Capítulo 21

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Capítulo 21

Los de Thriller

"Que piensen lo que quieran, pero no pretendía ahogarme. Tenía intención de nadar hasta hundirme, pero no es lo mismo."

-Joseph Conrad

MARTES 12 DE ABRIL DEL 2022


Me desperté de golpe y lo primero que me hizo caer en cuenta sobre que ya era otro día fue el dolor asqueroso de cabeza. Parecía que mi cabeza quería estallar en aquel instante sin importar lo que pasara.

Solo al moverme y abrir los ojos me mareé de una forma tenebrosa e inquietante. Abrí y cerré los ojos en repetidas veces, hasta percatarme de que estaba en el auto todavía, las luces exteriores me lo confirmaron. Jadeé hasta poder sentarme sobre el asiento y entonces admiré mejor mi panorama armonizado por el dolor de cabeza.

El cielo todavía estaba oscuro y el aire me golpeaba, no podía ver nada más. Estábamos en la misma esquina en la que habíamos dejado el automóvil la noche anterior antes de ir al bar

A mi lado izquierdo estaba acurrucado, pero con dirección hacia la otra ventana, el chico pelirrojo, durmiendo.

Me le quedé mirando, se veía cansado. Pero no triste, su gesto estaba completamente relajado.

¿El alcohol le habría dejado dormir?

—Ben —le llamé con la poca voz que logró salir de mí. —Benedict — le llamé de nuevo.

No movió ni un solo musculo.

Con toda la fuerza del mundo luché por encontrar mi mochila negra. Saqué de ahí mi celular y maldije en cuanto vi la hora.

—Benedict —volví a llamarle mientras le sacudía la camisa. —despiértate —le llamé de nuevo.

Soltó solo un leve quejido con la boca cerrada y apenas abriendo los ojos para luego voltearse frente a mí.

—Ben, despierta...

—¡No me grites, por favor! —dijo con enojo y empezó a tallarse los ojos con las manos.

Pero no había gritado, no tenía voz, él sí había gritado.

—¿Cómo te sientes? —pregunté una vez que le vi hacer un gesto de asco.

—Solo... —Fue lo único que dijo, pues luego abrió lo más rápido que pudo la puerta a su lado para sacar la cabeza y empezar a vomitar.

—Mierda —solté al escuchar el sonido de sus jadeos.

De solo escucharlo las náuseas se me hicieron presentes, pero el dolor en mi cabeza era mayor que ganó. Pero, aun así, me tapé la boca con la mano para evitar vomitar. Unos cuantos segundos después metió de vuelta la cabeza al auto. Le pasé una camiseta para que se limpiara la boca.

—¿Qué hora es? —preguntó, todavía tapándose la boca con las manos.

—Las cuatro de la madrugada —dije cerrando los ojos y abriéndolos al instante. —¿Quieres un suero? Estás muy pálido —abrí la puerta a mi lado.

—Si, pero no vayas sola. Estamos en la ciudad todavía, esto no es el pueblo —advirtió—. A parte tú también pareces muerta viviente.

La ciudad parecía no dormir nunca, en el trayecto de vuelta las luces eran demasiadas, los automóviles llenaban las autopistas, adornaban los estacionamientos de los restaurantes, las personas iban de un lado a otro paseando en el medio de las luces y sin pensar en dormir .

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora