Gabriel
—¿Y si hacemos lo que siempre dice Facu y desordenamos tu escritorio?
Manu puso una expresión de sorpresa, ni siquiera yo creía que había dicho eso. Me mordí el labio nervioso. Sabía que estaba mal lo que le pedía, pero, después de la primera vez, quería tenerlo así de cerca de nuevo; todo el tiempo. Quería besarlo cada segundo del día. Crucé mis brazos alrededor de su cuello y me acerqué a su cara, pero no me dejó besarlo.
—Queda poco para la misa de la noche, van a venir a buscarme si me demoro y eso va a ser peor.
—Entonces, ¿querés que esperemos hasta después de la misa? —su cara se puso roja haciéndome sonreír—. Di en el clavo, parece.
—Hacés que quiera hacer cada locura...
—Me alegra que quieras hacerlo conmigo.
—¿Con quién más podría hacerlo?
No pude evitar volver a sonreír. No encontré palabras para contestarle, así que lo besé llevando mis manos, ahora, a sus mejillas. Nos separamos unos segundos después, lo suficiente para avisarle que lo iba a esperar ahí cuando todos se fueran a dormir. Volví a besarlo en los labios, fui hasta la puerta, la abrí y salí para meterme en mi habitación. Seguía sin creerme lo que acababa de decirle, nunca había sido así, o al menos no fuera de mi cabeza. No sabía qué era lo que me pasaba cuando estaba con Manu, era como si algo en mí se encendiera con tenerlo cerca. Saqué ropa y entré al baño para ducharme. Sabía que en poco empezaría la misa, pero no iba a presenciarla, no quería terminar haciéndonos recordar lo que íbamos a hacer en cuestión de horas, ya íbamos a tener que aguantarnos lo que pasaba entre nosotros durante la cena. Me metí abajo de la ducha y dejé que el agua caliente recorriera mi cuerpo, que relajara cada uno de mis músculos. Cerré los ojos. ¿Cómo había tenido coraje para pedirle algo así? Definitivamente me convertía en otra persona cuando estaba con él, sobre todo desde que nos acostamos por primera vez. Había pensado, por una fracción de segundo, que después de esa vez, todos los pensamientos iban a parar, pero pasó lo opuesto: no podía dejar de pensar en tenerlo en mi cama de nuevo. Me alegraba que Facu no pudiera escuchar mis pensamientos, menos ahora, seguramente se burlaría de mí hasta el último segundo de mi vida. De hecho, tendría que odiarlo por darme la maldita idea de "desordenar el escritorio". Solté un suspiro pesado, no podía odiarlo ni aunque quisiera, aunque pusiera todas esas ideas raras en mi cabeza. Simplemente no podía, gracias a él, Manuel estaba conmigo ahora. Terminé de bañarme, cerré las canillas y salí para secarme. Podía escuchar la misa del otro lado ahora que la ducha estaba cerrada. Me miré al espejo mientras me secaba el pelo con el toallón, se me notaba en la cara la ansiedad que tenía por sentir su cuerpo contra el mío, sus besos, su respiración, escucharlo decirme "te amo" de nuevo. Sonreí como un tonto, volví a sentir lo mismo que cuando estaba Santiago acá, cuando me miraba o me decía que me quería. Había sido mi primer amor. Decidí apartarlo de mi cabeza, vestirme y salir al cuarto para esperar la cena. Agarré mi celular y me tiré en la cama, tenía un par de llamadas perdidas de un número que no conocía. Pensé en mi papá, por ahí estaba en algún lado y quería hablar conmigo, volver a ser mi padre. No sabía si devolverle la llamada o no. Noé me distrajo de mi celular, se acostó al lado mío maullando para que le prestara atención. Últimamente no lo hacía más que para darle de comer y cambiar su arena, sabía que me extrañaba cuando no lo mimaba demasiado. Acaricié su cabeza consiguiendo que ronroneara. Era demasiado lindo. Agarré mi celular de nuevo y empecé a sacarle fotos, todas las que podía, aunque estuviera en la misma posición en todas. Me entretuve así hasta que tocaron la puerta para que fuera al comedor. Me levanté, salí y caminé hasta el comedor para ocupar el asiento libre que siempre estaba al lado de Manu. Él me miró dedicándome una sonrisita cómplice, como respuesta, rocé mi pierna contra la suya. Desvié la mirada a las Hermanas, ninguna parecía haberse enterado de lo que pasaba entre nosotros. Me alegraba que fuera así, al menos acá podía estar tranquilo, aunque fingiéramos que nada pasaba. Comimos entre charlas amenas, aunque no me concentré demasiado en estas. Ahora mismo me sentía como en la primera noche que estuvimos juntos, estaba igual de nervioso, incluso más, estar en su oficina era bastante más peligroso que estar en alguna de nuestras habitaciones. ¿En qué momento se me había ocurrido eso? Peor, ¿por qué Manu había aceptado? Supuse que a los dos nos movía el mismo deseo de estar con el otro. El mismo calor nos recorría el cuerpo. Rocé de nuevo su pierna con la mía, lo sentí pegar un saltito, pero, unos segundos después, me devolvió el gesto. Bajé un poco la cabeza con una sonrisita boba en la cara. Era nuestro jueguito mientras estábamos frente a los demás. Cuando terminamos de comer, nos metimos cada uno en su cuarto. Me senté en la cama con el celular en la mano, Noé no tardó en refregarse contra mis piernas en busca de mimos como siempre. Acaricié su lomo distraídamente esperando que Manu me mandara algún mensaje. No sabía si tenía que dar por hecho que, en unos minutos, tendría que ir a su oficina. De repente, mi celular vibró en mi mano, lo miré, era un mensaje suyo:
![](https://img.wattpad.com/cover/330346208-288-k18075.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Pecado
Teen FictionManuel es un joven cura que acaba de terminar el sacerdocio. Llega a Del Viso, un pequeño pueblito súmamente religioso, allí será el reemplazante del cura que está próximo a la jubilación. Cuando conoce a Gabriel, un joven estudiante de teología, la...