EPÍLOGO

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Renata Roquer

—Tendrán ocultarse por un tiempo de todo el mundo —dice Maksim mirándome a la cara —, por el momento tengo a muchos de mi lado, pero esa parte que no lo está también es un peligro.

Adrik lo observa en silencio, está apoyado en la pared con los brazos cruzados.

—Podríamos hacerlo... —intenta intervenir Adrik, pero Maksim lo corta.

—No, debo encargarme de esto —contesta de inmediato —, tomará meses y el embarazo de Renata empezará a notarse.

Adrik y yo lo vemos con cierta sorpresa, ya que la noticia no ha sido dicha a nadie más que solo a Akran, quién fue el primero en sospechar.

—Dimitri cedía ante cualquier antojo tuyo, no me sonaba convincente de que tu apetito aumentará de esa manera y solo lo apunté a la situación más lógica —explica Maksim con detenimiento —, necesitas cuidar de tu bebé lejos de esta mierda.

Arruga un poco la nariz al sonar grosero, pero luego dibuja una sonrisa nerviosa.

—Hay demasiadas cosas que hacer... —digo. Tengo cierta esperanza de que podamos ayudar.

Soy la persona encargada de crear alianza entre Alemania y Rusia. Las disputas de territorios ya no serán iguales.

—Voy a encargarme de que puedas estar bien —asegura Maksim con una expresión neutral en su rostro para luego mirar a Adrik y asentir.

—¿Estás seguro? —pregunta Adrik.

—Sí, lo haré, la manera más cordial que es el diálogo no funciono, entonces a los que intentan meterse en mi camino y en el de ustedes serán cruelmente asesinados.

Maksim se acerca con pasos lentos sin dejar de mirarme.

—Me has enseñado lo que es sentir la calidez de una familia —dice mirándome fijamente y una leve sonrisa marca su rostro —, pudiste solo haberme aceptado en tu equipo y repudiarme por mi inmadurez del pasado, pero fuiste la que no me dejo de lado, gracias.

El recuerdo de la primera vez que lo vi hace siete años aterriza en mi mente con fuerza.

No puedo evitar abrazarlo con fuerza, mi mente señala que este podría ser uno que no volverá a repetirse en varios meses.

—Voy a extrañarte —digo con la voz quebrada, intento mantenerme a raya. Ni siquiera me percato, pero mi mejilla está completamente mojada por las lágrimas.

Maksim le da una de esas miradas de complicidad que dicen tantas cosas a la vez, ambos asienten mirándose y luego él se marcha de la habitación.

El corazón me late con fuerza, mi mente quiere acostumbrarse a la idea de ocultarnos. Aprieto las manos y trato de no llorar porque ni siquiera mis hermanos saben en donde estaré.

La tonta idea de que matando a Amaranta todo iba a estar bien y el final feliz llegaría rápido, fue absurda.

Logramos que Rusia cediera, pero no lo hicieron todos.

Maksim deberá asumir el cargo, aunque tiene gran porcentaje a su favor por el tema de que deshizo de varios, aún quedan los que insisten en que Adrik, sea quién los lideré y si llegan a enterarse de mi embarazo, intentarán arrebatarme a mi bebé para hacer de él un nuevo heredero o heredera.

La respiración se me atasca en la garganta y los latidos de mi pecho me indican que estoy perdiendo el control, pero me libero de ese aliento pesado que me dificultaba respirar, elevo la mirada al sentir la mano de Adrik sobre la mía.

—Estaremos bien —asegura atrayéndome a sus brazos y luego pasa su mano derecha en mi cabeza, me brinda ese toque reconfortante para que yo pueda encontrar tranquilidad en mi mente.

Inmarcesible Destino [H.R.M.A. |+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora