Capítulo 41.

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Ellie.

Antes del bautismo de Lukyan debía ir a una charla religiosa en la catedral donde se llevaría por la tarde. Mackenzie dijo que iba a acompañarme, pero esa mañana había despertado mucho más temprano de lo normal y para no molestar a mi prima, ni a su personal que también evitó que salga de ese castillo, igual hice lo que quise, busqué la aplicación de autos para que me lleven a la locación sin ningún problema.
Cuando estaba por pedir el vehículo, los grandes portones se abrieron dejando que un BMW  gris plomo salga y justo baja la ventanilla dejando que vea a Ignati.

Sonrío, él me mira y niega su cabeza divertido.

— Si no conoces Moscú, no puedes andar sola — habla.

— No quería molestar — reconozco.

— ¿Vas a la reunión en la Catedral? — muevo mi cabeza afirmando. — sube, también debo ir — agrega.

Camino a la puerta del acompañante subo y debo reconocer que me siento un poco nerviosa. Ignati no es cualquier persona, sino un gran amor del pasado que lastimé de la peor forma cuando trate de tocarlo sin su consentimiento. Sigo tan arrepentida de ese momento, que ojalá hubiera podido evitado hacer lo que hice.

— Hola — escucho una dulce voz.

Miro para el asiento de atrás, su hija estaba sentada en su sillita de bebé y me saludaba con una gran sonrisa.

— Hola princesa — la saludo.

— Amira es demasiado pegada a mí, además que le gusta despertar temprano y la llevo conmigo a todos lados — comenta Ignati poniendo en marcha el auto.

— Gracias por llevarme — digo al acomodarme mejor en el asiento de copiloto.

— No es nada, Ellie. Después de la ceremonia de hoy, vamos a compartir a Lukyan como padrinos — me recuerda.

Lukyan también es su ahijado.

— ¿Luky? — pregunta la niña.

Ignati la mira desde el espejo retrovisor.

— Si Luky, princesa.

— Mio, Luky, mio — determina frunciendo el ceño.

Es una ternura la pequeña.

— ¿Podemos compartir a Luky? — le consulto.

— No, mio — responde.

— Amira — murmura su padre.

— Un potito — agrega la pequeña.

Definitivamente es una ternura.

— Ella es muy unida a su primo, los dos se quieren mucho...

— Es lindo tener un primo de tu misma edad, compartes todo y uno aprende mucho.

— Ustedes eran un gran grupo de primos — acota.

— Si, bueno seguimos siéndolo a nuestra manera — afirmo.

Crecí rodeada de mis primos, tuve mucha afinidad con los que tienen la misma edad que la mía. Eso no quiere decir que con los demás no, sino que tuve mis tiempos, solo que cada uno estaba en otra etapa de sus vida.

Durante el trayecto a la catedral, Amira se pone a cantar las típicas canciones de niños, mientras Ignati se las pone en el reproductor del auto para que ella disfrute.
Varias veces lo observo, miro su perfil y como lleva su mano acomodando su cabello, tan concentrado en el camino, que ni nota que lo estoy mirando. Tres años pasaron de todo, sigue siendo demasiado lindo y esos aires de misterio que carga es su condimento perfecto.

La Fórmula Perfecta ( 7° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora