial solo por hoy —dijo, levantándose para recoger los recipientes vacíos.

Hice un pequeño puchero ante su respuesta y su sonrisa se amplió.
En serio, ¿qué rayos pasaba el día de hoy? Todo era tan raro que me hacía pensar que estaba cerca de morir y este era el último regalo que me estaba haciendo la vida.

Y pensar en Selín como un regalo ya era bastante alarmante.

—No tienes que lavar los trastes, ya me ocuparé de eso mañana —dije entonces, al verlo con intenciones de ponerse en ello.

—Tú estas herido, mejor que lo haga yo —apuntó, decidido.

Yo lo observé por un segundo. Su terquedad era admirable, pero yo tampoco era muy fácil de convencer.

—Hay algo más importante que eso, pequeño —le recordé, con mi voz sonando más grave sin que yo me lo propusiera.

Y no supe qué vio él en mi mirada que un fuerte sonrojo se expandió desde su cuello hasta todo su rostro, no lo supe, pero sí supe que el que sus feromonas se alteraran como consecuencia era la clara muestra de que el omega estaba tan emocionado como yo sobre lo que seguía a continuación, aún si intentaba negarlo en algún momento.

Sin decir una palabra, las luces de toda la casa fueron apagadas y solo el tenue alumbrado de la lámpara de mi habitación quedó iluminando al joven rubio que acabó usando una de mis camisas antes de que llegáramos a la cama.

No hubo ni un beso ni ningún tipo de propasada situación, aun si mis deseos por ello no eran particularmente pequeños, es solo que en ese ambiente, ir más allá y sucumbir ante lujuria amargaría la dulzura de lo que había empezado a desarrollarse entre Selín y yo.

El abrazo en el que recaímos, rodeados de feromonas entrelazadas tanto o más que nuestros propios cuerpos, nos condujo suavemente a través de una sosegada sensación de plenitud, aliviando cualquier dolor que pudiera sentir por mi herida como algún tipo de hechizo y llevándonos a quedarnos dormidos en cuestión de minutos, con nuestros rostros encajados en el cuello del contrario y, en lo que a mi respecta, con una mezcla de sentimientos agrandándose y reafirmándose en mi interior.

Esa noche, Selín me acompañó sin irse de mi lado. Esa noche, todo se sintió incomparable a la última vez.

Y esa noche, acepté el hecho de que me estaba enamorando de él.

<3

Q cap tan dulce... dios xD
Y q buenas confesiones, jeje

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora