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La vista de la conocida puerta de la casa de Aran me provocó una sensación revoltosa en el estómago apenas me paré frente a ella. Después de caminar casi por inercia durante un buen rato, me había quedado estático como si estuviese mirando una pintura en el momento en que llegué a ese lugar que por días había estado anhelando.

Respiré hondo, controlando esa parte de mí mismo que cada vez se alejaba más de lo que creía ser mi personalidad y, un instante después, toqué el timbre junto a la puerta.

Fue en ese instante cuando me vino un extraño temor a la cabeza.

¿Y si Aran no estaba en casa?

Ni siquiera me había detenido a llamarlo o mandarle un mensaje antes de decidirme a venir, más que nada porque no nos habíamos mantenido en contacto después del último encuentro y pues, ni había pensado en escribirle para preguntarle si era posible que viniera a su casa.

¿Y si estaba ocupado?

Que ese pelinegro siempre pareciera tener espacio en su vida para lidiar conmigo cada que se me antojaba quedarme con él, por una u otra razón, no significaba que siempre fuese a estar libre para mi.

No es como si yo fuese la prioridad de su existencia. Ni siquiera era nada de él.
Me sorprendía que hasta el día de hoy siempre hubiese estado dispuesto a cumplir mis espontáneos caprichos, pero eso podía detenerse en algún punto, y no sabría cómo mi creciente apego hacia ese sujeto iba a reaccionar en tal caso...

Temía por mí mismo, si era sincero.

Me metí tanto en mis pensamientos en menos de diez segundos que enmudecí incluso todos los sonidos a mi alrededor, eso hasta que el ruido de una motocicleta deteniéndose con un chillido detrás de mí y el molesto sonido del claxon sonando como una sonata desafinada a mis espaldas explotaron la burbuja de miedos que empezaban a jugar con mi cordura y llamaron mi atención.

No sabría decir si sentí alivio por salir de ese cúmulo de malos pensamientos o si sentí una ráfaga de estrés al notar que quién no paraba de pitar como si quisiera llamar la atención de todas las viviendas circundantes era ese maldito peliazul acosador.

Resoplé con impaciencia. Ya me sentía lo suficientemente mal para que ahora viniera este tipo a estresarme.

—Tiempo sin vernos, precioso —habló, adornando su cara con una esplendorosa sonrisa.

Yo solo chasqueé la lengua ante el sonido de su voz.

¿Cómo era posible que hasta eso me desagradara?

—Hubiese sido lindo si no nos veíamos más nunca en mi vida —espeté—. Y no me llames precioso, joder.

—Tan arisco como siempre —se burló y luego dio un vistazo alrededor—. Pero esta no es tu zona, ¿qué haces por aquí? —preguntó, curioso.

Su pregunta me recordó dónde estaba y por qué y, aunque solo por un instante, sentí cómo mi rostro se calentaba como consecuencia. Sin embargo no dejé que me afectara demasiado y carraspeé para intentar despejar mi cabeza.

—¿Por qué mierda tendría que decirte nada? —contesté, a la defensiva.

Él me miró un segundo y luego bajó de su moto, acercándose a mi justo después.

—No seas tímido, precioso —sonrió.

Y no se de dónde mierda sacaba tanta autoestima para pensar que mis actitudes eran por timidez o qué se yo.

—¿No me dirás qué haces tan lejos de tu hogar? —repitió, esta vez con una típica voz coqueta que me erizó el cabello, pero solo por lo desagradable que la había sentido y por la cercanía que crecía a cada segundo.

Retrocedí un paso y justo cuando estaba a punto de maldecir a la mitad de sus generaciones anteriores, sentí cómo un brazo me abrazaba de la cintura y cómo un fuerte aroma envolvía todo mi cuerpo.

Sobre todo, sentí cómo, sin dejar escapar un instante de por medio, todo mi cuerpo se relajaba en el minuto en que su piel entró en contacto con la mía.

—Me preguntaba por qué tus dulces feromonas se sentían tan amargas hoy, ahora veo que había un perro ladrando frente a mi casa —habló Aran.

El tono seco y grave de su voz me descompuso, era la primera vez que lo veía actuando de esa manera. La tentación de ver su rostro fue indecorosa, pero sin resistirme a ella, eché un rápido vistazo por el rabillo del ojo y el semblante siniestro en el policía fue demasiado estimulante para mi débil estado.

Decir que las piernas me temblaron sería mencionar la menor de mis reacciones.

Un gruñido me hizo voltear la vista hacia el frente una vez más.
El rostro del peliazul, ahora tenso por la interrupción de un alfa que no conocía, era fácil de distinguir.

—¿A quién mierda llamas perro? —cuestionó, casi a nada de sacar unas garras imaginarias para destrozar al tipo que parecía haberle quitado a su "presa"... si es que alguna vez creyó que yo era algo tan frágil como eso.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes identificado? —se burló.

El peliazul gruñó, parecía que empezaba a enfadarse en serio, pero de la nada tomó una bocanada de aire e inmediatamente volvió a calmarse, como si nada fuese capaz de afectarlo, adornando su rostro con esa molesta sonrisa jocosa.

—Tsk, tan infantil —soltó—. Si eso es todo lo que tienes para decir, me harías un gran favor si volvieras a entrar en tu casa y me regresaras a mi omega —pidió, con innecesaria educación fingida y con tal nivel de descaro que resultaba hasta contrastante.

Y ofensivo para mí por ser el involuntario protagonista del idilio de un lunático.

A pesar de todo, no tuve ni tiempo de sentirme enfadado, no cuando me había empezado ahogar en otra clase de sentimiento gracias a la inesperada reacción de Aran ante tales tonterías.

—Tu... ¿qué? —repitió con voz grave el pelinegro, ajustando el agarre de ese brazo que aún rodeaba mi cintura, posesivo.

Una risa satírica, casi exasperada, salió entonces de sus labios.

—Parece que alguien no conoce su lugar —declaró con un tono grosero y agarrando mi barbilla, volteó mi rostro hasta acabar con sus labios sobre los míos, buscando una profundidad que nunca antes habíamos buscado sin la influencia de feromonas.

Y yo permitiéndosela sin siquiera pensarlo.

Mis piernas temblaron al instante que sentí su pesada respiración y el vapor de su boca atravesando la mía, de tal manera que Aran tuvo que sujetarme con más fuerza para evitar que cayera al suelo como un bebé que no puede mantenerse de pie.

De haber estado menos sorprendido podría haberme sentido incluso humillado, pero en este instante, con la cara caliente y los pensamientos cada vez más borrosos, solo me dejé llevar, sin preocuparme por nada ni nadie, solo... queriendo ir más profundo en ese embriagante calor y queriendo saborear mucho más esa tersa lengua que se movía traviesa junto a la mía.

Pero nada puede durar infinitamente y, como tal, un poco después tuvimos que separar nuestros labios entre leves jadeos.
Lo gracioso del caso fue que, apenas nuestras bocas dejaron de sentirse, el policía volteó mi cuerpo hacia el suyo de manera inmediata, ocultando mi rostro en su pecho como si no estuviese dispuesto a dejar que nadie viera las reacciones que solo él parecía capaz de arrancarme... y menos ese alfa que tenía los huevos de llamarme suyo.

—No es bueno confundir las fantasías con la realidad —aconsejó, un segundo después, con falsa preocupación—. Espero que esto te haya ayudado a entender... quién es el alfa de este omega —sentenció con voz ronca y, sin esperar por una respuesta que no deseaba ni escuchar, dio un paso dentro de la casa, cerrando la puerta...

...y llevándome con él.

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Cap todo raro version 2.0
xD

En fin, ojalá lo hayan disfrutado :)

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora