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Pensar en todas aquellas posibilidades no me había dejado un buen sabor en la boca y había acabado por arrebatarme el apetito que hasta hacía cinco minutos había sido voraz.

-Selín, ¿estás bien? -volvió a preguntarme.

Ante mi previo silencio, su expresión preocupada se había pronunciado.
Suspiré por lo bajo y agité la cabeza intentando alejar todos aquellos pensamientos que no hacían nada bueno con mi mente y solo incomodaban.

-Sí, sí, estoy bien, no te preocupes, estoy bien -repetí para calmarlo.

Él no pareció convencido.
Quizás porque en realidad no se lo estaba diciendo a él, sino a mí mismo, intentando convencerme de que aquello no me había revuelto el estómago de una manera vertiginosa.

-¿En qué pensabas? -interrogó, sin embargo, en contraste con su semblante estoico, su voz salió tan dulce que casi fue capaz de empalagarme.

Dudé de qué responderle o de si debía tan siquiera hacerlo.

-Yo -vacilé, no sabía qué inventar-... solo pensaba en lo psicópata que es mi familia -mentí, aunque aquello era una realidad.

Aran ladeó la cabeza, intrigado.

-¿Por qué los llamas psicópatas?

-¿Qué puedo decir? -me encogí de hombros- Mis hermanos son capaces de violar a su propia madre y hermano y mi padre es capaz de venderme por negocios y hacer la vista gorda a lo que sea que me hagan luego de ello -solté restándole importancia-. Nada fuera de lo normal -ironicé.

Sin embargo, si lo pensaba con detenimiento, aquel modo de actuar no era para nada anormal en este caótico mundo ABO. No era importante si resultaban ser cosas fuera de la ley, igual, no es como si los que viven con su ego más alto que un rascacielos fueran a detenerse por estar cometiendo un delito. Fácilmente lo ocultarían y seguirían viviendo sus vidas como si nunca hubiese pasado nada.
Eso era lo normal en este lugar dónde, supuestamente, los omegas eran protegidos por las leyes.

Esas inútiles y manipulables leyes.

Aran arrugó su ceño con mayor violencia de la que creí posible y me dirigió una mirada preocupada a niveles estratosféricos.

-Aunque parezca que no, ahí hay una gran causa para emitir una orden de alejamiento y comenzar una investigación a profundidad -comunicó con mucha seriedad.

Enseguida negué con un gesto de cabeza. El me devolvió una mirada confundida.

-No te aconsejo que te metas con los Blake si no quieres que destruyan tu carrera -expliqué con un deje de cansancio.

No sería el primero en intentar acusar a Matías Blake de algo, así como tampoco sería el primero en acabar hecho mierda por el mismo.
El poder que abrazaba Matías no era pequeño. El dinero siempre ha sido capaz de crear maravillas, y no precisamente de las buenas. Y en las manos de un Blake, era como una bomba de hidrógeno a punta de lanzamiento.

No. Era mejor que no metiera sus manos en el fango por un problema que eventualmente iba a tener que acabar yo mismo. Porque sí, planeaba arrastrar a Matías al infierno en el que había metido a todos los que intentaron velar por un bien yendo en su contra. Pero no solo a él. También a Sein, a Cedrick y a César. Mis tres hermanos no iban a salir limpios del castigo.
Los iba a hundir. De alguna manera lo haría. Sin importar si debía meterme en el fango hasta el cuello. Y si se hacía necesario, los hundiría junto conmigo.
Pero lo haría solo, sin involucrar a nadie más que a mi propia familia, e incluso entre ellos, sería bueno no involucrar a mi madre tampoco.

-No tienes que preocuparte por ellos -dije-. En algún punto tendrán que pagar sus deudas con el karma.

Yo me aseguraría de ser ese karma, claro estaba.

-Si tú lo dices -no pareció rendirse con lo de la investigación, pero al menos dejó el tema a un lado-. ¿Es por eso que no pueden saber que eres omega?

Revoloteé los ojos.

Este viejo parecía ser inesperadamente curioso. Iba de pregunta en pregunta y cada una tocaba un punto incómodo de hablar.¿Estaría en su ADN al ser policía? Seguro que sí.

-Exacto -contesté, ya dándome igual todo.

El pelinegro acarició su barbilla con los gestos de un anciano peinando una barba imaginaria muy larga. Se vio algo gracioso. No pude evitar que se me escapara una pequeña sonrisa y Aran pareció aliviarse al ver mejorar mi estado de ánimo.

Siendo sincero, no estaba mal conocer un poco más a ese sujeto. No sería incómodo pasar tiempo con él. Pero no sería demasiado bueno salirse de los límites de solo "conocerlo", por lo que mejor mantener las distancias.

Las siguientes horas pasaron con mayor tranquilidad de la que esperé.
Aran pareció haber desaparecido entre una montaña de papeles inmediatamente después de terminar de comer, diciendo que estaba cerca de conseguir convertirse en detective y que por ello no podía descuidar su trabajo. Por esa razón, me vi obligado a quedarme en soledad en la vacía sala de la casa. Al menos, el sofá era cómodo y el alfa me había traído mantas y almohadas para acomodarme a mi gusto minutos antes de encerrarse en su estudio.

Aun así, me sentía aburrido.
Le había mandado un mensaje a mi madre diciéndole que me quedaría fuera por culpa de mis revoltosas feromonas para que no se preocupara y ahora yacía tendido a lo largo del sofá de color gris como un cadáver.
El silencio sepulcral de la casa de Aran era notable. De estar solo, podría llegar a ponerme nervioso. De estar en mi mundo original, podría llegar a sentir algo de temor... pero ahora existía una tenue y calmante fragancia en el aire, en los propios objetos, que evitaba que muchos pensamientos negativos alcanzaran mi subconsciente.

Sí, era el rastro de las feromonas de Aran.

Me sentí más a gusto que en la propia casa de Selín, donde debía de sentirme mejor ya que era el ambiente que más conocía este cuerpo, lo que era algo irónico ya que, aquí, yo solo era un intruso. Pero las cosas como eran.

Con tanto tiempo a solas, tuve la oportunidad de pensar en muchas cosas.
Si bien no quise continuar pensando en lo de que todo esto fuese ficticio, sí pensé mucho en el curso de la novela y mi curso actual.
Era consciente de que las cosas cambiarían en el futuro a causa mía, e iba a tener que dejar de guiarme por lo que conocía de la historia original y en cambio, guiarme por mis propias decisiones.

Sabía que las cosas empezarían a ponerse difíciles.

Y con ese pensamiento en la cabeza, empecé a caer presa del sueño, envuelta en un delicioso olor a feromonas que, extrañamente, empezaban a sentirse más intenso.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora