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"Pequeño".

Creo que Aran nunca me había llamado de esa forma. El apelativo resultaba vergonzoso y sorpresivo, pero más que eso, el contenido del mensaje que se había atrevido a mandar ese pelinegro.

Terapia de feromonas.

¿Era eso acaso un intento de broma? Pues solo había logrado recordarme la vergüenza del viernes, haciendo que mi corazón de agitara, nunca logrando darme gracia.

Sentí como mi labio inferior temblaba ante la duda de qué responderle a tal mensaje y lo siguiente que supe fue que estaba mordiéndolo con nervios. Mantuve mis dedos sobre la pantalla del teléfono, sin saber qué escribirle al alfa, deslizándolos sobre las letras para luego borrarlas y volver al inicio donde no había puesto ni una palabra, repitiendo el mismo patrón por un buen rato.

Odiando que Aran fuera capaz de calar en mi de esta manera.

Respiré hondo, unos minutos después, decidiéndome al fin, y deslicé mis pulgares sobre las letras.

[No me llames pequeño, idiota sinvergüenza. Y creo que empezaré a cobrarte por la terapia, siento que te estas aprovechando de mi buena voluntad]

El mensaje de respuesta llegó casi de inmediato, como si el policía hubiese estado desesperadamente esperando por mi contestación.

[No lo negaré, pero tengo que aprovechar cuando actúas tiernamente, es mucho pedir que vuelvas a quedarte dormido en mis brazos?]

Por la jodida mierda, ¿acaso Aran estaba borracho? Porque no me explicaba el nivel tan alto de dulzura y cariñosidad.
Y tampoco por qué mi cara se sentía tan caliente en este momento.

[Nunca más haré algo como eso! Desvergonzado!]

[Por qué disfrutar de tu compañía me haría un desvergonzado?]

Ugh. Dios, sentía que me daría algo ante esta conversación tan extraña, algo como un infarto por el exceso de agitación.

[Dios santo, acaso estas borracho?]

[Cambiando de tema?]

[Responde!]

[Bueno, tal vez tomé un poco para aliviar el dolor]

¿Bebió... para entumecer el dolor?

¿Tanto le dolía?

[Tanto te duele?]

[Preocupado?]

[Aran, deja de jugar!]

[Jaja, lo siento, pero si, duele. Por eso, en serio no me harías compañía?]

Mirando fijamente la pantalla con el último mensaje, mordí con más fuerza mi labio de abajo.
¿Por qué le dolía tanto? Se suponía que ya estaría mejor, aunque fuera un poco.

No me digas, ¿acaso salió o se lastimó otra vez?

Joder, esto solo hacía que mi cordura muriera. La preocupación, por mucho que quisiera inhibirla, no me dejaba pensar con claridad y para ese momento, todo el enfoque de mis pensamientos se estaba dirigiendo a ese maldito pelinegro.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora