Capítulo 16.

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Ignati.

Estaba haciendo lo correcto y para la felicidad de su vida tenía que dejarla ir, porque ella no era la Ellie que idealizaba ni muchos menos yo era el Ignati que ella deseaba.
Esas promesas que nos hicimos cuando teníamos viente años, murieron en el momento que los dos tomamos caminos totalmente diferentes en la vida y nuestras palabras se la llevaron el viento.

Ella eligió su camino.

Yo continúe en el mío, en ese mundo donde creci y donde lo tengo todo. Pude renunciar a la Bratva cuando tuve la oportunidad de hacerlo, solo que en verdad me gusta mi destino, mi trabajo, posición dentro de la mafia y también estar en continuo peligro.

Mi vida es la mafia, así como su vida es la moda.

Debo irme de Chicago, volver a mis obligaciones y dejar que tiempo la hace ser feliz, que encuentre ese principe azul que la cuide como la princesa que es.

— ¿De dónde vienes? — me intercepta Sasha.

— ¿Otro antojo de Inzie? — consulto al ver un tazón de fresas en sus manos.

— Si, hace un rato estaba llorando porque decía que si seguía comiendo de esa forma no iba a entrar en el vestido de novia y ahora sale que quiere fresas — comenta mi primo tras un largo suspiro.

— Las mujeres embarazadas son demasiado inestables, Jade tenía días que me odiaba, otros que me quería y luego los días donde me usaba como su juguete sexual — le cuento viendo como arruga su nariz.

— No necesito datos innecesarios sobre Jade y tú.

— Como si el pequeño tomatito vino del espíritu santo — ironizo.

— Obviamente que mi hijo no viene por obra del espíritu santo, sino del sexo descontrolado que tuve con su madre ...

Ahora soy el que frunce la nariz.

— No necesito datos de esa forma sobre Inzie y tú — le pido.

Sasha se ríe.

— Debo llevarle las fresas a mi prometida — dice retomando sus pasos, subiendo uno por uno los escalones rumbo a su habitación.

Suspiro sin saber que hacer.

Otra noche más de insomnio y me veo caminando al jardín para tomar un poco de aire fresco.

No sé ni como sentirme al respecto.

Se me es tan difícil comprender los sentimientos de las personas, aunque trato se me hacen todos indiferentes. Me diagnosticaron tantas patologías a lo largo de mis vientisiete años, pero el que se pega conmigo es la rara combinación entre psicópata y sociopata, tengo más características de ser un calculador y sin remordimiento, como los grandes  asesinos en serie que existieron en la historia.

Aunque intente, enteder los sentimientos de los demás es lo más complicado del mundo.

— ¿Dónde estabas? — dice Jade abrazandome por detrás.

Me giro para mirarla a los ojos, ella me observa y sonríe, hasta que la veo fruncir el ceño.

— ¿Te fuiste a divertir sin mi? — curiosea marcando algo en mi cuello.

Saco mi celular para ver que es lo que me marcaba y maldigo internamente al notar los labios de Ellie en mi cuello.

— Ellie me lo hizo — le digo siendo sincero.

Jade retroce unos pasos para atrás y la veo tensar sus manos.

— De todas las mujeres que existen en este mundo, fuiste detrás de la que se alegra por la muerte de nuestro bebé — masculla. — Pense que te importaba, Ignati — agrega queriendo volver al interior de la casa, pero la detengo.

La Fórmula Perfecta ( 7° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora