25 | hallucinations

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Megan suspiró cansada, sus brazos dolían y las piernas comenzaban a fallarle.

— ¿Te lo has pensado mejor? —preguntó Esther en su nuevo cuerpo.

— Ojalá pudiera pensar pero me duele todo todito. —se quejó.

Esther se acercó a la hibrida con un vaso que contenía también una pajita.

— Bebe. —le ordenó.

— ¿Cómo sé que no me envenenaras?. —pregunto desconfiadamente.

— Si te quisiera muerta ya lo estarías. —respondió honestamente la bruja.— Bebe o morirás de deshidratación.

— Reviviré. —aseguró.

Sin embargo Megan no pudo resistirse y con ayuda de la pajita se acabó todo el contenido del vaso.

Esther le quitó las cadenas, la híbrida cayó al suelo de golpe haciendo ruido. La bruja la ayudó a incorporarse para que se pudiera apoyar en una pared.

— ¿Por qué estás siendo agradable? Finn se ha divertido mucho jugando con su magia conmigo.

— Finn también te ha estado inyectando una mezcla de acónito y verbena, por si te preguntas porque no tienes fuerzas a pesar de ser una híbrida. —comentó como quien habla del tiempo.— Y sobre lo otro... no tengo ninguna razón para tratarte mal. Eres importante para mis hijos, lo vi anoche y por lo que me contó Finn. Eres el talón de Aquiles de dos de mis hijos, querida. Eso te hace importante, pero también a la vez un objetivo para todo aquel que quiera hacerles daño.

Esther le apartó un poco de pelo de la cara sudorosa a Megan, quien creía estar alucinando.

— Por ende te propongo cambiar de cuerpo. —siguió.— Podrías dejar atrás el ser híbrida, tus hijos no heredarían el gen. Podrías tener una buena y larga vida humana junto a quien quieras...junto a Klaus. —Megan intentó decir algo pero no tuvo fuerzas.— No trates de negarlo, querida. Soy su madre, vi como te miraba. Y créeme, la mirada nunca miente. —Esther se acomodo mejor en el suelo.— Aun estáis a tiempo, todos, de tener una buena vida. Una normal. —Megan cerró los ojos, tratando de mantenerse despierta. — Imagínalo. Tu y Klaus. Un par de niños. Una casa grande. Sin impedimentos. Sin enemigos. Elijah y Hayley visitando a los niños los domingos junto a sus respectivos hijos. Klaus seguiría su sueño de ser pintor y tu el de ser fotógrafa. Es perfecto, ¿verdad?

Diablos, claro que lo era. Era todo lo que Megan siempre había deseado. Era una propuesta tentadora, Esther le ponía en bandeja todo lo que siempre había anhelado. Resultaba imposible no pensar en aquella opción de librarse de todo, de comenzar desde cero, de decirle adiós a los problemas.

— Dejaré que lo pienses. —dijo Esther levantándose. Antes de salir se detuvo y la miro.— Ah, y disfruta del viaje.

Megan quiso preguntar pero pronto cayó inconsciente.

. . .

Megan abrió los ojos y se incorporó lentamente. Esta vez no le dolía nada. Cuando sus descalzos pies tocaron el suelo se dio cuenta que ya no estaba en el cementerio, estaba en una casa. De hecho parecía una casa familiar, habían fotos de una familia en la habitación en la que se encontraba, que Megan dedujo que era la de los padres/madres.

Salió de la habitación con la curiosidad saliendo de sus poros, pronto escuchó la voz de un hombre y la risa de un niño, seguido de unos pasos.

— ¡Mamá! —exclamó con alegría un niño rubio de ojos café corriendo hacia ella.

CURSED BLOOD | KLAUS MIKAELSONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora