Veintidós.

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Los hermanos estaba esperando una salvación para tanta desesperación, pero a veces su pensamiento y deseo era en vano.

No tenían ni idea, de cosas que pasaban afuera, a menos que un soldado quisiera comentarlo con ellos, ya han estado con varios miedos. Sobre todo el de la muerte. Sabían que si desobedecían, lo iban a pagar con su vida.

Estaban los ciudadanos muriéndose de forma literal, por una nueva epidemia que comenzó a dar, y claro.

Mierda... Nueva epidemia. - dijo el ruso. -

Tenemos que cuidarnos más está vez. - respondió la bielorrusa. -

No nos dejarán hacerlo. - dijo. - Capaz no.

Entonces, cuidémonos nosotros dos. - sonrió. -

Supongo. - ladeó su cabeza. -

Pues de lo poco que sabían, era que comenzó una epidemia a causa de los gases que se usaron en parte alemana, y ya estaba por parte de toda Europa.

Estaban desesperados por no acabar la guerra, y más, con una enfermedad más.

"¿Por qué nos dan enfermedades en tiempos de guerra?", se preguntaba aquella bielorrusa, pues, la mayoría de las guerras en que había estado segura de que habían pasado, tenían una que otra epidemia.

Reich no se rendía así de fácil, y los aliados se dieron cuenta. No sabía más que hacer con Reich, simplemente que atacar y atacar, y ayudar a otros países.

Mierda, ¿No se puede rendir? - pregunto el estadounidense. -

Al parecer no. - dijo el inglés. - Tenemos que seguir.

UK tiene razón, tenemos que continuar. - suspiro la francesa. -

Que molestó, encima que también es molestó el maldito japonés. - comento. -

Órale wey, pues, estoy con el gringo. - dijo México. - El wey y sus soldados también se pasan de madres, con estrellarse con los demás aviones.

México tenía razón, y USA igual. La técnica de los japoneses no era la mejor, constaba de estrellarse contra los aviones enemigos, haciendo que ambos, murieran.

Técnicas, miles de ellas. No se sabe a certeza cuál tiene los demás.

Vamos a salir de aquí, bielo. Tranquila. - la abrazo. -

Eso espero, hermano. - correspondió. -

El ruso calmaba a su hermana, ya que había visto como mataban a dos mujeres por negarse a obedecer y hacer un trabajo que los soldados mandaron hacer, cosa que a ella la dejo levemente traumada. Su hermano estaba con ella, dándole un apoyo que podría aceptar.

La moral del lugar no existía, nadie tenía compasión con los demás, no se querían ver, se odiaban. También, odiaban a quienes eran diferentes a ellos.

Ellos no sabían que ya estaban en conflicto, ya iba avanzar a otro mes, en que estaban encerrados y no tenían forma de salir.

¿Estoy muerto? - dijo un soldado. -

Más que eso. - respondió otro. -

Joder, somos compañeros, no me mates. - empezó a rogar. -

No tienes derecho a hablarle a los dos prisioneros de ahí. - respondió sacando su arma. -

Vamos hermano, no hagas esto. Yo sólo les respondía unas cosas, no revelaba nada. - soltó algunas lágrimas. -

No. - recargo el arma y le apuntó. - Eso es tomado como traición. - sim pensarlo, le disparó. -

El solado mando a que recogieran ya el cuerpo de su "ex-compañero", mientras miraba a los hermanos con asco y se iba.

" Hermanos Especiales."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora