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Estoy bastante seguro de que, si alguna vez tuve deseos de ahorcar a alguien con los tirantes de la mochila, dichos deseos resultarían incomparables a los que se estaban adueñando de mi poca paciencia en este instante.

Ese tipo de pelo claro cuyo nombre ni siquiera sabía y ni me interesaba saber, solo se mantuvo mirándome con una mirada sensual, desde mi punto desagradable, cabe destacar, sentado en su motocicleta y sin hacer caso a toda la atención que tenía encima y que había redirigido de manera muy molesta hacia mi.

Sus anteriores palabras habían desatado toda una ola de murmullos, exclamaciones silenciosas y de seguro también muchas conclusiones erróneas que odiaba llegaran a la cabeza de toda esa acumulación de adolescentes con necesidad imperativa de crear rumores sin fundamento.

Gruñí.
Noah e Ian me miraron con cientos de interrogantes plasmadas en sus expresiones y yo solo hice una mueca de disgusto.

La cuestión era, ignorar al nuevo e indeseado inquilino que se quería instalar a la fuerza en mi vida, ya bastante saturada por personas mucho más demandantes de mi atención, o hacerle caso e intentar que se alejara por propia voluntad o quizás por algún comentario lo suficientemente hijo de puta... cosa que teniendo en cuenta sus actitudes hasta el momento, parecía la opción más cercana al nivel de dificultad infernal.

Fue en ese instante de indecisión entre morir o matar a alguien, cuando Alex se unió al resto de nosotros en la salida.

—¿Qué está pasando? —preguntó inmediatamente vio mi cara de irritación, siguiendo luego mi mirada hasta el intruso, alias, plaga peliazul—. ¿Y ese tipo qué mierda quiere ahora? —cuestionó casi con más mal temperamento que yo, reconociéndolo desde que era uno de los pocos que conocían mi segundo género.

Sabría dios cómo.

—Que vino a recogerme, dice —espeté.

Él me miró con un semblante que hablaba por sí solo, diciendo un "pero qué mierda" con todas sus letras e inmediatamente yo respondí con un gesto de desconocimiento incómodo.

—¿Qué estás esperando, precioso? Se nos hará tarde —señaló el peliazul, ni siquiera sé con qué clase de confianza, como si el hecho de que iría y me montaría en su motocicleta fuera el hecho más confirmado de la historia.

Alex estuvo a punto de gruñirle como un esposo celoso por la señalización, cosa que no sabía cómo interpretar pero que acabé pasando por alto, concentrándome únicamente en detenerlo y responderle al idiota con marcada irritación.

—¿Y quién rayos dijo que me iría contigo? Deja de perseguirme como un jodido acosador —exigí.

El murmullo indeseable a mi alrededor de intensificó a la par de mis palabras. Apreté la mandíbula. No me gustaba esta atención que estaba teniendo. Y maldije internamente al tipo frente a mi por ello.

—Quierbras mi pobre corazón, precioso —respondió de vuelta, con marcado acento dramático.

Tenía la sensación de que se estaba tomando todo esto como un puto juego, y yo de por sí no era muy fan de los juegos. Además de que su forma de llamarme "precioso", "precioso" una y otra vez realmente estaba haciendo que alcanzara niveles estratosféricos de cringe.

—Ojalá pudiera quebrarte otra cosa, de preferencia el pescuezo —dije entredientes, aguantaban como me era posible los impulsos homicidas.

Desgraciadamente, aún era muy joven para ir a la cárcel... aun cuando no podía negar que la idea llegaba a ser bastante interesante, sin embargo, y más si mi carcelero era cierto alfa con aroma a pino...

Dios, este no es momento de pensar en Aran, me regañé, recuperando algo de mi buen humor perdido por culpa del molesto desconocido.

—En cualquier caso, ni muerto me iría contigo —declaré, contundente—. Nunca —reafirmé—. ¿Te quedó claro o tu poca capacidad intelectual te nubla el raciocinio? —bufé con desprecio.

Estaba seguro de que si este tipo de situación se repetía no iba a detener a Alex de tirarle una piedra directo al cráneo o romperle una pierna... aunque la verdad es que me producía algo de inseguridad que el joven alfa saliera herido por igual...

Mejor que fuera yo quien le rompiera una extremidad al autoproclamado pareja destinada de este cuerpo llamado Selín.

Lo disfrutaría bastante, de hecho.

En todo caso, volví a suspirar, concentrándome de nuevo en el intruso y su semblante un poco sorprendido por la crudeza de mis palabras.
Al parecer si era posible afectarlo en cierta medida.

Muy buena noticia.

Subí una de las comisuras de mis labios y justo cuando él abrió la boca para volver a soltar el desfile de estupideces, me di la vuelta, ignorándolo olímpicamente y yéndome del lugar junto a mis amigos, dejándolo atrás por completo mientras exclamaba cosas que ni siquiera quería escuchar, como que no se rendiría y que terminaría haciéndome suyo o una verga paranoica de esas.

Ya un poco lejos de la escuela y del peliazul, Alex habló.

—¿Por qué me detuviste? A estas alturas ya estuviese con un pie en la tumba —gruñó.

—¿Quién, él o tú? —pregunté de vuelta, Alex solo frunció su entrecejo—. Me alegra que quieras defenderme con tantas ganas pero no te lances como un maniático frente a un tipo del doble de tu complexión —aconsejé.

—Selín tiene razón, Lex —apoyó Ian, poniendo una de sus manos sobre el hombre del chico y llamándolo por su apodo—. Por eso, la próxima nos lanzamos los dos juntos —y sonrió.

La carcajada de Alex alivió la tensión que aún quedaba de remanente. Sin embargo, aquella no era tampoco una idea particularmente brillante ni excepcionalmente graciosa.

—¡Oigan! —regañé—. ¡No estaba bromeando, par de alfas recién nacidos! No se metan en peleas por gusto —advertí.

—Si, si —juguetearon ambos.

Esa vaga respuesta hizo que los fulminara con la mirada, pero ellos solo hicieron caso omiso a ella y continuaron bromeando con la paliza que le darían al entrometido peliazul. Lo peor del caso, incluso Noah los apoyaba.

¡Se suponía que debía estar de mi lado y prever por la supervivencia de ese par de alfas tontos con deseos de muerte o algo por el estilo!

Suspiré, dándome por vencido. Pensando en que la única manera de detener a esos dos de ser golpeados por una moto, era matando yo mismo al dueño de la misma.

Ya después me las arreglaría con Aran en comisaría por el crimen. Y hablando de Aran...

¿Estaría bien?

No iba a negar lo mucho que pensé en escribirle, deseaba saber si estaba algo mejor de su herida o de si seguía sin poder dormir correctamente, sin embargo, mi orgullo de no querer ser el desesperado en contactar primero me hacía permanecer con la brutal incertidumbre.

En momentos como estos odiaba esa parte de mí, soberbia, pero tampoco estaba dispuesto a cambiarla.

No fue hasta después de despedirme de Ian y Noah y, un poco después, de Alex, que sentí mi celular vibrar en mi mochila.

Juro que nunca tuve ningún tipo de esperanza de que fuera ese policía, al contrario, solo había pensado en la posibilidad de que fuera mi madre o alguno de los chicos, pero cuando saqué por fin el aparato, ahí estaba él, con el mensaje más inesperado de toda mi vida.

[Hola, pequeño, aún están disponibles las terapias de feromonas para evitar el insomnio?]

Y fue inevitable que desde mi corazón hasta mi cuerpo, todo se agitara.

<3

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora