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«POV SELIN»

Dicen que recordar es volver a vivir... pero yo bien podría auto-ocasionarme amnesia en este preciso instante. Recordar lo que había hecho en casa de Aran solo me hacía golpearme la cabeza de la vergüenza.

¿Qué rayos había sido esa timidez? ¿Esos repetitivos sonrojos? ¿Ese ofrecimiento?

Sobre todo ese ofrecimiento.

No se qué me hizo decir tales palabras.
Solo recordar cómo Aran me miró y cómo yo asentí a su sugerencia me hacía explotar el cerebro.

El corazón me latió desenfrenado cuando lo vi levantarse y dirigir su mirada a su habitación, como invitándome a seguirlo, cosa que hice sin titubear.
Ya dentro, él se sentó en su cama dejando a un lado sus muletas y se recostó contra sus brazos, como esperando que yo hiciera algo, aunque yo me quedé un poco perdido.

La idea la había dado yo, ciertamente, pero no era como si fuese un experto para controlar mi aroma. Tampoco sabía si solo tenía que empezar a tirar feromonas como un demente y ver si causaban en Aran algo más que una erección. No tenía idea de qué hacer.

Me sentí nervioso.
Y creo que Aran lo notó.

—Ven aquí —susurró.

No tengo idea de por qué seguí su voz tan obediente, quizás por lo profundo y varonil de su tono, no lo sé, pero caminé hasta quedar frente a él, cuando me tomó de las manos y me dirigió a sentarme a su lado.

—Ven, acostémonos primero —dijo.

Sin mucho trabajo, ambos nos acomodamos en la amplia cama.
No estábamos haciendo nada más que tumbarnos cara a cara y estoy seguro que Aran tampoco es como si pudiese hacer mucho con su herida, pero el corazón me latía extrañamente acelerado al estar compartiendo una acción tan aparentemente íntima.
El tipo de sensaciones que mi pecho experimentaba eran bastante nuevas muy a pesar de mi edad real.

De la nada, el alfa tomó mi cintura y se apegó a mi, alcanzando mi cuello y acariciando mi piel con suavidad con la punta de su nariz.

—Solo relájate, Selín —aconsejó, y su aliento en mi cuello me erizó—. Tus feromonas responden a tus intenciones en la mayoría de las ocasiones —explicó bajito—. Déjalas salir de manera suave. Piensa en un río corriendo por su canal, pacífico, sin ser forzado. Libre—susurró.

Fue fácil hacerse una imagen con las palabras del alfa. Tragando en seco, cerré los ojos y seguí las suaves palabras del pelinegro.
Pronto, el fuerte olor de mi feromona ya saturaba la habitación.

Me preocupaba un poco que Aran sintiese algún estímulo sexual por mi aroma, pero solo lo sentí apretarme con más fuerza por la cintura y ocultar su nariz, casi con anhelo, en mi cuello.

No pasó mucho tiempo hasta que pude notar cómo mi olor empezaba a mezclarse con el profundo olor del alfa.

Al inicio, cuando Aran comenzó a dejar salir sus feromonas, estas me chocaron un poco. Por razones inexplicables sentí la necesidad de tener su cuerpo más cerca. Fui inundado por una quietud atractiva que me exigía fundirme con el pelinegro, y hubiese pensado en qué me hacía sentir tales sensaciones, pero antes de que por mi cabeza empezara a pasar un solo pensamiento al respecto, ya me encontraba envolviendo mis brazos alrededor de él, con delicadeza para no lastimarlo, y llevando mi nariz hasta su glándula de aroma, sosegado.

Respiré hondo, embriagándome con sus fermonas y, a excepción del deseo sexual, pude notar una gran variedad de emociones enredadas en ese fuerte olor a café y pino. Desde un poco de felicidad hasta nerviosismo e incluso algo de la incomodidad que le causaba su dolor físico.
Fue algo tan nuevo y sorpresivo.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora