Capítulo 34

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Capítulo 34 

Tres estrellas y un juicio

"Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul (...) Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar."

–Juan Rulfo

29 DE ABRIL DEL 2022


La última vez que había visto el mar había sido en mi bello Mar de plata. Todavía los recuerdos de ese aire tan limpio y armonioso seguían latentes.

Una cosa me daba mucha tristeza y es que nunca logré visitar el mar junto al abuelo. El viejo le tenía fobia por alguna extraña razón a las playas y jamás lo comprendí. Cuando mi abuelo solo sentía el aíre marítimo se ponía a temblar, su rostro tintaba a rojo del miedo que le causaba solo sentir que estaba cerca del mar En cambio, con la abuela había ido cientos de veces. Ella amaba el mar, nadábamos durante horas y para la noche admirábamos juntas ese hermoso atardecer en tonos naranjas, recogíamos conchitas marinas de la playa, descalzas, dejando que nuestros pies sintieran la frescura arenosa que producía cosquillas en la planta de los pies cuando dejabas de moverte.

—Llegamos —anunció el chico mientras abría la puerta del automóvil

La casa a la que habíamos ido tenía la vista justo hacia el mar.

—Es precioso, ¿no? —preguntó mirando cuando ambos nos bajamos del automóvil.

—Lo es —afirmé.

Apenas iba amaneciendo. Esa combinación de tonos naranjas y tenues a lo que parecía ser el límite del mar, era una obra de arte visual. La entrada triunfal del sol a un nuevo día, donde la noche junto a su melancolía dejaba el mundo, para que este se iluminara con luz.

—Cuando era pequeño venía junto a mis abuelos —dijo mientras caminaba hacia la puerta de la casa, esta era de color blanco, tenía ventanales transparentes enormes por los que se lograba ver parte del interior—. Luego las miles de juntas lo único que hicieron fue reducir este lugar a una casa abandonada —miró hacia el interior —. Ven —me dejó pasar una vez abrió la puerta.

Lo primero que miré fue una sala, con muebles negros dando vista hacia los enormes ventanales que había delante, donde se podía ver el mar, a un lado de los sillones de piel estaban unas escaleras color café, el decorado de la casa era similar al de la casa de Benedict, de colores cafés, con acabados minimalistas en las paredes y columnas y algunas que otras fotografías a blanco y negro colgando por las paredes.

—¿Qué te parece? —preguntó.

—Se ve increíble.

Escuché algunos golpes en la puerta de madera a lo que el chico apartó la mirada de mí y se fue para abrir la puerta. Me quedé en el mismo sitio, observando la puerta abrirse.

Mi cara de emoción fue incontenible en cuanto los miré entrar.

—Lu —corrieron mientras iban hacia a mí y una vez llegaron me abrazaron dando saltitos a mi alrededor.

Sonreí y acepté sus abrazos.

—Hablé con Irene y no tuvo problema con que Amanda y Marco salieran para acompañarnos. Vendrán por ellos hasta la noche —dijo sonriendo el chico.

—Te extrañamos —dijo Amanda.

—Yo también les extrañé —afirmé.

—Quédense así, se ven preciosos —soltó Ben —. Les tomaré una foto.

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora