Capítulo 13
Sereno
"Ayuda, lo he vuelto a hacer. He estado aquí muchas veces antes. Hoy me lastimo de nuevo. Y lo peor es que no hay nadie más a quien culpar."
-Sia Furler
Culpa, odiaba la culpa.
Siempre mi vida parecía reducirse a ello, a quien tenía la culpa y quien no. Y como siempre, yo tenía la mayor cantidad de culpa en muchas cosas que ocurrían. En el último año de preparatoria había tratado de darme cada crédito culpable, haciéndome creer que todo lo que me pasaba era parte de un castigo producto de mis malas decisiones.
Abrí poco a poco los ojos, no había luz que me lastimara, estaba en una habitación oscura y en silencio. Traté de encontrarle sentido moviendo mis manos, estas hicieron contacto con tela, una tela suave que reconocí al instante por su textura, estaba en mi habitación.
Me levanté con dificultad, pero había un objeto a mis pies que no reconocí. Caí sentada al suelo de culo, quejándome al instante. Como pude luché por encontrar la mesita de noche para hallar la lámpara. Segundos más tarde mis dedos encontraron el botón de encendido y lo apretaron desesperadamente. La luz se hizo presente, al fin dejándome comprobar que estaba en mi habitación, en cuanto observé a mí alrededor pude ver las paredes blancas con cortinas grises.
Cuando volvimos de Italia papá me preguntó como quería mi habitación. En el colegio recuerdo aprender que el color blanco significaba paz, esperanza y plenitud, así que ante la pregunta de mi padre mi mente solo unió ambas ideas.
<<—Quiero las paredes y todo blanco, papá. Todo estará lleno de esperanza, quiero que sea la habitación más linda de todas>>.
Mi idea era que al tener todo de color blanco lograría que mi vida fuera igual de buena que la cobertura de la pintura, igual de blanca que la paz, que yo tendría una esperanza más fuerte y mi vida tendría total plenitud.
Confieso que por unos cuantos años llegué a creer que era posible. Todo iba bien, mi vida tenía calma...
Pero hace dos años traté de cambiar las cortinas, por otras grises que yo misma puse, regalé los muebles blancos y pedí otros negros y grises.
Aunque las paredes continuaron siendo blancas debido a que, en algún punto de mí, todavía quedaba la esperanza de querer tener una vida igual de blanca. Llamando de alguna forma sobrehumana a que lo bueno volviera de nuevo.
Pero a quien engañaba, aquello no era posible, las cosas cuando se rompen jamás regresan a lo que eran. La gente no podía volver a la vida una vez estaba muerta, eso lo sabía, así como el caos no podía volver a ser luz y yo jamás volvería hacer la misma.
Escuché la puerta abrirse a mis espaldas junto a un leve rechinido y unos pasos, mientras me veía en el suelo.
—Hija, ¿qué haces ahí? —escuché esa voz tan masculina y a la vez tan dulce.
Me levanté del suelo y le miré...
Mi padre, Luca Rizzo; un hombre de alrededor 35 años. Sí, papá era bastante joven cuando yo nací, otra de las casi normas de Vale. En Vale era muy común ver matrimonios jóvenes, muchos que tendían de crear lazos influyentes, de dinero e incluso de contactos. Muchos jóvenes se volvían al matrimonio, muchas veces sin sentir amor, debido de la presión de sus familias. Había incluso quienes para afianzar más esos lazos eran obligados a tener hijos, convertirse en padres y tener que convivir juntos de por vida. Desgraciadamente vivir esa clase de vida para los ancianos del pueblo de Vale era algo que era la voluntad de dios, pues así excusaban que aquello se normalizara de mala manera.
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Lentejas | Secretos Eternos
RomanceLentejas: Secretos Eternos. La historia mal contada de una villana. Primer libro de la saga Amar Eternamente. Están prohibidas las copias o adaptaciones. Lucciene Rizzo, una italiana que ama las lentejas y la música. Vive en un tormento interno...