Capítulo 19

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Capítulo 19

La lista de mis amores

"Descubrí que el parentesco no es una garantía de amor y que me faltaban razones para defender a Harald."

-Los hombres que no amaban a las mujeres.


—Los enfrentamientos continúan, Sicilia está sembrada de miedo. Ayer por la noche dos cuerpos fueron abatidos en el centro de la ciudad. Un ajuste de cuentas nuevamente deja una pérdida de vidas inocentes, entre ellos un niño de seis años. El paradero de los miembros de "la nostra famiglia continúa siendo un enigma para las autoridades italianas. Así como el rostro de los cabecillas de esta mafia, quienes no han podido ser identificados, pero siguen aterrorizando las calles."

Mierda, la boca se me secaba de solo leer aquello en la nota del periódico digital.

Dos personas inocentes, muertas. A manos de esos mafiosos hijos de puta y entre ellos un niño.

Afortunadamente nadie de mi familia estaba en Sicilia. La abuela Alessa vivía en Nápoles y cuando papá estaba de viaje siempre llegaba a esa ciudad. Aun así, eran pueblo italiano y yo pertenecía a ellos y aunque no los conociera, me dolía lo que pasaba. Sí tan solo el mundo, no estuviera tan podrido.

El brillo del sol me hacía pensar que el día sería menos amargo. Por lo menos en Vale. Que el sol y las nubes determinaban mi día, esa era solo mi perspectiva, para así tener buenas expectativas.

Este era el cuarto año en el que pasaba la pascua sola. Por alguna razón en alguna ocasión mi padre discutió con mi abuela y debido a ello la siguiente pascua, ellos optaron por no aparecerse por casa. Desde entonces no los había visto de nuevo. Ni para el funeral del abuelo Rafaello, no me fue permitido viajar a Italia, solo pude ver la cobertura desde la televisión. Así fue, apenas se supo su muerte y la forma en la que murió, los medios de comunicación acapararon el lugar, haciendo que así fuera peligroso para mí despedirme de él.

Por otro lado, no era convertida a la religión, pero me hacían feliz algunas celebraciones. Mis abuelos si lo eran, por lo que respetaban al pie de la letra la cuaresma, pero yo nunca supe él porque no me convertí a la religión.

Papá no vendría, por supuesto, me había avisado meses antes que tendría una conferencia en Nápoles; para un nuevo y potencial contrato de publicidad que ya estaba firmado y darían a conocer al mundo.

—Nunca me dijiste que hacer huevos de pascua llevaba tiempo —se quejó Benedict a mi lado, tallándose los ojos y bostezando.

—Nunca me preguntaste.

—Ahora la que parecería muerta viviente serías tú. No pienso ayudarte a repartirlos —sentenció y puso la manta blanca encima de su cabeza para luego acurrucarse sobre su pupitre y fingir dormir. No sabía de donde había sacado una manta. 

Miré con nostalgia la pequeña cesta que habíamos hecho. Para mí era una tradición repartir huevos de pascua a la gente del instituto. Pero tomando en cuenta mi situación actual, me lo había replanteado varias veces antes de decidirme.

Lo que había hecho el día de la feria me tenía pensando en que no era suficiente. No quería vengarme de nadie ni mucho menos, solo demostrar que no había pasado nada. Aunque fuera una cruel mentira, pero fingir a lo mejor me ayudaría un poco. Tampoco me les plantaría a darles un huevo de pascua como si nada, a algunos de ellos. Pero mi brazo iba sanando, estaba ya cada vez mejor y aunque mi apetito no quería volver, eso no me desanimaba tanto.

Lentejas | Secretos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora