Treinta.

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El mexicano estaba preocupado por el hecho de ya pasar bastante tiempo, y no tener las razón de sus hijos. Pero, no se tocaba el tema, ni con Reino Unido, ni con URSS, ya porque sabían que no iban a actuar bien después de todo.

Por el lado japonés, ya estaban preparando sus tropas aéreas para ir a atacar al enemigo. Pues, gracias a una técnica que implicaron unas mujeres, sobre confundir al adversario. Tenían la ventaja de atacar con más facilidad.

Bien hecho, chicas. - dijo el imperio. -

Con todo gusto, señor. - respondieron. -

Me alegro de que sepan confundir al estadounidense. - termino. -

Muchas gracias, señor. - hicieron una mini reverencia. -

Deberían ganarse un premio especial por eso. - sonrió. - Víboras. - susurro. -

Jajaja, muchas gracias, señor. - rieron. -

No agradezcan, es un placer tenerlas con nosotros para poder ganar esta guerra. - hablo. -

Las japonesas estaban felices y satisfechas de lo conseguido. Ya que para haberlas llamado a simplemente felicitarlas, no era algo que cualquier tendría a su favor.

Podría que otros la felicitarán, pero Imperio Japonés no saludaba ni felicitaba con facilidad. Era complicado, ganarse un "felicidades" por parte de él. Pero incluso él sabía que las necesitaba más que nada, para poder atacar.

Maldita niña. Tómate esos medicamentos. - dijo la enfermera. -

Pero, ya me los había tomado. - respondió. -

Y claro, ya tómatelo. - dijo sirviendo el medicamento en una cuchara. -

¡Ya me los tome! - susurro. -

Niña malcriada, tenías que haber sido hija de URSS. - suspiro. - Ya, abre la boca.

Abrió la boca, mientras la cuchara paso adentro de su boca, dejando aquel medicamento en ella. La mujer que la atendía, al perecer olvidó que ya le había dado el medicamento hace unos 23 minutos. Y tenía que esperar, a que pasaran 4 horas por lo mínimo.

No habían efectos secundarios, o eso se creía. Simplemente, se muestra que ella está más deprimida que antes. Ya por la notoria ausencia de su hermano, y al parecer quería verlo. Pero, era imposible, no se podía levantar de la cama, ya no tenía las fuerzas. Y cada vez, sentía un dolor diferente.

Quería encontrarse con su familia, y olvidar todo eso, pues, a decirse verdad, en el hospital no la trataban nada bien, por ser diferente al resto de ahí. Cosa que Reich ordenó no hacerlo, pero igual, lo hicieron.

¡Señor Reich!, ¿Qué hace aquí? - pregunto un soldado. -

Vine a ver a la chica. - respondió. -

C-Claro... - se puso. - Heidi.. El jefe quiere ver a la chica.

¡Oh, claro! - dijo la mujer. - Sígame señor.

Reich soltó un quejido, mientras siguió a la chica. Pues, también se había preocupado por aquella chica, y por su hermano, aunque importó más su hermana que el otro.

Llegaron a una especie de habitación cerrada, mientras abrió una puerta, y le ofreció entrar, cosa que él entró.

¿Cómo estás? - pregunto el nazi. -

¿Qué haces aquí? - pregunto asustada. -

Vine a verte, no a hacerte algún daño. - prosiguió. - Y más que estás así de grave, no.

Por favor, no tengo nada más que decirle de mi padre. - respondió. -

No busco eso, busco saber que cómo estás y cómo estás emocionalmente. - hablo. -

De ambas... Estoy mal. - respondió. -

¿Quieres hablar? - pregunto. -

Quiero llorar. - dijo. -

Puedes llorar. ¿Me quedo? - volvió a preguntar. -

Sí... - dijo. -

Reich ordenó que la enfermera se fuera, cosa que hizo rareza. El nazi se quedó con la chica, mientras escuchaba y veía como caía en llanto y se quejaba respecto a su dolor y maldecía haber estado ahí.

" Hermanos Especiales."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora