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«POV SELIN»

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que mi celo había comenzado. Lo único que cruzaba mi mente era el intenso placer que aquel alfa se encargaba de proporcionarme a todas horas. Apenas había comido, pero lejos de sentirme sin fuerzas, fui capaz muchas veces de alzarme sobre el cuerpo de Aran para montarme sobre él con un infernal ardor calando mi vientre.

Me sentía extasiado cada que él se dejaba dominar, siendo irónicamente el alfa. Del mismo modo, me sentía en el cielo cuando él me embestía con impaciencia apretando con fuerza mi cintura, provocando que marcas de un bonito rojo quedarán grabadas en la tersa piel de mi cuerpo.

Un último orgasmo arrancó un grito roto desde mi ronca garganta. Para ese punto, mi cabeza estaba mucho más clara. Comprendía muy bien lo que estaba pasando, con quién me estaba acostando, a quién le rogaba por más y frente a quién me había estado deshaciendo en gemidos, soltando solo frases entrecortadas e incoherentes.

Sin embargo, había dejado de importarme.

Por el momento, disfrutaría de aquel embriagador hombre. Ya después podría maldecir al creador del omegaverse, a Aran y a mí mismo por tener un cuerpo y una disposición tan débil al placer.

No tardé en quedarme dormido sobre el caliente cuerpo del pelinegro sintiendo una extraña sensación de tranquilidad y paz. Ya era muy tarde cuando volví a despertar. A través de la enorme ventana semiabierta logré ver que estaba anocheciendo.
Me removí envuelto en oscuras sábanas, bostezando con el cuerpo laxo, y de golpe un montón de escenas vinieron a mi cabeza.

Jadeé al recordar cada pequeño suceso de lo que había sucedido en esta misma habitación, siendo imposible evitar que un violento sonrojo se adueñara de mi cara, orejas y cuello. Fue fácil notarlo aún sin mirarme al espejo, solo sentirme hirviendo como si tuviese fiebre y no precisamente presa de una calentura fue suficiente.
Para mi desgracia, esta vez, no había olvidado ni un solo detalle de lo ocurrido.Me sentí avergonzado

Sabía que iba a terminar haciendo una estupidez.

Lo sabía.

Pero eso me lo había buscado yo mismo al pedirle a un alfa que dejara a un omega con feromonas sensibles pasar la noche entre las mismas paredes que él. Lo entendía muy bien.
Lo que no entendía era el comportamiento de Aran, sus ojos, la intensidad de sus feromonas luego de apenas oler a ellas. El martirizante deseo que se evaporaba en sus orbes...

Chasqueé la lengua e hice ademán en levantarme de la cama, pero un latigazo en mi espalda baja fue lo único que necesité para caer en la cama con una tosca mueca de dolor.
El culo, las caderas y lugares que ni sabían que podían llegar a doler me hicieron retorcerme encima del suave colchón.
Sollocé por un largo minuto. Las noches de sexo cuando era mujer nunca me habían dejado tan destrozado. ¿Qué clase de bestias eran los alfas para dejarme de esta manera? ¿O es que acaso este caso era exclusivo de Aran?

Daba igual.
El daño ya estaba hecho… y bastante que lo había disfrutado en su momento, porque no iba a negar que lo había disfrutado como nunca en mi existencia.

Suspiré y me quedé muy quieto en la cama. Si me movía temía que algún pedazo de mi cuerpo crujiría medio roto. No quería pasar más dolor. Y con eso en mente me di cuenta de algo.

No tenía ni media onza de suciedad en mi piel.

Recordaba estar tan sudado y lleno de semen, saliva y otros fluidos de la cabeza a los pies, pero ahora estaba reluciente, sin nada pegajoso o incómodo.
Lo único que pude pensar fue que Aran se había encargado de limpiarme, entonces me di cuenta de una cosa más y abrí los ojos con algo de susto y preocupación.
Aran abrió la puerta de la habitación en ese preciso instante y, a pesar del dolor en mi espalda, me levanté como impulsado por un resorte y casi en un grito, le dije ansioso:

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora