Capítulo 24

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Ya no podían esperar más tiempo. Convenció a Abby de quedarse en su habitación en silencio hasta que sus padres despertaran, teniendo un poco de suerte estarían de buen humor, o al menos su madre se animaría a intentar preparar algo para comer, sin embargo, la hora del desayuno había pasado, y ambos seguían durmiendo en el sofá de la sala, totalmente despreocupados del estado de sus dos hijos pequeños.

Eddie rebuscó entre sus viejos pantalones, en busca de alguna moneda que pudiera servir para comprar algo para Abby, sin embargo, no recaudó el dinero necesario. Quizá no era tan tarde como para buscar a la señora Reid con las compras de la semana, o podando su césped...Ni siquiera quería que le diera dinero, sólo algo que le sobre para que Abby pudiera comer.

-Ponte un suéter, vamos a salir - le avisó a su hermana pequeña.

-¿A dónde?

-Iremos al parque - contestó y sonrió con ternura cuando vio que Abby no había anudado correctamente sus pasadores - ¿Necesitas ayuda?

-No, ya soy una niña grande, debo aprender a hacerlo sola.

-Para aprender necesitas que alguien te enseñe, Dory.

-Ya lo hiciste muchas veces y aún no lo consigo, papá tiene razón y soy muy estúpida - dijo haciendo un puchero. Eddie de inmediato levantó su rostro para conectar sus miradas.

-No - le indicó - No vuelvas a decir que eres estúpida, atar los pasadores es difícil, a mí me tomó mucho tiempo aprender.

-Sólo lo dices para hacerme sentir mejor.

-Tal vez - admitió - Aunque eso no significa que él tenga razón... No eres estúpida, haces lo mejor que puedes y me consta que lo intentas. Él podrá ser nuestro padre, pero no sabe nada sobre nosotros. Eres maravillosa, y no dejes nunca que sus ideas entren a tu mente ¿sí? - le pidió besando su frente - Ahora, mira bien - el niño de diez años se arrodilló para tomar ambos pasadores de uno de los zapatos, formando dos orejas con cada lado - Este conejito se fue de paseo - le dijo cruzando ambos lados - Este otro conejito lo fue a seguir - dio una pequeña vuelta antes de hacer el nudo - Y en el camino los dos conejitos se hicieron amigos. Ahora tú.

-¿Y si no me sale bien?

-Entonces lo volvemos a intentar - le animó.

Abby entendió a corta edad que su padre era un hombre sin paciencia, que siempre andaba enojado con ella, especialmente después de sus reuniones de negocios, o cuando bebía de unas extrañas botellas junto a su madre. Solían criticarla, insultarla y gritarle cosas hirientes, pero nadie se tomaba el tiempo necesario para explicarle cómo hacer bien todo lo que le pedían, excepto Eddie. Era el único que la trataba bien en casa, y siempre se preocupaba por ella, la defendía de su padre, y le prometió que pronto todo acabaría.

-¡Lo logré! - exclamó emocionada y su hermano mayor sonrió orgulloso.

-No olvides el suéter - le recordó, antes de abrir la puerta volteó para ver a Abby - Recuerda, debemos andar en silencio para no despertarlos, ¿sí?

Nada nuevo. El olor del cigarro mezclado con alcohol inundaba el pequeño hogar de los niños, habían botellas regadas por todo el suelo. Su madre yacía en uno de los sofás aún dormida, mientras su padre se encontraba sentado con la cabeza escondida.

Sí, otra vez inconscientes después de embriagarse, bufó Eddie. Vio que algunas botellas estaban rotas, por lo que prefirió cargar a Abby al salir.

-¿Qué día es hoy? - le preguntó Abby tomando su mano mientras caminaban.

-Sábado - contestó. La niña se detuvo - ¿Qué sucede?

DISTURBIA (Steddie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora