Capítulo 49 (Final)

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Capítulo 49

Secretos Eternos

Jueves 21 de julio del 2022

Tiempo actual: Narra Lucciene.

Me dolía aceptar un simple hecho:

Que nuestro caminar por la vida lo único que era fuera un paseo, en ese camino en el que pareciera que a cada paso nos vamos esfumando de la realidad. Esfumándonos de entre todo ese humo en el que se encuentra sumida la vida con todas las tantas almas van por allí.

En una ocasión había decidido ver la saga crepúsculo, era verdad que no era tan fan, en ese entonces, pero la vi. Una noche de invierno, en la que el viento frio amenazaba con tirar los vidrios de las ventanas de casa.

Estaba en la cama, envuelta entre las sábanas, con una taza de chocolate caliente entre mis manos. Recuerdo lo mucho que reí al ver la escena en la que Bella muere y Edward parece querer comérsela viva entre tanto mordisco.

Luego meditaba, pero era el amor de su vida. Claro que haría hasta lo imposible.

Aquello me hacía volver y volver a pensar una y otra vez en lo triste que es la muerte. Vaya que lo era, que al final todo se resumiera a lo mismo.

¿Pero?

¿De qué se trataba lo que estaba presenciando? ¿Muerte no era?

Luego de encontrar una bata para cubrir mi cuerpo mi mente ya bastante agotada luchaba por encontrar las razones justas, pero por más que luchara por ello...

No entendía ni media lenteja cocida.

—¿Qué pasa, Lucie? ¿Tienes miedo? —preguntó ella mirándome todavía.

Su mirada era diferente, pero era exactamente tal y como la recordaba.

Luego giró sobre su propio eje y salió de la habitación. Salí de ahí corriendo tras ella, mientras bajábamos las escaleras. Yo fui seguida por el pelirrojo, quien apenas estaba logrando subir el cierre de su pantalón.

Llegué y la miré, estaba en la cocina, frente al refrigerador, bebiendo una taza de café.

Era ella, era Carina. Mi prima.

Mierda, que si la cabeza no parecía ser un remolino.

Una vez tragó su sorbo de café y apartó el borde de la taza de su boca, ella me miró de reojo.

—¿Te dan miedo los muertos, Lucie? —preguntó y yo le di una mirada de confusión en su máximo esplendor —Que suerte que no soy uno —suspiró— vaya que te la pasaste bien sin mí —miró al chico detrás de mí, quien luchaba por vestirse.

—No entiendo nada —dije con el poco tono de voz que salía de mí.

—Claro que no entiendes nada —sonrío con una mirada psicópata —tú nunca haces nada —soltó— ¿Cierto, Lucecita?

Mi mente, estaba total y verídicamente desorientada.

Lucecita: esa palabra se había vuelto un tono de alerta cada, que la escuchaba salir de la boca de alguien. Pues así era como Nancy me solía decir.

Sentí un asco enorme invadirme.

—Esa noche debí dejar que ella te hiciera daño.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Ben— explícame porque demonios estás viva cuando ella te vio morir —lo dijo con miedo.

El mismo miedo que estoy segura yo también sentía.

—No, mejor dicho; cuando casi me dejo matar por salvar a esta hija de puta —me miró. —Debí dejar que murieras, de verdad —me soltó en la cara —de saber qué harías esto —nos señaló ambos y volvió a darle otro sorbo al café.

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora