Enamorada de cupido

Capítulo 21: La apuesta

En ese momento me puse a pensar en muchas cosas, en muchas dudas que tenía en mi cabeza y que quería aclarar... me preguntaba si en ese momento Daniel estaría dispuesto a resolver algunas de ellas. Al momento de lavar el cuchillo me distraje pensando en tales cosas que me hice un pequeño corte en mi dedo índice. La observé de inmediato para darme cuenta de que no era de gravedad. Esa era como la quinta vez que me pasaba, en el mes.

-Sé más cuidadosa, Emily- dijo Daniel cuando se dio cuenta de que me había cortado. Se le notaba preocupado.

-No es nada- dije avergonzada por el hecho de que algo así me pasara cuando él estaba cerca- esto me pasa más seguido de lo que crees.- Dije tratando de sonar descomplicada. En realidad ardía un poco, pero no lo suficiente para que él mostrara tanta preocupación.

-Pues debes tener más cuidado.... Puede ser peligroso. Muestra- dijo tomando mi mano y analizando el corte- no parece ser grave pero igual hay que desinfectarlo. ¿Tienes botiquín?

-Sí... ahí está- dije señalando el lugar donde se encontraba la caja de primeros auxilios. Él se acercó y la tomó.

-Bien- dijo cuándo había sacado un poco de algodón de la caja- dame tu mano- se la di y el comenzó a curarme. No era nada grave en realidad. Pero en esos instantes pude sentir la calidez de su mano. Me había olvidado totalmente del dolor de la cortadura y solo me puse a observarlo. Sólo lo miraba a él. Podía darme cuenta de que también en eso se desenvolvía bien. Limpiaba mi cortadura con detenimiento. Incluso soplaba mi leve herida.

-Daniel...- comencé a decir pensando en que quizás de esa manera, él podría decirme lo que yo quería saber. Imaginando que en ese momento en el que estaba algo desprevenido podía pedirle que aclarar muchas de mis dudas.

-Cuando creo que ya no puedes ser más tonta... sales con esto- dijo un poco enfadado. Era propio de él enfadarse para denotar preocupación. Eso solo hacía que me sintiera peor conmigo misma, siempre actuando tan torpe cuando él está tan cerca de mí.

-¡Te dije que no es nada!- dije tratando de alejar mi mano pero él la sostenía fuerte.

-Ya casi termino... espera.- dejé que siguiera con lo que estaba haciendo y esperé en silencio mientras seguía observándolo.

-Terminé- dijo al fin y soltó mi mano.

-Gracias- dije observando el trabajo final. No pude evitar sonreír cuando me di cuenta de que había colocado dos banditas en lugar de una, lo que era totalmente innecesario, pero resultaba divertido.

-No es nada- dijo volviendo a poner la caja de primeros auxilios en su lugar- ahora... déjame continuar a mí... - Dijo señalando el lavadero- así no puedes hacerlo.

-Bien... supongo que no puedo oponerme- dije mirándolo fijamente, dándome cuenta de que discutir con él resultaría una pérdida de tiempo, porque no iba a dejarme hacerlo. Bueno, además de que librarme de lavar los platos era un buen plan.

-No. No puedes- dijo fríamente. Aún parecía enojado, aunque un poco más calmado. Continuó lavando los platos. En ese momento, recordé algunas de las cosas por las que tenía curiosidad.

-Daniel... tengo algo que preguntar... ¿podrías responder?- Dije esperanzada en que dijera que sí. En que aceptara responder al menos una de mis preguntas.

-No lo sé- dijo sin mirarme, ya que estaba lavando los platos que quedaban, atentamente- eso depende de la pregunta que vayas a hacer.

-Bien... tengo mucha curiosidad sobre algunas cosas, pero...- empecé a decir pensando en qué pregunta podría hacerle.

-Eres la reina de las curiosas.- Interrumpió.

-Pero... - continué ignorando lo que acababa de decir- ¿cómo nacen ustedes? es decir... ¿al igual que nosotros o de otra manera?- Pregunté aquello al recordar la vez en que pareció molestarle el hecho de que generalmente fueran dibujados con la apariencia de un niño en pañales. Eso me indicada que quizás ellos nunca fueron así, aunque sonaba ilógico que nunca hubiesen sido niños. Por otro lado, ellos no eran humanos así que cualquier cosa- por extraña que sonada- se podía esperar.