Epílogo II.

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Ignati.

Años después.

¿Cómo no podía estar enojado?

Lo estaba y demasiado, al punto que quería dejar de tener un trato con ella. Cinco años llevamos con Jade de una relación que todos fingen no saber que estamos juntos cuándo piensan lo contrario, solo nosotros lo negamos, no queríamos categorizarnos, pero había llegado al punto del no retorno y ya no estabamos más para seguir comportandonos de esta forma.
Jade seguía hablando con ese hombre, desde mi punto podía observar cada movimiento, se que es una hermosa mujer, sin embargo, ese sujeto podía evitar mirarla de esa forma, como si quisiera quitarle la ropa y llevarla a la cama más cerca que tengan.

Deseo matar a alguien.

— ¿Papá, estas bien? — escucho a Amira.

Mi hija ya tenía once años, Valentino cumpliría quince en unas semanas, por eso estábamos en Italia organizando como será la iniciación de nuestro hijo a la mafia italiana.

— Estoy bien — gruño.

Amira se acerca a mi lado, mira a donde estoy observando y comienza a reirse.

— ¿Celoso por mamá? — se burla.

— Como voy a estar celoso, solo somos sus padres ...

— Papá solo tú y mamá niegan lo que en verdad son — acota rodando los ojos.

— Pensé que no lo sabías...

— No somos tontos, Leo, Valen y yo, sabemos que tú y mamá son pareja o lo que digan que son, se aman, pero no entiendo porque se empeñan a ocultarlo — declara mi hija rodando los ojos.

— Supongo que a los adultos nos gusta complicarnos las cosas — digo suspirando.

— Esto es fácil — afirma mi hija. — ¿Amas a mi mami?

— Obviamente que si — soy sincero en mis palabras.

— Ella también te ama — asegura.

— ¿Y cómo lo sabes?

— Hombres, nunca se dan cuenta de las cosas — se queja chasqueando la lengua.

— Encontré a este bandido suelto — escuchamos la voz de Valentino que carga a Leo, su hermano más pequeño.

— Buenos días hijos — los saludos.

— Juro que no hice nada, papi — habla Leo.

— Déjenme dudar de eso — acota Amira.

Sonrío, amo ver a mis hijos juntos y saber que lo estoy haciendo excelente, porque la unidad que tienen ellos como hermanos es igual a la que mis padres me inculcaron desde el momento que pasamos a ser dos a una familia numerosa con mis hermanos.

— Pasa que este niño es demasiado curioso — afirmo al tomar a Leo en mis brazos.

— Estaba tratando de descifrar algo de la computadora...

— No es asi — se defiendo mi pequeño hijo de la acusación de su hermano mayor.

Vuelvo a sonreír, pero justo mi vista vuelve a la ventana mirando a Jade abrazar a ese sujeto de mierda.

— ¿Qué pasó? — inquiere Valentino.

— Papá esta celoso — se burla Amira.

— Pero mami Jade, es nuestra — acota Leonid frunciendo el ceño.

A veces Leo suele decirle mami a Jade, aunque quise corregirle eso, ella me dijo que no tenía problema que la llamara de esa forma, sobretodo porque lo ama demasiado y segundo porque él copia todo lo que dicen sus hermanos mayores, entonces escuchar como ellos la llaman lo confunde bastante. Solo tiene cinco años, para que pueda entender ciertas cosas, pero sabemos que es sabio al elegirla como su mamá, después de todo es su referencia materna.

— Ustedes si que son como niños, dejen de fingir y demuestren cuanto se aman — determina Valentino bufando.

— ¿Tú también lo sabías?

— Es una obviedad que siguen juntos, además tio Vitto lo confirmo — contesta encogiendo sus hombros.

— Vitto es demasiado chismoso, como si de mi parte voy y contará que anda enamorado de la chica albanesa.

— ¿Mi padrino está enamorado? — pregunta Amira frunciendo el ceño.

— No tengo idea.

— No, esto debo hablarlo con Irina — determina corriendo rumbo a su habitación.

— Pobre tío Vitto, esas dos juntas son demasiado tóxicas — declara Valentino riendo.

— ¡Mami! — grita Leonid haciendo que Jade se gire y nos vea a los tres observándola.

Descubiertos.

— Papá deja de dar vueltas y dile que la amas, que eso de ocultarse no va más — sugiere mi hijo mayor.

— Papi — dice tomando mi rostro para que lo mire a la cara. — Yo amo a mi mami Jade — agrega.

— ¿En qué andan? — consulta Jade ingresando.

— Ire ayudar al bandido a quitarse el pijama — habla Valen tomando a su hermano menor.

— Los amo — nos grita mi pequeño.

— Es muy dulce — acota la madre de mis hijos.

Ella me mira, la tomo entre mis brazos y junto nuestros labios en un furioso beso, que no deja jadeando.

— Te amo — musito en su boca.

— Los niños — murmura ella mordiendo mi labio inferior.

Gruño, atrayendo su cuerpo más pegado al mío.

— Ellos dicen que dejemos de ocultar nuestro amor y que lo saben todo — le cuento.

— Solo un tonto no se daría cuanta de esto.

— ¿Por qué nos ocultamos?

— La verdad no tengo idea, somos bastante tontos cuando queremos ...

— Cinco años ocultando algo que todos ya sabían — ironizo.

— Iggy debes saber algo ...

— ¿Qué pasa?

Ella hace un gesto con su mano que me hace abrir los ojos por completo y anonadado.

— ¿Es seguro?

Jade asiente sonriendo.

No puedo creerlo.

Lo hicimos de nuevo.

Sonrio, la cargo y nos hago girar escuchando su risa, lo hicimos de nuevo.

Siempre fue ella, un amor que creció cuando nuestros corazones estaban destruidos por amores del pasado. El que se intensificó al darnos cuenta que no solo eramos mejores amigos sino también nos amabamos al punto de juntos sanar todo y el que creció en el momento que nuestros hijos empezaron a llegar a nuestras vidas.

Jade y yo llegamos a encontrarnos en nuestro equilibrio, a volver a crear nuestra fórmula perfecta y la cual me hace sumamente feliz.






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