Capítulo 22

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Capítulo 22

Punto y coma

"Parece tímido como un conejo, pero lleva dentro un lobo."

-Yojimbo, película

MIERCOLES 13 DE ABRIL DEL 2022


Hablar sobre cómo me sentía tenía sus buenas consecuencias. Luego de mi crisis en el club mis amigas se quedaron conmigo por el resto de la tarde, me acompañaron a casa, pedimos pizza y vimos películas hasta el anochecer. Claro que había evitado hablar sobre las marcas en mis hombros y sobre el hecho de estar guardando comida, que se supone había logrado comer. A pesar de todo eso, me sentía un poco mejor y llevaba mucho tiempo sin sentir esa paz.

—¿Por qué a veces las personas buenas hacen cosas tan malas? ¿Son o se hacen malas personas? —pregunté.

—¿Por qué siempre que creo que me he librado de ti me equivoco?

La mujer de nuevo detrás del mostrador estaba ingresando el código de los libros en la computadora.

—Duele cuando alguien te hace daño. Más si lo quieres tanto, creo que entre más quieres a alguien, más daño puede causarte —susurré.

—Ay, dios. ¿Cuál es el drama ahora Santa Lucciene de los pobres y abandonados?

—Ninguno, pero alguien tenía que decirlo.

—Pensé que no volverías —dijo mientras digitaba una cifra en el teclado.

Observé sus rizos rebeldes color negro volar en el aire, me encantaba cuando no era necia con traer el cabello lacio y lo dejaba ser. Su cabello, a pesar de ser en rizos y estar alborotado a veces, se veía tan perfecto. Amaba cuando se lo dejaba suelto.

Me gustaba mucho el cabello de Paula.

—No había tenido tiempo de venir a verte ¿me extrañaste? —le pregunté.

—No te extrañé, pero... vi las fotos de la feria. Estabas muy hermosa —soltó.

—Vaya, hoy va a llover. ¿Y ese halago?

—No empieces —rodó los ojos.

—Pau linda y bella... —empecé.

—¿Ahora qué?

—¿Sabes si lo de la profesora Connor y Fernández continua?

—Lucciene, eso a ti que te importa.

—Ya sabes como soy, amo meterme donde nadie me llama.

—Creo que ya se acabó, ella estaba llorando el otro día cuando él no le respondió las llamadas. Pero ya conoces a Fernández, no es de una sola mujer, pedirle a ese hombre que se acostumbre a una sola vagina es como pedirte a ti que dejes de venir a molestarme.

—Eso duele y no a mí precisamente.

—Que no te interese, deja ese tema.

—Tú no sabes la de cosas que me dice Fernández. En cada clase me hace muecas o indirectas sobre mi físico, como niño pequeño. Solo soy un poco más baja que las demás, tampoco es que tenga enanismo y aun así no tendría por qué hacer eso. Cuando pasa asistencia finge no verme y luego dice que es porque tengo una estatura común...

—¿Común? —preguntó.

—Común duende...

Ella reprimió una leve risa. Evidentemente omitía contarle los insultos reales que Fernández me decía.

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora