Capítulo 16

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Capítulo 16

Galletas de la no fortuna

"La forma más común en que las personas renuncian a su poder es pensando que no tienen ninguno."

-Alice Walker

Viernes 04 de abril del 2022

El poder... ¿Qué es?

¿Según mi profesor de Derecho? tener la jurisdicción suficiente para ejecutar algo.

¿Según yo? Aquello que hacía mucho no tenía.

Hacía ya tanto, pero tanto tiempo que había creído tener poder, ni que hablar del valor. No recordaba la última vez en la que me había sentido fuerte, capaz de lograr lo que me propusiera, o que me creyera con la suficiente capacidad de hacer algo bien.

La luz de la mañana había logrado abrir mis ojos. Como una serpiente, retorcí mi cuerpo sobre la cama hasta lograr levantarme. Caminé al baño y tomé mi uniforme en el mismo lugar en el que Blanca siempre lo dejaba. Con mucho cuidado limpié mi hombro y lo vendé, esta vez sin hacer tanta presión y evitando apretar demasiado el vendaje.

Hoy sin duda, sería un día largo. Eso podía presentirlo en el ambiente. Tomé mi mochila y salí de casa. El día, a diferencia de los anteriores esta vez estaba soleado, a pesar de ser relativamente temprano ya era muy caluroso. Caminé con lentitud y tratando que mis pasos fueran seguros.

Me seguía sintiendo agotada, mi hombro todavía era molesto. Dolía al ser golpeado por el aire.

¿Por qué no optaba por algún medicamento? Mi estómago ya estaba gravemente dañado, por lo que un simple jarabe para la tos era rechazado de forma abrupta. La mayoría de las veces a manera de vómito, lo cual solo dañaba mi esófago. Por eso desde hacía año y medio ni un solo medicamento había sido ingerido por mí. A pesar de ello mi cabeza no dolía, extrañamente, eso era ya una ganancia buena.

Una vez llegué al colegio, caminé hasta el aula de Matemáticas. Mi mirada al entrar se posó sobre el único chico que se encontraba dentro. Caminé hacia él, mientras le observaba con cautela. Seguía pálido y bastante ojeroso. Podía ver esas bolsas demasiado pronunciadas debajo sus ojos. Más que ayer...

Me senté a su lado:

—Hola, Benedict, ¿cómo estás? —le saludé.

—Hola, Lu —dijo en voz baja, tanto que apenas logré escuchar.

Nos quedamos en silencio, él solo miraba hacia abajo y con un gesto cansado. Su agotamiento también estaba presente, de alguna forma estaba ahí.

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora