Manuel
—¿Qué vas a hacer, Manuel? Hace un mes que andás llorando por los rincones.
—Nada, María. ¿Qué querés que haga?
—Que patees el tablero de una vez. ¿Vas a dejar ir a Gabi así?
—Basta. Te lo voy a decir una última vez: lo que pasó no fue más que un error. Además, ¿qué me hablás vos de patear el tablero?
Ella frunció el ceño suspirando.
—¿Querés que mande todo a la mierda? Bueno, mirá qué fácil —dicho eso, se sacó el habito dejando al descubierto su pelo rubio—. Listo, Manuel, a partir de ahora no soy más novicia.
—Volvé a ponerte el hábito.
—Estás loco, yo no soy como vos. Yo sí quiero vivir mi historia sin que me importe nada.
—Bueno, al menos tu novia no humilló a alguien frente a todo el barrio.
—Se lo merecía y lo sabés.
—No sé nada. Si terminaste, voy a hacer el papeleo de tu salida y no necesito que estés acá.
—Te vas a arrepentir, Manuel.
Salió de la oficina dando un portazo. Solté un suspiro, no me gustaba discutir con la gente, pero estos días no podía evitarlo, menos con ella, que sabía todo lo que había pasado. Me recosté contra el respaldo de mi silla pensando en lo que había dicho. Había pensado más de una vez en lo mucho que me arrepentía de todo esto, sobre todo cuando lo veía sentado en los bancos de la parroquia, pero ya no había vuelta atrás, los dos decidimos que lo nuestro se terminara de una vez. Lo cierto era que lo extrañaba bastante, que extrañaba abrazarlo y besarlo. Imaginaba constantemente dejar todo atrás y correr con él, pero no podía, estaba seguro que me odiaba. Unos golpes en la puerta hicieron que me acomodara en la silla como si estuviera haciendo algo indebido.
—Pase.
La puerta se abrió tímidamente dejándome ver a Laura, tampoco tenía si hábito en la cabeza.
—Perdón por molestar, Padre, pero yo también quiero dejar los hábitos.
—Lo había imaginado, Laura. Está bien, inicio también tu papeleo.
Ella asintió, pero en lugar de irse, entró cerrando la puerta atrás suyo. Me miró con la timidez que la solía caracterizar.
—Quería disculparme por María, sé qué actuó mal.
—No importa. Creo que en cierto punto, tiene razón.
—No quiero meterme en tu relación con Gabriel, pero deberías hacer lo que sientas y no arrepentirte. Si las cosas entre ustedes fueron como entre Mari y yo, deberías ir a buscarlo. Hablamos con Facundo, ya no está enojado, pero sigue dolido por lo que pasó.
Me quedé mirándola como si no entendiera español. Ella se encogió de hombros desviando la mirada de mí.
—¿Vas a ser feliz sin él? Deberías pensarlo —abrió la puerta—. Nos vemos, Manuel.
Salió cerrando la puerta. Sus palabras hacían eco en mi cabeza, era lo mismo que me había dicho María, pero Laura había instalado una buena pregunta: ¿sería feliz sin Gabi? Me pasé la mano por la cara sin saber qué responder realmente. Pensaba que, después de un mes, las cosas seguirían su curso como si nada hubiera pasado, pero no era así, cada vez que lo veía, tenía la necesidad de correr a él para abrazarlo frente a quien fuera. Respiré profundo y miré el reloj, casi era hora de la misa. Me levanté y fui a la habitación del alba sin dejar de pensar en lo que las chicas me habían dicho. Me preparé y salí al altar, me paré atrás del atril y miré a los presentes, atrás al lado derecho estaba Gabi en medio de sus padres. En el lado opuesto estaba Isabel, tenía una especie de velo en la cabeza, casi parecido al de las novicias. El último mes no dejaban de cuchichear a sus espaldas cada vez que iba por la calle. Me aclaré la garganta mientras abría la Biblia.
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Pecado
Teen FictionManuel es un joven cura que acaba de terminar el sacerdocio. Llega a Del Viso, un pequeño pueblito súmamente religioso, allí será el reemplazante del cura que está próximo a la jubilación. Cuando conoce a Gabriel, un joven estudiante de teología, la...