Capítulo 18

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A Abby nunca le gustaron los espacios pequeños, pero al tratarse de una situación de vida o muerte era su única oportunidad. Respiró profundamente antes de trepar por la escalera que la llevaría al último rincón de la casa que no había revisado: el pequeño ático Harrington. Según lo que Steve le contó alguna vez sirvió como un depósito, aunque solía esconderse ahí cuando era niño.

Tenía un presentimiento, y tal vez, en ese pequeño y sucio ático podía encontrar respuestas sobre Delilah Harrington. Era imposible que no existiera rastro alguno de la mujer en toda la casa. Ni en Internet. En ninguna parte. Abby creyó que el momento de tomar liderazgo había llegado. En especial cuando Steve parecía haber perdido la cabeza.

Desde que el buzón de voz de Eddie se llenó todo rastro de esperanza se desvaneció de su cuerpo, el resto del mundo dejó de importarle, y todo le daba igual.

Abby solía consolarlo mientras lo escuchaba llorar, o lo acompañaba cuando no deseaba hablar con nadie. Lo obligaba a ducharse y a comer, también a ver la luz del sol al menos durante unos minutos.

Steve estaba evidentemente deprimido y necesitaba una esperanza. Abby no podía hacer nada por contactar a Eddie, pero haría hasta lo imposible con tal de encontrar una pista sobre la madre de su mejor amigo. Con un poco de suerte, sería suficiente para irse de la vida de los Harrington para siempre.

Afortunadamente ella siguió adelante, visitó muchos apartamentos hasta que halló uno que podría ser del agrado de Steve - si tan sólo hubiera tenido ánimos para acompañarla - y ahora que se encontraba empacando sus cosas, aprovecharía en inyectarle un poco de esperanza a Steve.

No lo dejaría caer. Después de todo, él es su familia.

El ático estaba lleno de polvo y se concentró en no gritar cuando vio las telarañas casi rozando su cabeza. "Lo hago por Steve", se repitió una y otra vez a medida que gateaba por el reducido espacio en busca de una pista.

Libros, revistas, artículos, recortes de noticias, viejos discos de vinilo... Nada importante.

-Vamos Delilah, ayúdame a devolverle un poco de vida a tu hijo - susurró, esperando que si la madre de Steve podía escucharla, tal vez colabore con su misión - Joder. Esto me pasa por jugar a la detective. Soy inútil, soy una idiota que ni siquiera puede concentrarse en... ¿Sol?

Pequeño y delicado. Casi imperceptible, como el tatuaje de Steve.

En una de las esquinas de las paredes del ático Abby encontró una réplica del dibujo que su mejor amigo llevaba tatuado. Esa era la insignia de su madre. Con un poco de temor golpeó la pared, comparando los sonidos de un lado a otro, hasta llegar donde se encontraba el dibujo.

Hueco. Como si algo se escondiera dentro.

Su corazón latió con fuerza. Sabía que debía ser rápida, pues apenas los demás sintieran ruido tendría que dar muchas explicaciones. Por fortuna, Nicholas se encontraba fuera de casa al igual que Nancy, pero Ruby... No se fiaba de ella.

Sí, esa mujer se encargó de cuidar de Steve como si fuera su propio hijo, parecía amigable y cordial, pero ¿tras tantos años trabajando en esa casa no era capaz de darle un poco de información sobre Delilah?

¿Cómo seguía siendo la mano derecha de Nicholas? No estaba segura de lo que fuera, sin embargo, Ruby estaba en su lista de desconfianza.

Y sería la primera en intentar detenerla.

-Puedo hacerlo. Soy una Munson, está en mi sangre. Puedo hacerlo - se alentó a sí misma antes de golpear con todas sus fuerzas a la pared, sin mucho esfuerzo logró hacer un agujero, el cual trató de agrandar para revisar los oscuros secretos que albergaba, y también rezando para que no salieran insectos.

DISTURBIA (Steddie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora