i. hunters

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Megan pasó su mano por su barriga de siete meses mientras miraba el horno. Hope estaba sentada en su trona a un par de metros de su tía, chillo, llamando su atención.

— Parece que la señorita sonrisitas está feliz hoy. —dijo a Hope, quien balbuceo algo que Meg no entendió.

El ruido de algo cayendo al suelo hizo que Megan se girara asustada, la híbrida suspiro viendo la cuchara de madera en el suelo. Con lentitud camino hacia ahí y se quedó mirando la cuchara.

Ni siquiera podía verse los pies y estaba segura de que si se agachaba acabaría en el suelo sin poderse levantar ella sola. Sin embargo, con toda su seguridad se agarró a la encimera y comenzó a agacharse lentamente mientras que Hope la observaba boquiabierta.

Meg suspiro al darse cuenta que, efectivamente, no podía coger la cuchara y tampoco podía volver a levantarse. La puerta de la cocina se abrió, a la híbrida no le hizo falta mirar quien era, sabía exactamente quién había entrado a la cocina.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó aquella voz que hacía meses le encantaba.

La chica no lo miró, tampoco emitió palabra. Quizá era infantil de su parte, pero estaba dolida con Klaus, y que al igual que Elijah, no se hablaba con él.

El rubio no se había disculpado por lo de aquella noche, algo que hacía que cada vez que Megan lo mirara le doliera e incrementara el odio que le tenía. Se suponía que tanto Hayley como ella le importaban a Klaus, y este no se había sentido culpable por lo que les había hecho y tampoco había tratado de excusarse.

Klaus actuaba como si no hubiera pasado nada y eso deterioraba cada vez más la relación con sus familiares.

¿Cómo se podía ser tan cruel? se había preguntado Megan muchísimas veces. Debería estar agradecido con ella y Elijah, dado que sin ambos hubiera perdido la coherencia y se hubiera sumido en una triste soledad.

La mano de Klaus apareció en el campo de visión de Megan. La castaña alzó la mirada, encontrándose con los ojos azul cielo del hombre al que había querido anteriormente.

— Déjame ayudarte. —pidió. La embarazada no respondió.— Por favor, bonita. —rogo.

Megan contuvo el deseo de cerrar los ojos y dejar fluir los buenos recuerdos que le venían a raíz de ese apodo. Con indecisión tomó su mano y Klaus la ayudó a levantarse con lentitud y cuidado.

La castaña se separó del rubio con rapidez cuando ya estuvo en pie, acto que hizo a Klaus suspirar.

— ¿No vas a hablarme? —pregunto sabiendo que no iba a recibir respuesta.

Megan se dio la vuelta, dispuesta a coger a Hope y salir de la cocina.

— Megan, por favor...bonita...

La híbrida se giró, enfurecida.

— No. —negó.— Perdiste el derecho de llamarme así al traicionarme.

— Lo siento.

— ¿El que? —preguntó retóricamente.— ¿Aliarte con el enemigo?, ¿convertir a la madre de tu hija y mi hermana en loba?, ¿ser tan cruel que ni siquiera te sientes mal por ello?

— Escucha, Meg...

— No, escúchame tú a mi. —le ordenó con frialdad.— Estoy embarazada de siete meses y mi marido no ha podido acompañarme a ninguna de mis citas médicas, no ha podido ver a nuestro bebe, no ha podido ver como se movía, no he podido comprar vestidos de premamá con mi hermana, y muchísimas cosas mas que no han pasado por una razón: tu. —lo señalo.— Por tu estúpido egoísmo has privado a un montón de gente de cosas, y ya no hablo de mi, hablo de Hayley, a quien le has impedido ver crecer a Hope, sabiendo lo mucho que esto le dolería.

CURSED BLOOD | KLAUS MIKAELSONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora