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Con la espalda apoyada en la puerta cerrada, mi cintura siendo abrazaba estrechamente por un par de fuertes brazos y mi cuello siendo estremecido por la respiración acelerada del policía que parecía un niño pequeño ocultándose en mi pecho, no hice más quedarme lo suficientemente quieto como para poder ser confundido con el maniquí del mostrador de una tienda de ropa.

No pasó ni un segundo después de que Aran le cerrara la puerta en la cara al irritante peliazul cuando me agarró sin intenciones de soltarme, derramando sobre mi sus feromonas llenas de posesividad y dejando escapar ligeros sonidos guturales mezclados de enojo y remanentes de dolor por esa maldita herida que aún estaba sanando.

—¿E-Está bien que estés tanto tiempo de pie? —me atreví a preguntar, tartamudeando, intentando resistirme a la necesidad de dejarme llevar por ese aroma que tanto me había hecho en falta.

Aran solo hizo un sonido con su garganta, como diciéndome que eso no importaba, que no prestara atención, y sinceramente sonaba tan malditamente tierno que solo supe quedarme ahí parado aceptando su abrazo, con la punta de mis dedos picando por devolvérselo, mas quedándome en la misma posición durante un largo tiempo.

Solo cuando se calmó un poco y cuando yo empezaba a sentir mi cabeza como un lío desordenado por tantas feromonas en el aire, él habló.

—¿Qué haces aquí, Selín? —su voz sonaba ronca, como si acabara de despertar.

Me estremecí. Sentirlo tan cerca estimulaba todos mis sentidos.

Me quedé un minuto en blanco ante su pregunta. Me había olvidado por completo de la razón que me había hecho ir todo el camino hasta su casa. Lo que había ocurrido minutos atrás me había hecho desconectarme de todo. Y fue precisamente por eso que, al instante, mi rostro se enrojeció, encendiéndose como las luces de un llamativo cartel de neón.

Aran levantó un poco el rostro para poder observar el mío y una pequeña sonrisa resbaló desde su garganta.

—Qué tierno —susurró.

—¡No me llames tierno! —chillé, sintiendo mi cara cada vez más caliente, como si hubiese pasado de un humano a un horno andante.

—Hmmm —fue la respuesta del alfa—. ¿Qué tipo de pensamientos habrán estado pasando por tu cabeza para reaccionar así? Estoy en verdad curioso —jugueteó, separándose un mísero centímetro de mi y volviendo a pararse erguido.

—¿No te han dicho que la curiosidad mató al gato? —inquirí, evitando el tema.

—Gracias a dios no soy un gato —dijo con una sonrisa ladina, acercando su rostro al mío hasta casi rozar mis labios—, soy un lobo —susurró—. Y en este preciso instante muero por devorarte.

Podría jurar que todo mi cuerpo se estremeció ante su sorpresivo movimiento, razón por la cual un inadvertido hipo de nerviosismo escapó tonto de mi boca. Y es que habló tan cerca que mi corazón no pudo evitar responder a su proximidad con una avalancha de violentos latidos que parecían querer salirse de mi pecho. Y ni se diga de sus palabras.

Y quise besarlo, joder que lo deseé con muchas más ganas de las que creía que podía tener estando cuerdo... o casi cuerdo. Más sin embargo Aran no esperó a que mi cerebro reaccionara a tal estímulo y solo se despegó casi por completo de mi.

—Me harías un favor si cambiaras tu expresión, cachorro —pidió, con una expresión indescifrable.

Ni siquiera se cómo me hizo sentir aquello, pero no fue algo agradable. Por un instante me sentí... ¿rechazado?

Al menos hasta que continuó.

—A pesar de mis ganas, no quiero atacarte estando herido —dijo—. Sería difícil hacerte todo lo que quisiera en este momento —concluyó, con un suspiro exageradamente dramático.

Y de nuevo no supe cómo rayos mi pecho era capaz de mantener mi corazón en su lugar... aunque quizás no lo estuviera. Lo sentí en mi garganta y en otra parte de mi anatomía masculina en la que prefería no pensar, si es que quería conservar algo de la dignidad que perdía en cada uno de mis encuentros con este policía.

—¡M-Maldito pervertido! —exclamé, fingiendo enfado—. ¿¡En que clase de mierdas andas pensando!?

—Tal vez en algo muy similar a lo que te hizo enrojecer hace un minuto, ¿no crees? —se burló.

—¡Aran! —regañé, ya bastaba de avergonzarme—. Salgamos de la puerta de una jodida vez, ¿quieres?

—¿Evitando el tema? —jugueteó.

—¿Quieres que te patee la herida? —amenacé.

—Ahora que lo dices, es de muy mala educación dejarte tanto tiempo en la entrada de la casa —fingió demencia—. Pasemos a la sala —ofreció, separando finalmente su caliente cuerpo del mío.

Yo solo sonreí y lo seguí a la sala de la casa, sentándome enseguida en el conocido sofá al que me estaba acostumbrando y sintiendo el tenue aroma del alfa esparcido por cada rincón del lugar, relajante.

—¿Quieres algo se tomar? —me preguntó el, de repente.

Yo negué. Ahora mismo lo que necesitaba no era ningún tipo de líquido, a menos que el coraje viniera en latas de refresco, porque sí, lo que más me hacía falta ahora era el valor para decirle a ese tonto alfa que me estaba pasando algo muy raro por su culpa.

Respiré hondo, empezando a ponerme nervioso una vez más.
Y quizás el policía notó mi extraño comportamiento, en vista de cómo se sentó junto a mi al segundo siguiente, sin decir una palabra que pudiera ponerme aún más tenso.

Agradecí que supiera cuando cerrar la boca y comportarse, al menos por esta vez.

Pasados unos minutos, me decidí a hablar de una vez, antes de que se volviera más difícil decir nada.

—Antes... me preguntaste por qué estaba aquí, ¿no? —tragué fuerte—. Vine a decirte que te hagas responsable —solté.

La falta de contexto en mi frase hizo que el pelinegro pusiera una expresión totalmente desencajada.
Si lo pensaba, hasta parecía que le estaba reclamando para que asumiera la responsabilidad por algo como un embarazo.

—S-Selín, te agradecería si fueras un poco más específico en lo que sea que quieras decir —rogó, palideciendo.

Me pregunté qué rayos estaría pasando por su loca cabeza por mi culpa.
Resultaba hasta un poco gracioso.

—No sonrías después de decir algo tan raro —se quejó.

—No es nada raro —contesté de vuelta—. Es la realidad.

—Eso lo hace peor —musitó él, cada vez más pálido.

—No tienes porqué asustarte, policía idiota —dije, con mi sonrisa ampliándose—. No es nada como lo que puedas estar pensando.

—Bueno, eso no es precisamente tranquilizador —expresó—. Ahora mismo tengo 18 mil cosas pasando por mi mente y ninguna es buena para ninguno de los dos así que, amaría que dejaras de jugar con mi cabeza, omega despiadado —pidió, con una expresión ofuscada y un desasosiego en su voz que no era normal ver en él.

Reí.
Era muy raro poder ver a ese alfa tan afectado por unas pocas palabras mías, y me sentí como alguien muy malvado por disfrutar su actitud ansiosa, pero es que hasta me había aliviado un poco verlo todo desencajado. Una pequeña venganza por siempre ser avergonzado por él no estaba del todo mal.

—Bueno, la verdad no es nada del otro mundo —dije, humedeciendo mis labios mientras intentaba encontrar las palabras exactas que necesitaba decirle—. La cosa es que yo... —dudé, pero tomando la decisión de no echarme para atrás.

No era un cobarde, aunque a veces él me hiciera actuar como lo contrario. Por lo que solo cerré los ojos y sin pensarlo mucho, exclamé:

—¡Yo ya no puedo dormir si no es con Aran!

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Actu toda rara :D
Igual ojalá la disfruten <3

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora