12. Corazón Indefenso

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"I've always tried to control things

In the end that's what controls me

Maybe that's why I'm controllin'"

Maybe that's why I'm controllin'"

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12. Defenseless Heart

Anhelaba que existiese algún botón para dejar de recordar el pasado o tal vez para dejar de sentirlo. La cuestión era que no quería seguir viviendo en él. Se había prometido a sí misma y a alguien más que viviría a lo grande su presente, pero se le estaba complicando mucho. Si no peleaba para salvar su vida, se encontraba torturándose con recuerdos nada agradables.

Y sabía perfectamente que tenía muchas memorías felices, emocionantes, excitantes de las cuales podría sacar fuerzas para seguir... pero eran más fuertes aquellas que la habían herido y también más recientes.

—¿Eres coleccionista de rocas ahora? —preguntó Willa al verla guardar sus piedras.

—No, estas son especiales —contestó, pasando de ella. No le apetecía soportar comentarios pasivo-agresivos.

—Sí que eres rara —murmuró.

Jessica se encogió de hombros e intentó seguir su camino.

—No me digas que tú también tienes alergia por la primavera —dijo, observándola atenta.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —cuestionó, confundida.

—Tus ojos están rojos al igual que tú nariz y escuché estornudar a alguien. Uniendo cabos, supongo que eres tú.

No era ella, pero era una buena excusa que Jessica no dejaría pasar, pues ni en sus más remotos sueños le confesaría a Willa que una tonta y tierna escena de amigos la superó.

—No soy alérgica a la primavera, al polvo si —se rascó la nariz—. Nada con lo que no pueda vivir.

Podía haber hecho algún comentario burlesco sobre Willa y su pijama con estampado de estrellas y lunas, recalcando que perdía toda su aura negra y terrorífica, pero realmente no estaba de ánimos.

Sin importarle lo que pudiera decir, se dispuso a salir por un poco de aire. Su concentración había abandonado su cuerpo, tanto que ni se dio cuenta que aquel ya reconocible olor a canela se colaba por su nariz una vez más, hasta que fue demasiado tarde. Wyatt estaba frente a ella.

Se mordió el interior de su mejilla, reprimiendo una sonrisa al verlo repleto de algodón.

—¿Otra guerra de almohadas? —adivinó Willa—. Ya van cuatro pares de almohadas que quedan sin relleno, para la próxima usarán piedras —advirtió, golpeando juguetonamente a su hermano con un trapo.

Desvió la mirada y simuló estornudar para marcharse de ahí ¿Hoy era el día de demostrar la unión o algo así? Porque si lo hubiese sabido, hubiera escapado antes.

𝓜𝓲𝓮𝓷𝓽𝓻𝓪𝓼 𝓛𝓪 𝓟𝓲𝓮𝓭𝓻𝓪 𝓢𝓲𝓰𝓪 𝓑𝓻𝓲𝓵𝓵𝓪𝓷𝓭𝓸 -Wyatt LykensenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora