Extra

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Do you know who you are?
Is it out of our hands? Tell me, tell me, tell me
How we made it this far?

 Extra.1. Miradas complicadas. 

Mirarse a los ojos nunca fue un problema.

Era tan fácil como la tabla del diez. Era tan fácil que ninguno de ellos se imaginaba un día hablar sin mirarse a los ojos y, si ese día llegaba, ambos sabían que las cosas irían muy mal. Sin embargo, sabían bien que ese era un problema irreal, por lo tanto, no habría nada de qué preocuparse.

—¿Preparados? —preguntó una voz vieja.

Ellos asintieron.

Se habían parado frente a frente en ese muelle desde hacía mucho tiempo, ya era algo habitual en ellos. Los ojos marrones de ella estaban bañados de unas intensas ganas de atacar, los de él también, pero había una pizca de burla en ellos.

—Tres...

Les encantaba batallar, perfeccionar sus técnicas y estar listo para cualquier situación. Para ella, siempre fue una especie de deseo y admiración, una pasión que nació al ver a la loba que hizo historia hace siete años y medio.

—Dos...

Para él, un chico tan sonriente y amable que no era capaz de matar a una mosca... no sabía muy bien porque lo hacía, pero lo disfrutaba.

—Uno... ¡Ya!

Un pitido se escuchó y él sonrió con grandeza al ver que ella saltó a atacarlo.

Siempre tan impulsiva.

Se le hizo complicado esquivar cada uno de los golpes que ella encestaba, pero, al menos, su gran fuerza le ayudaba a soportar sus puños.

Estaban acostumbrados a esos combates, era casi parte de su relación. Algunos susurraban —obviamente a sus espaldas, nadie era tan tonto para enfrentar a esos dos— que era algo raro que se divirtieran peleando con tanta intensidad. Ay, pero nadie sabía que, ni ella ni él, usaban todas sus fuerzas contra el otro. Buscaban ganar, pero nunca dañar gravemente al otro.

Que se vayan bien a la mierda —dijo ella cuando él le comentó los rumores que decían sobre ellos—. Qué me lo digan a la cara y ahí van a ver qué tan toxica soy.

Una sonrisita se escapó de los labios de él al recordar ese momento. Si alguien le preguntara, le diría que lo mejor de estar a su lado era la cantidad de anécdotas que recolectaban juntos.

—Ahg... —exclamó cuando sintió un ardor en su abdomen.

Hace unos cuantos meses sufrió una herida grave en dicha zona, la cual seguía un poco sensible. La mirada de ella se cargó de preocupación y culpabilidad. Supo entonces que era momento de acabar con el combate, enrolló sus piernas en la cadera de ella, como su entrenadora hizo alguna vez con su alfa, y la hizo caer al suelo. Rápidamente, realizó un movimiento para que ella quedará boca abajo e inmovilizó su brazo.

—Perdiste, bobita —susurró en su oído.

—Imbécil.

—Siempre tan cariñosa —rio, reforzando el agarre.

—Siempre tan estúpido.

—Otra victoria más, Will. Ween, otra derrota para ti.

—No hace falta que lo digas viejo, no soy ciega —soltó cuando fue liberada.

—Ween...

—Ya, ya. Cien flexiones de brazos, lo sé.

—Will, tú también.

𝓜𝓲𝓮𝓷𝓽𝓻𝓪𝓼 𝓛𝓪 𝓟𝓲𝓮𝓭𝓻𝓪 𝓢𝓲𝓰𝓪 𝓑𝓻𝓲𝓵𝓵𝓪𝓷𝓭𝓸 -Wyatt LykensenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora