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ESPECIAL
«POV IAN»

Las nuevas noticias sobre Selín me cayeron un poco crudas. No hablo de su nuevo género, pero sí de lo de su familia. Nunca pensé que personas que parecían tan gentiles a los ojos del público pudieran ser tan venenosas con los de su propia sangre en privado.

—Oye, Ian, me iré yendo, no quiero preocupar a mi madre llegando tarde a casa hoy también —dijo el rubio.

Había pasado quizás más de una hora desde que Selín se había sincerado conmigo, hora en la que Noah y yo insistimos con tanta fuerza que terminamos haciendo que nos contara a detalle todo lo relacionado con ese alfa que había resultado ser policía.
Me levanté del suelo para acompañar a Selín a la puerta, quien antes de salir de la habitación, se detuvo a mirar al omega castaño.

—¿Te quedas, Noah? —preguntó.

—Emm… sí, me quedaré un rato más... —y sonrió tímido.

Sentí cosas extrañas en mi estómago al escucharlo, y cuando volteé a ver a Selín, una sonrisa descarada con dobles intenciones decoraba su rostro.

Aquello solo me hizo sentir más nervioso.

Lo empujé para acabar de salir del cuarto y el muy maldito simplemente se echó a reír.
Bajamos conmigo siendo molestado por esa mirada sospechosa y esa sonrisa burlona en su semblante.

—En fin, bromas aparte —dijo aguantado el mango de la puerta, ya a punto de irse—, no actúes como un tonto, Ian.

—¿Qué? —había dejado de seguirle el ritmo a la conversación.

—No importa si no puedes sentir sus feromonas —soltó, bastante serio, haciéndome entender a qué se refería—. Actúa como un hombre, no como un niño. De lo contrario Noah se te escapará —calló—... o alguien más podría robártelo, tonto.

Y se fue.
Por infinitos segundos, me quedé quieto frente a la puerta cerrada con las palabras de mi mejor amigo rondando mi cabeza.

Noah...
Desde el principio sentí que él era diferente al resto del mundo. Al final, había terminado gustándome con demasiada intensidad, al menos teniendo en cuenta el poco tiempo que llevábamos de conocernos.
Claro, eso no me molestaba, pero me hacía pensar con mucho pesimismo sobre mis carencias... empezando por el hecho de no poder sentir ninguna feromona...

Selín había dicho que eso no era importante, pero aun así me daba miedo decirle a Noah que yo no era literalmente un alfa normal, que era un alfa incompleto.

Que era defectuoso.

No estaba seguro de si eso podría hacerlo mirarme de otra manera, así fuese buena o mala. Lo peor era que había un 50% de posibilidades para cada caso y eso hacía más difícil decidir qué hacer.

Aunque también había un secreto más que me hacía dudar, un secreto que ni siquiera me había atrevido a contarle a Selín...

Apreté los puños y tomé una gran bocanada de aire antes de volver a la habitación donde me esperaba el omega.
Abrí la puerta de la habitación y ahí estaba él, sentado tímidamente en el mismo lugar, con un sonrojo fácil de malinterpretar mirándome fijo con esos grandes ojos marrones...

—Te tardaste —dijo.

Carraspeé.

—Emm, Selín parece que tenía un par de cosas más por decirme —le respondí, sentándome junto a él a una distancia reducida.

—Oh... ya veo... —murmuró.

Y ese fue el fin de la conversación.
Me sentí tenso de la nada.
Miré al omega que a su vez miraba un punto fijo entre sus pies cruzados como si estuviese pensando muy profundamente en algo que decir y me di cuenta de que él se sentía igual que yo.
No habíamos estado solos desde esa vez que Noah casi se me lanzó encima por culpa de su repentino celo. Vez que yo había reaccionado como un... sí, como un niñato estúpido, solo por haber entrado en pánico como un jodido inexperto.

Bueno, era un inexperto, pero no era justificación.
Mordí mi labio inferior ante el recuerdo y reuní todo el valor que tenía para hablar.

—Noah —llamé con una voz baja.

Él levantó la mirada con lentitud y cuando la cruzó con la mía, creí ser capaz de notar el temblor de sus pupilas.
Me le acerqué un poco más.

—La última vez... disculpa por cómo actué... —agarré una de sus manos, entrelazando nuestros dedos y la apreté.

Tragué duro.
El silencio de Noah me hizo pensar en muchas cosas, ninguna de ellas buena, pero sin embargo pensé en las palabras de Selín y me llené más de valor.
No quería perder mis oportunidades con Noah.

—Hey... —susurré.

Acerqué mi rostro al de él y noté su agitada respiración. Subí la mano que tenía libre y acaricié su mejilla.
En ningún momento el omega dejó de mirarme a los ojos.
Volvimos a quedarnos en silencio. Esta vez mucho más cerca y mucho menos incómodos.
Mi mirada fluctuaba entre sus orbes y sus labios y era lo mismo para Noah. Sin embargo, no sé por qué resultaba tan difícil romper la distancia que separaba nuestros rostros.
Era como si una pared invisible nos impidiese el paso... o al menos a mí.
Fue entonces cuando él agarró mi camisa con su mano y escuché ese dulce sonido llamando mi nombre.

—Ian... —el suave suspiro que se deslizó de su garganta, con ese tinte lleno de un inocente deseo, hizo que toda barrera fuese derrumbada de inmediato.

Quizás... yo solo estaba esperando la luz verde por parte de Noah... quizás de verdad que era eso... porque casi como si fuese un acto reflejo, la mano que acariciaba su mejilla rodó sin dudas hasta su cuello, jalándolo hacia mi haciendo que mis labios chocaron con los suyos en un movimiento sorpresivo.
Aquel fue un beso suave pero no por eso con menos deseo. Simplemente no sentí la necesidad de ser brusco y fiero, no con este chico.

Empecé rozando con delicadeza los belfos del omega, con un cuidado magistral, y cuando él finalmente empezó a dejarse llevar por mí, acercando su cuerpo al mío, deseando una mayor cercanía, abrí mi boca en busca de unas más íntima profundidad. Noah solo copió mi acción con un temblor nervioso.
Yo también estaba hasta el tope de los nervios. Cómo que no. Pero más allá de mi agitación, me concentré en ese omega que me estaba aceptando sin dudarlo y mi corazón se llenó de una sensación irreconocible, pero adictiva.

Poco a poco, mi lengua hizo su camino dentro de la tibia cavidad del castaño y empecé a sentir un ascendente calor llegando a cada rincón de mi cuerpo. Era una sensación desconocida para mí, quien no tenía experiencia en este tipo de actos, aunque tampoco estaba seguro de si me hubiese pasado con alguien diferente a Noah...

Tenía esa vaga certeza.

Saboreé con ansias los delgados labios del pequeño chico que a cada segundo se acurrucada más entre mis brazos, como un pequeño cachorro, e intenté ignorar que mis intenciones estaban empezando a tomar un desvío.
Solo me separé de él cuando sentí que ya no aguantaría más sin ir más lejos, tomando su rostro entre mis manos, apreciando el hermoso sonrojo provocado únicamente por mí.

Él jadeó, me miró a los ojos y, la verdad no sé qué vio en mi expresión, pero sus mejillas se colorearon más intensamente y una incomparable sonrisa adornó sus húmedos labios.

Mi pecho casi fue incapaz de contener mis latidos.
Sin poder resistirme, volví a besarlo.

Él no sólo era dulce, joder, era delicioso...

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora