8

87 3 1
                                    

Gabriel

Hubiera dado cualquier cosa por tenerlo conmigo al menos una hora más, pero, si se quedaba, mi cabeza iba a empezar a molestarme. Lavé los plato lo más rápido que pude para encerrarme en mi cuarto más tiempo. Noé estaba acostado en mi cama bajo un rayo de sol que se colaba por la ventana. Saqué mi celular y lo miré brevemente, tenía un mensaje de Facu, pero decidí mirarlo después, necesitaba tener un rato solo. Saqué a Noé de mi habitación dejándole algo de comida para que me diera el tiempo que necesitaba solo, al menos un rato no maullaría del otro lado de la puerta intentando entrar. Cerré la cortina lo mejor que pude, me senté en la cama quedándome con la cabeza justo debajo de la ventana. Dejé que mi imaginación volara mientras desabrochaba mi pantalón. Primero era Santiago el objeto de mi fantasía, pero, a medida que mi mano se movía más rápido, su figura se desdibujaba para darle paso a Manuel. Cerré los ojos. Ahora lo quería a él, quería que él fuera quien pasara las manos por mi cuerpo, que ahora ardía de deseo por aquel pensamiento. Me mordí el labio moviendo mi mano más rápido. No quería hacer ningún ruido, aunque estuviera solo, el sonido dejaba en evidencia aquel pecado que estaba cometiendo. Manuel era quien me tocaba en mi fantasía, quien me hacía retorcerme, quien me pedía que guardara silencio como si pudiéramos ocultarnos de Dios así. Su mano, un poco más grande que la mía, rodeaba mi miembro y la movía con rapidez. Mis músculos se tensaban, estaba llegando a mi límite, sentía que ya no podía aguantar más. Mi bajo vientre se contraía cada vez más hasta que por fin eyaculé. Abrí los ojos con la respiración ligeramente agitada, casi esperaba poder encontrarme con el rostro de Manuel pegado al mío a punto de besarme, pero no había más que vacío y culpa. Miré mis dedos embadurnados con el líquido blanco. Solté un suspiro pesado volviendo a la realidad. Me arreglé la ropa, agarré prendas limpias y me dirigí al baño para ducharme.

Unos minutos después, salí ya listo, aunque seguía sintiéndome culpable. No podía tener ese tipo de pensamientos con un Padre, menos con uno que tendría que ver de acá hasta que me muera, estaba seguro de que no me iría del barrio, no quería hacerlo y eso conllevaba que viera a Manuel hasta mis últimos días. Volví a mi cuarto seguido por Noé que me maullaba para que le hiciera caso de una vez. Me senté frente a la computadora, automáticamente él se subió a mis piernas y se acurrucó ronroneando. Abrí YouTube para, un minuto después, perderme en un video cualquiera.

Unos toques en la puerta me hicieron pegar un salto, me levanté rápidamente y abrí encontrándome con mi mamá sonriéndome. Me dio un beso en la mejilla y me pidió que guardara lo que había traído para la cena mientras ella se duchaba. Mientras obedecía, llegó mi papá, estaba lleno de grasa y aceite. Me saludó sin acercarse demasiado, todavía limpiándose las manos con un trapo que seguramente lo ensuciaba más. Le comenté que mi mamá estaba en la ducha y que iba a tener que esperar un poco.

—Che, me dijeron que te vieron con el Padre nuevo hoy.

Lo miré un poco nervioso, casi como si hubiera cometido algún crimen.

—Me alegra que te acerques a él, capaz te consigue un buen laburo en la parroquia.

—Sí, pa. Por ahí tenga un empleo asegurado cuando termine.

Me sonrió.

—¿Qué anduvieron haciendo?

—Lo llevé a recorrer Del Viso y después lo traje a almorzar, se nos hizo bastante tarde dando vueltas.

—Bien, Gabi, así te vas a ganar un favor.

Sabía lo que quería decir con "favor", pero mi mente, jugando en mi contra como siempre, imaginó lo mismo que a la tarde. El Padre Manuel cumpliendo favores de otro tipo conmigo. La interrupción de mi mamá en la cocina hizo que, gracias a Dios, me distrajera. Mi papá le dio un corto beso en los labios y se metió al baño.

PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora