Veintinueve.

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El miedo no existe, no existe ni el hambre si quiera. Sólo existe la fé. - dijo el ruso, viendo al techo. - No hay más que la fé.

Era su típica frase motivacional. Cosa que a veces ayudaba y otras veces lo empeoraban completamente todo.

Estaba pensando sobre terminar su vida, e ir al juicio. Sin embargo, todavía no quería morir, quería estar al tanto de Bielorrusia, pues, siempre ha y será su hermana favorita y más querida por él.

¡Hey!, ¿Y tú hermana ya se murió? - burlo. -

No te importa. - respondió. -

Jaja, claro, claro. Quizá ya se murió. - respondió. -

¿Lo dice un fracasado? - pregunto. -

No, lo dice el que es jefe aquí. - aseguró. -

Parece una cárcel de mal gusto. - dijo asimismo. - Bueno, me alegro que seas el jefe. - respondió. - Pero no seguiré tus órdenes.

¿No?, ¿No sabes lo que le pasa a los que no siguen las órdenes mías? - pregunto. -

No, porque al menos no me creo Reich en un lugar como este. - respondió. -

No me creo Reich, soy él. - rió. -

Sueña pero no te quedes dormido. - hablo. -

¿Lo dice quién?, ¿Un idiota? - volvió a reírse junto con otros. -

Sí. - dijo sin más. -

Te vas a ganar un puño. - dijo. -

Y tú te vas a ganar la lotería del fracaso. - respondió. -

El contrario tenía ganas de pegarle, si no fuera porque lo tenían amenazado de muerte. No se creía Reich, aunque a veces seguía su imagen.

El ruso estaba dispuesto a volver a pelearse, si era necesario, pues, nadie tenía el derecho a meterse con él, sin él hacer algo. Y con su hermana peor. Ya que no estaba ella, podría romperle la cara en cuestión de segundos, si se podría decir así, claro.

Por el lado del inglés, las cosas iban bien y mal, pues, lo que pasaba era que la epidemia ya estaba por todo Europa, y en sí territorio, cosa que tampoco iría bien, además, de estar con escasez de alimento y armas, para la guerra. Así que Francia ofreció su ayuda en las armas, mientras que en alimentos no habían muchos.

La epidemia cobraba las muertes, siempre resultaba dos o más de un muerto a causa de aquella enfermedad que estaba dando. Eran más de una que empezó a dar, pero aún así, se prohibió hablar de esto también en la radio. Quiénes lo dijeran, iban a tener una bala en medio de sus cejas y posiblemente en su pecho. Pero claro, habían periodistas que básicamente se unían a la guerra, para mantener informados a otros de lo que de verdad ya pasaba (creo que ya lo dije en un capítulo pasado, ae.)

URSS y los aliados tenían la ventaja esta vez, pues, ya estaba por saborear aquella victoria de la guerra. Reich se estaba alejando aún más de lo que es el ejército, enfocándose en otros temas de la guerra, cosa que le hacía perder más ventaja. No tenía ni idea de sus hijos, ni sabían si estaban bien o no, pero estaba seguro que iban a ser libres muy pronto.

Estados Unidos y México estaba a la perfección, ya estaban con su armada aérea preparada para volver a combatir con aquellos que son los suicidas de los japoneses.

Eu gringo, ¿Qué han sabido de los hijos del jefe? - pregunto México, acomodando unas cosas. -

Pues, se sabe de que están en Alemania, y ya. - respondió. -

¿Nada más? - pregunto. -

Nada más. - respondió. -

" Hermanos Especiales."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora