Capítulo 36

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Capítulo 36

El control

"Tengo una pequeña tarea para ti. Ve a casa y tócate. Vive un poquito."

-El cisne negro.

Soñaba con aquello algunas veces, con la plenitud que se negaba a volver a mi cuerpo, con el placer que no me visitaba.

¿Para ti que es el placer? ¿Se le puede llamar placer a algo que solo te hace sentir bien y ya? ¿O es algo más?

¿El placer es eso intangible pero que viene de lo tangible?

Para mí, era algo que llevaba tiempo sin sentir:

Abrí los ojos, topándome con esa oscuridad silenciosa de a mitad de la noche. Me sudada la frente y esa extraña sensación de comodidad estaba en mi cuerpo.

¿Era real lo que estaba sintiendo?

Estiré los músculos y con un cuidado extremo me bajé de la cama, caminando entre la oscuridad, buscando la puerta del baño. Cuando encontré la manija la giré y encendí la luz tan pronto como cerré la puerta.

Suspiré y me miré al espejo.

¿Podía volver?

Suspiré y en tanto me lamentaba de encontrarme con una decepción, me senté al inodoro, me acomodé bajándome la ropa interior. Y había regresado, por eso era la sensación. Cuando miré hacia las pequeñas bragas amarillas que tenía entre las piernas, pude ver que estaban humedecidas, por aquello que me hacía tanto tiempo no me hacía sentir ese bienestar. Luego de una enorme cantidad de tiempo había tenido uno de esos sueños que excitan el alma, empezando por la intimidad corporal y terminando con la sensación de sentir que todo vibra y hierve, empezando por el interior.

¿Finalmente todo estaba volviendo a la normalidad?

Llegué a pensar que todo ese caos se había llevado incluso mi libertad corporal, pero podría estar equivocada. Me volví a acomodar la ropa interior y salí del baño, regresé a la cama y entre la misma oscuridad abrumadora contemplé hacia la nada.

¿Acaso podía?

Los últimos días habían sido recurrentes aquellos sueños que daban comodidad, no lograba recordarlos, porque solo tras minutos de despertar se esfumaban entre las paredes sin que pudiera impedirlo.

Con duda, busqué el cierre de mi pantalón, entre las sábanas blancas que me arrullaban. En cuanto lo encontré, me tomé el tiempo de bajarlo con sutileza, mientras suspiraba y cerraba los ojos. Sentí la tela de la braga que cubría aquello de lo que en tanto tiempo no había buscado. Froté mi mano contra la suavidad de la tela y luego de unos segundos moví el amarillo de la tela, rozando directamente con esa piel delicada que estaba debajo.

Pero, aunque sentí ese contacto, el mío. La calidez del momento se había ido. No sentí nada, no hubo alguna energía que me llegara y me hiciera sentir bien. Solo fue seco, tan seco como lo estaba ya todo.

Suspiré con frustración, alejándome de allí, acomodando la ropa y subiendo aquel cierre. Un pequeño bufido salió de mi boca y se escuchó en el medio de esa oscuridad.

¿Y si no podía volver a hacerlo?

Mucho antes de qué mi nombre significara caos, todo era diferente. Me parecía absurda la capacidad del cuerpo de volverse placer, cuando todo era diferente a esto. Como el cuerpo era capaz de provocar esa sensación que uno mismo puede proveerse, la del placer.

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora