Capítulo 30

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Capítulo 30

Maldita costumbre

"Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros, lo que hacemos por los demás y por el mundo permanece y es inmortal."

-Albert Pike

****Hay una notita algo larga al final del cap. Pueden saltarla o leerla, no perjudica a la historia, aunque si pueden, léanla***


Estado: Mi cerebro estaba todavía peor que los anteriores días. No tenía cabeza para pensar, para suponer, ya no tenía ánimos de cuestionarme o de si quiera querer planear algo.

Antes amaba hacer planes, más si se trataba de planes de vida. Imaginar las miles de posibilidades para mi futuro. Las horas se me podían ir, mientras me quedaba inmersa en la imaginación. Así era hace año y medio.

Pensaba que cualquier decisión que tomara podría guiar el rumbo de mi futuro y disfrutaba de pensar los millones de opciones de destinos preciosos que podría haber para mí. Pero luego empecé a creer que el solo hecho de tener un futuro ya era demasiado pedir para mi vida, dejé de soñar y empecé a tomar decisiones sin meditar, creyendo que darían igual. Supongo que dejé de ser aquella niña de quince años que amaba soñar y pensar en su futuro.

Lo único que quedaba era una adolescente asustada, temerosa y con mucho caos dentro que no sabía por dónde empezar a resolver, como seguirlo o si quiera que camino empezar a tomar. Una pequeña niña era lo único que me quedaba, que le temía al pasado y al futuro de igual manera.

El hecho es que una cosa era pensar por horas y otra muy diferente llevar a cabo las decisiones que creía que eran buenas. Quería volver a ser ella.

<<Lucciene de 15 años, ¿Puedes volver? Necesito que me abraces, tú si sabrías que hacer o como empezar a solucionar esto. Perdóname, no pude salvarte.>>

Mi mente andaba dando varias ondas sobre si misma dentro de mi cavidad cerebral. Había desayunado un poco de sopa de verduras no sin antes tomar los antiácidos como me habían recetado, sentía bastante raro y mi estómago era otro, que notaba el comienzo de esa gran batalla necesaria en mi vida. Podríamos con ello, no sabía cómo, pero podríamos.

Me desperté a las tres de la madrugada, estuve observando por horas el techo, a oscuras. Con miedo, con ansiedad.

Tan pronto como llegué al instituto hundí mi cabeza entre la pequeña bolsa de plástico que había llevado conmigo. Dentro de mí había una sensación diferente, podía jurar que sentía algo acomodándose, llámenme loca, pero así se sentía.

A veces, los comienzos parecen ser la parte más desordenada de todo. Pero eso no significa que todo se vaya a quedar así, siempre hay una forma de acomodar las cosas. Aunque muchas veces acomodar las cosas conlleva aceptar, incomodarte y sobre todo sufrir en el camino.

La primera vez que armé un rompecabezas, fue junto a mi abuelo Rafaello. Era de 300 piezas, de Barney el dinosaurio, él me lo había regalado.

Prometió armarlo junto a mí. Cuando empezamos a armarlo, todo estaba patas arriba. No lograba formar la cola de Barney, el fondo de la casa de granja estaba chueco. Las esquinas estaban incompletas y el viejo Raffaello se divertía mientras me frustraba.

Sentado en un sillón igual de viejo que él. Con un puro en la mano y observándome con una risa:

—¿Qué pasa, mi Lorito?

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora